MULA |
Aunque lo más probable, para ser honestos, es que estés vagando por las calles ya que en casa no hay dinero suficiente para que tú y tus ocho o diez hermanos estudien y, por lo tanto, lo mejor que puedes hacer es perseguir a los turistas, tratar de vender algo o cuidar de tus hermanos bebés.
—En Ramadán —explica Bakary— no sólo ayuno. Tienes que hacer también buenas acciones.
Este año Bakary no está haciendo el Ramadán porque está con nosotros, aunque no parece preocuparle demasiado. Bakary se pasa todo el año haciendo bien por los suyos, mandándoles dinero y todo lo demás.
—También tienes visitar tus padres cada mañana, si están cerca.
Por eso Bakary está contento hoy. Va a poder visitar a su madre porque vamos a la casa donde está ella a buscar unos sacos de ropa para llevarlos a Brikama.
—¡Tubabu, tubabu!
Hoy hemos traído caramelos para los niños. Como ya tenemos a unos cuantos persiguiendo el minibús, Bakary nos dice que los saquemos y les demos. Pero el minibús no se detiene y no nos atrevemos a tirárselos como si diéramos de comer a las palomas. Bakary, sin complejos, empieza a lanzar los dulces. A partir de ahí algunos de nosotros le imitamos tímidamente mientras los niños se multiplican. Esto parece la Cabalgata de los Reyes Blancos.
Cuando los niños empiezan a golpear los laterales del minibús corriendo descalzos junto a las ruedas, pasa a parecernos más una especie de safari obsceno. Una vez tenemos algunos subidos al guardabarros y otros empujándose entre ellos, decidimos parar ante la posibilidad de que alguien salga herido por nuestra buena acción.
Bakary, serio y estricto, les suelta lo que parece un sermón. Tiene madera de profesor. Debe haber unos cuarenta niños, pero se las apaña para organizar una fila y darles un par de caramelos a cada uno.
2. El primer día que no llueve, no dudamos en bajar a pasear por la playa. Una extraña sensación de paz y nostalgia se mezcla con arena entre los dedos de mis pies. Contemplo la inmensidad del océano con sus aguas turbias por las tormentas y el cielo infinito. Para los mediterráneos, observar el Atlántico es como ahogarse en un mar de gigantes. La solitaria playa contrasta con su propia vastedad y sus árboles enormes.
Un niño con una bicicleta a la que le falta un pedal me pregunta cómo me llamo.
—My name's Israel and I study in the British School.
Mientras me acompaña en el paseo, los demás hacen fotos. Israel quiere ser médico o periodista para poder ayudar a su familia. También le gusta la música. Ahora tiene trece años y tiene que vender mango para pagarse el colegio.
Omar y Khalipha, sus dos amigos que han bajado a la playa junto a él, se encuentran en una situación similar.Nos mojamos los pies en la orilla llena de algas. No apetece mucho meterse a pesar del calor, pienso, mientras ellos escriben sus nombres y frases en la arena. Demuestran que son listos y su inglés es impecable.
Khalipha, el más pequeño, tiene un trozo de papel y un bolígrafo que ha ido a buscar al chiringuito más cercano.
—We don't need money. We need a sponsor to pay our studies.
Suena muy sensato. Cuando terminen la educación básica no podrán permitirse estudios superiores ni mucho menos una carrera en el extranjero, lo que de verdad les aseguraría un futuro.
Israel me entrega la hoja con sus datos y yo les escribo una dirección de e-mail y un teléfono falsos, cambiando sólo una letra o un número por si me preguntan. Pero ellos no desconfían y yo me siento un poco idiota. Son extremadamente educados. Ni siquiera me piden que yo sea su patrocinador, simplemente buscan ayuda para conseguir uno.
La mañana avanza y así nuestro paseo con los niños que siguen dándonos las gracias por dejarles acompañarnos. Nos sentamos en un chiringuito de rastafaris y ellos se ubican a un lado respetando nuestro espacio. Decidimos pagarles una coca-cola y el gesto les emociona sobremanera. De inmediato, con cierto apuro, nos explican que están haciendo el Ramadán y que no pueden beber pero que aprecian el regalo y les llega al corazón. Sólo Khalipha se la bebe, quizás porque es el más pequeño.
Más tarde hablamos de Dios. Israel dice que reza todos los días para que esté con él y le ayude a conseguir un futuro mejor. Yo le digo: "Estoy seguro de que Dios te va a ayudar". Khalipha dice: "Si tú te ayudas a ti mismo, Dios también te ayudará". Y siento que tiene razón.
3. Desmond, el jardinero que cuida nuestra casa, viene a buscar a Bakary durante el desayuno al día siguiente. Hay alguien en la puerta. En seguida, Bakary vuelve a buscarme a mí:
—Iván, tus amigos han traído algo para ti.
Al salir, me encuentro a los tres chavales con una gran bolsa llena de mangos y también unas naranjas.
—This is a present for you!
Isa inspecciona los mangos que tienen muy buena pinta y decidimos darles una propina por el regalo. Ellos insisten en que es un regalo hasta que finalmente aceptan el dinero y unos refrescos. Los niños sonríen agradecidos. Aunque están de Ramadán, se los beberán a escondidas. Son niños. Así es como debe ser.
Israel me dice que nunca olvidará lo que le dije de conseguirle un patrocinador y me da las gracias. Me dice que rezará por mí.
Cuando se van, sus palabras resuenan en mi pecho. No puedo evitar sentirme mal.
Cuando los niños empiezan a golpear los laterales del minibús corriendo descalzos junto a las ruedas, pasa a parecernos más una especie de safari obsceno. Una vez tenemos algunos subidos al guardabarros y otros empujándose entre ellos, decidimos parar ante la posibilidad de que alguien salga herido por nuestra buena acción.
Bakary, serio y estricto, les suelta lo que parece un sermón. Tiene madera de profesor. Debe haber unos cuarenta niños, pero se las apaña para organizar una fila y darles un par de caramelos a cada uno.
2. El primer día que no llueve, no dudamos en bajar a pasear por la playa. Una extraña sensación de paz y nostalgia se mezcla con arena entre los dedos de mis pies. Contemplo la inmensidad del océano con sus aguas turbias por las tormentas y el cielo infinito. Para los mediterráneos, observar el Atlántico es como ahogarse en un mar de gigantes. La solitaria playa contrasta con su propia vastedad y sus árboles enormes.
Un niño con una bicicleta a la que le falta un pedal me pregunta cómo me llamo.
—My name's Israel and I study in the British School.
Mientras me acompaña en el paseo, los demás hacen fotos. Israel quiere ser médico o periodista para poder ayudar a su familia. También le gusta la música. Ahora tiene trece años y tiene que vender mango para pagarse el colegio.
Omar y Khalipha, sus dos amigos que han bajado a la playa junto a él, se encuentran en una situación similar.Nos mojamos los pies en la orilla llena de algas. No apetece mucho meterse a pesar del calor, pienso, mientras ellos escriben sus nombres y frases en la arena. Demuestran que son listos y su inglés es impecable.
Khalipha, el más pequeño, tiene un trozo de papel y un bolígrafo que ha ido a buscar al chiringuito más cercano.
—We don't need money. We need a sponsor to pay our studies.
Suena muy sensato. Cuando terminen la educación básica no podrán permitirse estudios superiores ni mucho menos una carrera en el extranjero, lo que de verdad les aseguraría un futuro.
Israel me entrega la hoja con sus datos y yo les escribo una dirección de e-mail y un teléfono falsos, cambiando sólo una letra o un número por si me preguntan. Pero ellos no desconfían y yo me siento un poco idiota. Son extremadamente educados. Ni siquiera me piden que yo sea su patrocinador, simplemente buscan ayuda para conseguir uno.
La mañana avanza y así nuestro paseo con los niños que siguen dándonos las gracias por dejarles acompañarnos. Nos sentamos en un chiringuito de rastafaris y ellos se ubican a un lado respetando nuestro espacio. Decidimos pagarles una coca-cola y el gesto les emociona sobremanera. De inmediato, con cierto apuro, nos explican que están haciendo el Ramadán y que no pueden beber pero que aprecian el regalo y les llega al corazón. Sólo Khalipha se la bebe, quizás porque es el más pequeño.
Más tarde hablamos de Dios. Israel dice que reza todos los días para que esté con él y le ayude a conseguir un futuro mejor. Yo le digo: "Estoy seguro de que Dios te va a ayudar". Khalipha dice: "Si tú te ayudas a ti mismo, Dios también te ayudará". Y siento que tiene razón.
3. Desmond, el jardinero que cuida nuestra casa, viene a buscar a Bakary durante el desayuno al día siguiente. Hay alguien en la puerta. En seguida, Bakary vuelve a buscarme a mí:
—Iván, tus amigos han traído algo para ti.
Al salir, me encuentro a los tres chavales con una gran bolsa llena de mangos y también unas naranjas.
—This is a present for you!
Isa inspecciona los mangos que tienen muy buena pinta y decidimos darles una propina por el regalo. Ellos insisten en que es un regalo hasta que finalmente aceptan el dinero y unos refrescos. Los niños sonríen agradecidos. Aunque están de Ramadán, se los beberán a escondidas. Son niños. Así es como debe ser.
Israel me dice que nunca olvidará lo que le dije de conseguirle un patrocinador y me da las gracias. Me dice que rezará por mí.
Cuando se van, sus palabras resuenan en mi pecho. No puedo evitar sentirme mal.
4 comentarios:
Me ha encantado el relato de tu experiencia con esos niños, no obstante y supongo que no seré la única que preguntará el porqué darles un correo y número falso, supongo que en ese momento era complicado salirse de una situación así, porque sabes que no esta en tu mano ayudar, pero duele pensar que se ha engañado a unas personas tan inocentes, niños con sueños e ilusiones de una vida mejor. la verdad que yo tampoco sé que hubiera hecho en tu lugar, si darles de verdad los datos, si decirles que no les podía ayudar, de todos modos la desilusion llegaría o antes o más tarde...es difícil de evitar. tal vez por eso yo soy una persona que no querría ir a estos paises por evitarme el dolor y el maltrago de no poder hacer más.
Tienes razón, es una situación compleja. Cuando me pidieron mis datos acababa de conocerlos en la playa. Creeme: mucha gente te pide el telefono simplemente cuando caminas por la calle.
De todas formas, yo sí tengo sus emails. Si puedo hacer algo por ellos, tengo cómo contactar. Por eso, no es tan relevante que ellos tengan el mío. Ahora estamos dándole vueltas a las posibilidades reales de ayudarles.
Ya verás que la historia con Omar, Israel y Khalipha no acaba aquí. Tiene más capítulos y te avanzo que el final no es tan agridulce y finalmente les di mi email verdadero.
Mi muestra de cariño no sirve para mucho, pero aquí la tienes de corazón. Gracias.
Queremos los siguientes capítulossssssssss !!
Publicar un comentario