31 de julio de 2008

UN, DOS, TRES... RESPONDA OTRA VEZ

"Ya podría estar ardiendo todo este sistema eléctrico que yo no podría ni abrir el grifo de la cocina sin rellenar el impreso 27B/6" (Brazil, Terry Gilliam)

UNIVERSAL

Hay muchas cosas horribles que la gente hace por dinero. Una de las peores: trabajar. Todo el mundo tiene un precio. Lo más lamentable, en mi caso, es que como teleoperador ese "precio" es bastante bajo y encima te insultan por teléfono. He vuelto a las andadas. Después de hundir la sanidad pública en la más profunda inoperancia los fines de semana, entre infojobs y yo hemos acordado encomendarme la misión de acabar ahora de una vez por todas con el sistema eléctrico catalano-aragonés. Supongo que no será difícil tal y como están las cosas, aunque tardaré a superar lo del apagón del año pasado. I'll do my best!
Sí, señoras y señores: una vez más al mando de todos vuestros datos confidenciales. Culpen a quien me ha contratado. Una vez más encarno el papel de majete incompetente que no te resuelve nada pero te torea bien. Esa clase de tipo al que odio con ganas cuando llamo como usuario a cualquier tipo de servicio. Ese que te deja en espera oyendo música y no te ayuda y tienes que llamar otro día. Ese ser detestable y robótico es mi particular Mr. Hyde que protesta contra un trabajo basura que odia pero necesita. Alguien que odio pero soy. Salto al otro lado. El odio al final se convierte en deseo de ser odiado. En mi trabajo es muy fácil.
La verdad es que no es para tanto, pero tengo tendencia a exagerar para divertirme. Ni odio tanto mi trabajo, ni a mí mismo, ni soy tan incopetente. No es un trabajo duro, pero sí complicado y muy aburrido. Es difícil aprender todas esas metodologías que en realidad te importan un pito. No me gustan los cursillos de adiestramiento que te hacen hacer para memorizar el funcionamiento interno de la empresa. No quiero más formación, oiga, póngame en un teléfono y déjeme en paz. Hoy ha llamado una mujer pidiendo precisamente eso: que la dejásemos en paz. Que no quería recibir más cartas. Ni de nosotros ni de nadie. Que no quería cartas. Que era una mujer mayor y no podía defenderse. Pues sí, señora, con toda la razón. Hay veces que no apetece formar parte del sistema, sobretodo cuando ves cómo de verdad funcionan las cosas. Cuando por fin te das cuenta de lo que va todo esto, lo que te apetece es perderte por ahí y que te dejen en paz.
Esto es un enlace con una escena de la película Brazil de Terry Gilliam. Realmente así veo yo mi empresa; seguro que muchos de vosotros veis igual las vuestras. ¡Qué risa!

18 de julio de 2008

REENCUENTRO

Volver a encontrar. Recobrar las cualidades, facultades, hábitos, etc., que habías perdido.



Cuando cuesta coger el aire, las cosquillas debajo del ombligo.
Después de casi cuatro meses viviendo juntos, pasando veinticuatro horas juntos: a seiscientos kilómetros o quinientos... y, sin embargo, tan cerca.
Cambiar su lado de la cama por su lado del teléfono. Los mensajes al móvil. Nuestras libretas. Yo tengo una y él otra. Y cuando nos apetece escribimos lo que nos gustaría que el otro leyera cuando volvamos a estar juntos. En la misma ciudad, claro. Con sus labios en mis labios. Su mano en mi pierna. Mi pierna en su pierna. Y mi mano en su cara.
Esperar en Sants-Estació: "¡Cómo ha cambiado todo esto!". Sentirse nervioso como el primer día. De pie frente a las escaleras mecánicas, sale la gente una tras otra y en cualquier momento estará aquí.
¡Qué calor hace en Barcelona! ¿No?
La ilusión del primer día... y sin embargo, nueva. Siempre nueva. Siempre la misma: fuerte y bella. Y el reencuentro.
Y lo mejor de la distancia: el reencuentro.

7 de julio de 2008

MIRAR Y VER

Mi profesora de clown siempre me decía: "No basta con mirar al público. Tienes que verlo".


Fue como sacar la cabeza por la ventanilla en mi último avión de camino a casa. Mi cabeza atravesando las nubes a setecientos kilómetros por hora. Mi cara aplastada contra el aire y los recuerdos. Fue como perder los sentidos por el camino. Fue como mi nariz y mi boca y mi lengua soltándose de mi cara y perdiéndose en algún lugar allí atrás. Mis ojos. Mis orejas. Todo yo despedazado y esparcido por el mundo. Fue como llegar a ser una cara sin rostro; vacía sobre un cuello y pelo por encima.

Igual que un dibujo animado que sale corriendo de un lugar, pero su figura permanece unos segundos hasta convertirse en una nube de humo. Mi cuerpo llegó a casa pero no mi esencia. Y ahora mis miembros renacen, cual lagartijo, los ojos, la lengua y las orejas que perdí en la ventanilla del avión. Mi nariz. Y ahora poco a poco vuelvo a ver, oler y saborear. No sólo he vuelto; poco a poco, estoy presente.

Estaba en la salida de metro de Collblanc con mis gafas de sol y mi cara de ciudadano. El dentista acaba de decirme que mis implantes dentales no causaban problemas y que me podía ir a casa. Pero en vez de eso, me iba a Port Aventura a celebrar el cumpleaños de mi amiga Noe. Estaba esperando, mirando el coche de Miquel pero sin verlo, cuando un extraño anciano de rostro colorado inició una serie gestual diciéndome respectivamente: "balón", "futbolista", "allí". Yo respondí en inglés: "Yes, it's right there". Y así tratamos de comunicarnos como hombres de las cavernas, yo en inglés y él con extraños movimientos rápidos. Tema: el Camp Nou. Razón: ninguna. Comprensión: cero. Finalmente, me dijo en un perfecto andaluz: "No , era por zi no zabíah ande era", y se fue.

Lo curioso no es que aquel individuo viera en mí un turista buscando el Camp Nou, sino que yo viera en él el mismo personaje. Yo, creyéndome observador, siempre había presumido de tener muy buena intuición en ver las cosas. Sin embargo, parece que pasaba la mayor parte del tiempo mirando sin ver que en realidad no veía. Así paseo mi perdida mirada por mi ciudad y entro a QSS a buscar unas fotos que encargué en Fotoprix o entro a una colchonería a cortarme el pelo. Confío en que el velo de confusión de mis pupilas desaparecerá a medida que aprenda una lección de todo esto. Mi abuela ya me enseñó que, en casa, siendo la más ciega, era la que más claro veía. Ver es algo que va mucho más allá de los ojos. Lo que no sé es si todo el mundo ve en mí lo que el señor que me confundió con un guiri. O ven lo que les da la gana. O ven simplemente a un mirón. Eso no lo sé. No lo veo claro.