Estoy hecho una auténtica mierda. Tengo las anginas tan inflamadas que apenas puedo hablar o comer. No puedo respirar por la boca. ¡Y es que hace un frío de cojones! Ya no tengo más ropa que ponerme encima. Y los putos escoceses siguen yendo en manga corta por la calle. Empiezo a pensar que son un ejercito de mutantes. He ido a la farmacia y les he dicho:
—Hello. I have two enormous balls in my neck and it hurts, you know?
A veces, no saber expresarte bien en un idioma carece de importancia.
Me han vendido Ibalgin y Cuprofen y Coldrex LaryPlus y Chloraseptic. Creo que me han dado por muerto ya. Me extraña que no me hayan vendido una pastilla de cianuro para que todo sea más rápido. Estoy pensando en ponerme quinientas libras en el zapato para pagar mi entierro si encuentran mi cadáver tirado por ahí, como hacen los monjes budistas. Desde anoche que sólo tomo pastillas y té. No he comido nada más. No me entra. Se me está poniendo cara de viejo inglés. Hoy no voy a salir más. Afortunadamente, no tengo clase, ni mañana tampoco. Los filosofillos escoceses se han ido de excursión a disertar sobre el ser y la nada a la montaña. Es triste, por mi parte, tener dos días de vacaciones y tener que quedarse en casa medio moribundo.
Aunque sea época de resfriados, esto no es normal. Llevo dos semanas con la garganta hecha un Cristo (de los dolores) y chutándome ibuprofeno en vena... ¡y nada! ¿Qué me pasa, doctor? ¿Soy un enfermo incurable? Me he puesto a buscar en internet remedios caseros y he leído que un dolor de garganta continuado puede ser síntoma de una leucemia. Casi me caigo de la silla. Una buena amiga mía que sabe mucho de las cosas y que cree, como yo, que la psicología humana tiene una explicación para todo, me dijo:
—Cuando una afección no se cura, puede tener un factor psicosomático. Si es en el cuello, quiere decir que hay algo que quieres decir y no estás diciendo.
En momentos así, detesto la psicología. Parece ser que el pequeño Iván que vive dentro mío tiene un mosqueo que te cagas. Está harto de que no le haga caso, de que lo esconda, le mande callar, no le saque a bailar por donde a él le gusta y no le presente a mis amigos. Se ha cansado de recibir codazos en las costillas cada vez que me cuenta un secreto al oído; de morderse la lengua, del cinturón de castidad. El pequeño Iván se ha hecho un hombre y me ha retado en un duelo a muerto en mi garganta. Como yo siempre he sido un blando y un débil, aunque presuma de macho, le voy a dejar ganar. Porque sé que me puede, porque es mucho más auténtico que yo. Porque paso de que me pegue una paliza. Porque se lo merece. Porque bastante me está doliendo todo ya como para poner a darme de ostias. Así que ahora mismo voy a salir a la calle y voy a gritar bien fuerte quién soy. Para que todos se entere. Para que todo el mundo me oiga. Voy a pintar un corazón en la pared con mi foto dentro. Voy a escribirme un poema en inglés y se lo voy a enseñar a toda la facultad. Voy a hacer todo lo que... que... que estoy mirando por la ventana y hay escarcha en los coches. No sé. Quizás lo dejamos para otro día. Mañana... o la semana que viene...