28 de julio de 2010

NO QUISIERA OLVIDARTE

No quisiera olvidarte
sin saber lo que andas contando sobre mí.
Si acaso se te llena la boca con mi nombre
o me he extinguido en tus conversaciones.

No quisiera olvidarte
y olvidar que me importó tu mirada
y tus dedos entre mis dedos
en los restaurantes
de pocos tenedores
con gente alrededor.

No quisiera olvidarte y, sin embargo,
pienso poco en ti cuando estoy solo.
No te escribo.
No miro las fotos del cajón.
Escondo una mano en el bolsillo.

Y ando por las calles
que la gente insiste en recorrer,
buscando las tiendas
en las que nunca entramos a comprar,
las mismas que a esta hora
deben estar ya cerradas.

No quisiera olvidarte
ahora que empiezo a comprender
y no saben a güisqui mis palabras.
Ahora que despierto en mi cama sin ti
y no huelo las sábanas
y es tan tarde todavía.

23 de julio de 2010

EL HOMBRE DETRÁS DE LA MESA 2

"Es toda una experiencia vivir con miedo, eso es lo que significa ser esclavo"  (Blade Runner)

WARNER
En el interior de la sala de espera de EXILIOR, los cristales tintados hacían que el sol se viera de color verde. Me acordé de las tardes de Glasgow, cuando los crepúsculos duraban lo que duran las noches en Finlandia y volvía cada vez la oscuridad. En cierto modo, nada había cambiado. Los cinco candidatos charlaban impacientes mientras yo miraba por la ventana. Mis cinco compañeros de trabajo optando por el mismo puesto de la competencia que yo charlaban amistosamente y yo deseaba que se pusiera el sol para el camino de vuelta, cosa que sabía que no iba a pasar.
Nos han citado a horas diferentes y, sin embargo, con este retraso nos hemos encontrado todos.
A lo mejor nos están observando.
A lo mejor uno de nosotros es un topo.
Iván F. está muy callado hoy...
Yo sonreí y llamaron al primer candidato a subir la escalera.
A mí me llamaron el cuarto. Los tres candidatos que entraron antes que yo bajaron contándonos que no les habían dicho nada:
Sólo hacen preguntas.
Subí despacio la escalera, uno a uno sus escalones de mármol negro, acariciando con rubor la barandilla de metacrilato. La intención era no llegar nunca. Pero pronto alcancé la cima y me vi frente al pasillo lleno de puertas. Recordé las indicaciones de mis compañeros: "la primera a la derecha". Mi mano temblorosa se posó sobre el pomo y como de un empujón entré en la sala.
Era un despacho enorme y al mismo tiempo completamente vacío. Parecía que nadie solía usarlo o que ni siquiera formaba parte de ninguna empresa. Al fondo de todo, con un gran ventanal detrás con vistas a las chimeneas, se encontraba un hombre detrás de una mesa; un tipo mayor con el aspecto de llevar más de cien años con mi historial laboral entre sus dedos raquíticos. A su lado, una chica más o menos de mi edad sonreía siniestramente como ya ningún ser humano es capaz de sonreír. Programada para empatizar, compensaba el áspero carácter del viejo.
Veo que ha estudiado usted filosofía...
Sí, señor.
Pero, ¿qué filosofía?
Pues... filosofía.
¡Ah! Filosofía... pura.
Aquel tipo tenía polvo en las hombreras. La chica solamente dejaba de enseñar los dientes para humedecer sus labios. Yo sólo quería que me ofrecieran un puesto con mejores condiciones y aquella gente lo único que hacía era preguntarme estupideces.
El hombre detrás de la mesa me preguntó: "¿Qué haces cuando un cliente te pide un producto que no tenéis en stock?". Y: "Trabajaste en Sanitat Respon, ¿es eso una ONG?". Y: "¿Cuándo estarías dispuesto a empezar si te seleccionamos?".
El hombre detrás de la mesa tenía los dedos peludos y anillo de casado, y no pasó de la primera página de mi historial laboral. La fémina sonriente le daba la razón con suavidad.
Pues si nos interesas, te llamaremos entre el lunes o el martes.
De acuerdo, pero no aceptaré un puesto de jornada completa ni horarios rotativos- dije y por primera vez, ella dejó de sonreír.
La habitación parecía haberse quedado repentinamente sin aire. El hombre detrás de la mesa tosió sin cerrar los ojos y durante eternos segundos nos miramos en silencio. Tuve miedo de que sacara de un cajón una pistola de rayos láser. Pero en vez de eso me dio las gracias y me estrechó la mano con fuerza.
Salí de la central de EXILIOR y caminé despacio bajo el sol. Sentí que había perdido el tiempo. Los pies me ardían y no me crucé con ningún ser vivo hasta salir del distrito industrial. Sentí que todos esos momentos se perderían. Volví a casa.
No esperé su llamada. 
Nunca llamaron.

14 de julio de 2010

EL HOMBRE DETRÁS DE LA MESA

"Todo es verdad. Todo lo que las personas han pensado alguna vez" (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, Philip K. Dick)

WARNER
La Central se encontraba en un distrito al que no llegan los transportes convencionales. Más allá de la Cúpula de Comercios y la Ciudad de la Justicia. No era la primera vez que tenía que adentrarme en territorio hostil por motivos de trabajo, pero esta vez la luz solar de las cuatro de la tarde brillaba con especial perversidad. El humo en las calles hacían arder las aceras hasta el punto que las suelas de mi calzado barato empezaban a quedarse pegadas en el asfalto cuando Tirantes me recogió con su coche.
No está nada bien esto que haces dijo Tirantes, despegándose de las uñas un trozo de plástico negro de su volante deteriorado por el calor.
Ellos son peores que yo- respondí.
Los asientos del coche de Tirantes olían especialmente a azufre aquella tarde.
A una velocidad inquietantemente tranquila, nos fuimos acercando a la frontera de Hospitalet, ese oscuro termitero a las afueras de Barcelona continuamente acechado por la destrucción.
No puedo acercarte más, lo siento se disculpó Tirantes.
No te preocupes. Creo que podré llegar sin problemas.
Ten cuidado.
A pie, la laberíntica cuadricula de calles resultaba incluso más siniestra. El sol abrasador de julio asolaba toda la zona. No se veían criaturas vivientes en los alrededores y cuanto más cerca me encontraba de la dirección acordada, más añoraba el personal polimorfo de las calles de mi barrio, las tribus urbanas y las casetas de venta de churros. Esa luz cegadora parecía exclusivamente enfocarme a mí y cada vez me costaba más caminar.
Definitivamente, me he perdido- pensé.
A lo lejos, lo que parecía ser una gasolinera era el único indicio de vida en lo que había recorrido de aquel distrito muerto. Sin embargo, ningún vehículo se veía en los alrededores y la puerta de cristal, oxidada, chirriaba y había que empujarla con fuerza para entrar. El interior, supuestamente un supermercado, era la misma imagen del barroquismo total. Al final de uno de los pasillos, detrás de una caja registradora, un ser descomunal con pelo en la espalda me observaba.
¡Estoy buscando la central de EXILIOR!- mascullé desde la distancia.
No eres el primero que viene por aquí preguntando eso...
¿Está muy lejos de aquí?
Sigue todo recto hasta que veas las chimeneas. No tiene pérdida. Pero cuidado con esta calor... podría jugarte una mala pasada.
Seguí sus instrucciones y en seguida vi las chimeneas que me había indicado. Mi camiseta estaba mucho más llena de sudor de lo que se consideraría aceptable para una reunión de negocios. Los pantalones estaban totalmente pegados a mis piernas y empezaban a desteñirse por el interior. Estaba a punto de deshidratarme cuando finalmente, llegué a las puertas de la Central de EXILIOR. Una fortaleza.
Entré por una verja caliente y subí unas escaleras. Frente a la puerta principal de cristales tintados, un tipo pequeño, delgado, con una gran gorra de agente de seguridad sobre su diminuta cabeza, me preguntó:
Disculpe, ¿a dónde se dirige usted?
Me han llamado. Me han dado esta dirección.
¿Su nombre?
Iván F.
De acuerdo. Pase. Le están esperando.
Y me abrió la puerta con diligencia. Sus venas de color violeta resaltaban en su mano huesuda. Entré despacio y tuve la sensación que todo el trayecto había sido en realidad breve. Miré hacia arriba como si hubiera llegado la hora de morir. Una claustrofóbica escalera de caracol se alzaba hasta un pasillo lleno de puertas en la planta superior. Sentados en unos taburetes azules o apoyados en la pared, se encontraban cinco personas que yo conocía muy bien. Todos me miraron con un mismo gesto. Tuve la sensación del apocalipsis.

Continuará...