26 de octubre de 2009

EXCUSAS

"El hombre nace libre, responsable y sin excusas" (Jean Paul Sartre)


Me dicen que la vida es esto. Me dicen: "Bienvenido al mundo real". Me dicen que cuando te haces adulto, ya siempre es así. En el trabajo (perdonen que insista), puedo ver mi cara de tristeza reflejada en la pantalla del ordenador. Sí, de tristeza. Detrás de los números, las letras y los albaranes: tristeza. No se crean que me enorgullezco. Noe me dice algo que leyó algún día en alguna parte: "Si sigues haciendo lo que estás haciendo, seguirás consiguiendo lo que estás consiguiendo". No se me ocurre frase más sabia en este momento. Si todo lo que tengo es lo que he elegido, ¿de qué me quejo? No tengo excusa.

Conocí a una mujer que quiso ser una gran pianista. De joven tocaba y era lo que más le gustaba hacer en la vida. Hoy es funcionaria y tiene una familia que mantener. Ya ni siquiera toca por placer. Dice que no tiene tiempo para nada. Cruza los brazos y entorna los ojos hacia arriba, muy arriba, lejos y confiesa que no sabe por qué lo dejó. Algún día volverá a tocar; no sabe cuándo. Aunque reconoce que es su gran frustración, está orgullosa de la vida que lleva. Como si fuera incompatible la vida y el piano. La realidad y sus ilusiones. ¿De quién habrá aprendido eso? Ahora su familia es la razón por la que no ha dedicado su vida a aquello que más le gustaba. Pero, ¿cuál fue la excusa al principio? Como esta mujer, podría citar cientos de casos identicos. Ustedes también, ¿no es cierto?

Mi madre me pregunta cuándo voy a encontrar trabajo de lo mío. Yo me pregunto qué es lo mío. El problema es quizás que no tengo sólo un piano que tocar. Ahora toco esto y ahora toco aquello y, por primera vez en mi vida, me parece un error. No se equivoquen, me lo he pasado muy bien actuando, estudiando, cantando, tocando la guitarra, escribiendo relatos, obras de teatro, cortos, series que nunca se hicieron, canciones, poemas, un blog; ejerciendo de profesor, de director, de monitor, de animador; haciendo entrevistas, videoclips, publicidad, aprendiendo inglés, filosofando, haciendo el clown y etcétera y etcétera. Pero ha llegado el momento de centrarme, de apuntar y disparar a un solo blanco. De la misma manera que a mi querida ex-pianista le acabó sirviendo de excusa algo que en un principio no lo era, no quiero que todas mis facetas acaben siendo mi excusa para pasarme la vida trabajando en algo que no me gusta. Eso es. ¡No estoy acabado, señoras y señores! Sólo es un problema de culo inquieto, miedo al compromiso, al aburrimiento y a la estabilidad. Hoy, lo más difícil ya está asumido. Ahora es cuando comienzan de verdad mis planes. Se acabó la tristeza. En cuanto se me ocurra algo, les cuento.

15 de octubre de 2009

ÁRBOLES CAÍDOS

"Hoy, amor, como siempre, el diario no hablaba de ti... ni de mí" (El diario no hablaba de ti, Joaquín Sabina)

1. Un clásico acertijo filosófico sin respuesta de común acuerdo dice: "Si un árbol cae en el bosque y no hay nadie para escucharlo, ¿hace ruido?". Las preguntas milenarias mejor no tratar de responderlas. En la Facultad de Filosofía no te enseñan mucho en general, pero una de las cosas que se pueden aprender es que las preguntas a veces importan más que las respuestas. Las preguntas abren. Eso me gusta. Por eso, en vez de resolver acertijos como éste, invento preguntas nuevas: "Si un árbol cae en el bosque y no hace ruido, ¿alguien lo escucha?".

2. Todas las mañanas tengo quince minutos de descanso. Salgo de la oficina. Cojo el ascensor en silencio junto a mis compañeros. Entramos al bar. Pido un cortado, cojo La Vanguardia y me siento en una punta de la mesa común. Solo y a la vez acompañado. Mis colegas de alienación charlan sobre alguna serie de televisión americana y el diario dice que un hombre ha matado a su mujer en presencia de sus dos hijos. Te echo de menos.

3. Quince minutos pueden parecer un segundo o una eternidad. Mis compañeros hablan del bajo sueldo. Del descontrol y la improvisación semana a semana de nuestra formación. Del compromiso que se nos exige a cambio de un miserable contrato de obra y servicio. Somos los árboles que nadie escucha caer. El diario dice que hay putas en el Raval.

4. Durante todas estas semanas nadie me ha escuchado suspirar por tu ausencia. Nadie ha oído a mi corazón latir. Ni yo mismo. Mis compañeros se preguntan qué será de los trabajadores de atención al cliente especializados en el trabajo que ahora pasaremos a hacer nosotros. Una formación de unas semanas y ya podemos cubrir sus puestos por menos de la mitad de su sueldo. Mis compañeros opinan que a la empresa debe interesarle mucho ahorrarse todos esos sueldos si por ellos ha sacrificado un servicio eficiente de profesionales cualificados por un grupo de mediocres teleoperadores inexpertos. Mis compañeros no saben si esos trabajadores que nos preceden habrán sido despedidos o trasladados. Son los árboles que caen sin hacer ruido. El diario dice que la crisis incrementa las dolencias cardiovasculares en los empleados.

5. Pago el cortado. Salimos del bar. Entramos al ascensor. Me miro las ojeras en el espejo. Nadie habla. Vuelvo a mi puesto de trabajo. Me siento. Estiro los dedos. Los brazos. La espalda. Mi compañero de al lado señala con la mirada una empleada de pechos grandes. Me sonríe buscando complicidad. Yo le devuelvo una sonrisa idiota. Nunca sé qué hacer en estos casos. Sigo enamorado de ti aunque nadie se dé cuenta. Hacen más ruido esas tetas que mi añoranza. Sigo con mi trabajo. El diario dice que ha muerto Luis Aguilé.

8 de octubre de 2009

ALGUNAS VECES

Algunas veces pienso lo que escribo. Algunas veces tengo pesadillas. Algunas veces lloro mientras duermo. Algunas veces me sobran las ojeras. Algunas veces duermo demasiado. Algunas veces no tengo a quien llamar. Algunas veces bebo y me divierto. Algunas veces bebo.

Algunas veces esquivo los espejos. Algunas veces los espejos me esquivan a mí. Algunas veces me siento interrumpido. Algunas veces cuento chistes. Algunas veces soy el chiste que nadie quiere contar. Algunas veces río. Algunas veces no perdono las verdades a la cara. Algunas veces no respondo. Algunas veces miento.

Algunas veces mi madre me compra calzoncillos. Algunas veces miro, envidio, me lamento. Algunas veces escucho goles desde el balcón que no me suenan a nada. Algunas veces me molesta la intimidad. Algunas veces susurro a mis espaldas. Algunas veces hablo mal de mí.

Algunas veces no sé decir que no (pero estoy aprendiendo). Algunas veces me explotan los ojos. Algunas veces dejo de aparentar. Algunas veces me conformo con lo que antes despreciaba. Algunas veces me rasco las heridas. Algunas veces me desespero esperando. Algunas veces no estamos tan lejos.

Algunas veces no entiendo que la gente no se haga preguntas. Algunas veces no dejo que nadie me ayude. Algunas veces me detesto. Algunas veces hago el triste. Algunas veces olvido. Algunas veces, muchas veces, no sé quien soy.

Algunas veces pienso en ti.

Pero nunca lloro despierto.