26 de agosto de 2012

INSPIRACIÓN 2

El aire acondicionado no funciona o es que de verdad yo me he vuelto loco. No dejo de sudar y me arde la cabeza. La ventilación del ordenador hace tanto ruido que parece que vaya a despegar. Una mosca que llevaba un rato revoloteando se posa en mi frente. Intento apartarla de un manotazo, pero no se mueve. Se ha quedado pegada en el sudor. La arranco de mi piel cogiéndola con dos dedos. Se produce un pequeño crujido al aplastarla. Dejo su pequeño cadáver encima de la mesa, ya lo limpiaré luego. Son las tres de la mañana y no he conseguido escribir más que estupideces carentes de interés.

WARNER
Esta mañana hablé con una mujer que creía que era la madre de una amiga mía. La toqué en el brazo. La saludé y tuvimos una conversación. Ella respondió a mis preguntas. Yo respondí a las suyas. Pero mi amiga dice que su madre estaba con ella a esa hora y que no puede ser. Me sorprende lo superficial que puede llegar a ser una conversación, hasta el punto que no importa si hablas con un conocido o un desconocido: la otra persona podría no notar la diferencia.
Debería escribir sobre eso. Philip K. Dick escribiría sobre eso. Haría maravillas con una anécdota así. Seguramente, ya lo hizo. Es otra liga. Un nivel de demencia superior. Philip K. Dick decía que hablaba con Dios. Yo hablo con la televisión. Como los viejos. Cuando dan películas de miedo, grito: "¡Cuidado, justo detrás de ti!". Philip K. Dick era adicto a las drogas psicoactivas. Yo una vez me fumé un porro de marihuana y lloré. Lloré y pedí que me abrazaran. Ese soy yo.
Quizás la madre de mi amiga tenga una hermana gemela y fueron separadas al nacer. Ninguna de las dos conoce la existencia de la otra y nunca se han encontrado. O puede que sea una misma persona viviendo en universos paralelos. Universos distintos que, por alguna razón, se están unificando de forma que este mujer puede estar al mismo tiempo con su hija en Hospitalet y conmigo en un bar de chinos del centro.
Estoy agotado. Me pesa el cuerpo. La cabeza me da vueltas, pero tengo los ojos abiertos como platos. Tengo que levantarme dentro de cuatro horas, ya no sé si vale la pena dormir. Ni siquiera sé si seré capaz de conciliar el sueño. Necesito pastillas, pero no sé dónde las he dejado.
Me pregunto qué pasará si me encuentro a la madre de mi amiga (versión alternativa) mañana otra vez a la hora del desayuno. ¿Qué hago si la veo? ¿Me acerco y le digo que no es quien cree ser? Hoy, después de que se fuera y de descubrir la paradoja, la camarera no paraba de sonreír. Es china, es normal para ellos. Pero, a mí me daba la sensación de que sabía algo que yo no sabía.
Estaba ahí de pie, secando un vaso y mirándome sonriente. Yo, debía de tener cara de tonto. Le dije:
¿Me cobras?
Uno veinte.
Saqué detenidamente la cartera del bolsillo. Conté las monedas para darle el importe exacto. Ella sonreía. Le dejé las monedas en el mostrador y ella dijo: "Glacias". Entonces, le pregunté:
¿Quién soy yo?
¿Peldón?
¿Tengo una doble vida en otro universo?
No entiendo -decía.
Digo, por ejemplo, como un cristiano del siglo I en Judea.
No entiendo, señol. Lo siento.
¿Eres un agente del FBI?
Soy de Tianjin, señol.
Está bien. Hasta mañana.
Hasta mañana, señol.
Mentía. Estoy seguro. Pero no iba a decirme la verdad tan fácilmente. Quizás otro día. Acabo de encontrar las pastillas.

Primera Parte: INSPIRACIÓN

INSPIRACIÓN

Un día de 1974, Philip K. Dick se encontraba descansando en casa, después de haber ido al dentista y, atormentado por el dolor, pidió por teléfono analgésicos a la farmacia. Cuando abrió la puerta de la calle, la mensajera, que lucía un collar con el símbolo del pez cristiano, le disparó un rayo láser rosa que le transmitió conocimientos arcanos. Así descubrió la anamnesis, el retorno a la memoria de vidas pasadas. Philip K. Dick aseguraba en sus diarios (The exegesis) que en un parpadeo se dio cuenta de que llevaba una doble vida en mundos paralelos: una como escritor de novelas fantásticas del siglo XX, asediado por la CIA, el FBI y Nixon, y otra como cristiano del siglo I en Judea.

WARNER
Son las dos de la mañana. No puedo dormir por el calor. Me he despertado como en medio de un sofocante ataque de asma. Y yo no tengo asma. Pero no puedo respirar. Estoy sudado. Mi cama es un charco de sábanas repugnante y pegajoso. Así que me levanto, enciendo el aire acondicionado y trato de escribir algo.
Envidio a los escritores atormentados que se inspiraban en su propia demencia, las drogas, el alcoholismo, las putas y la esquizofrenia. Yo estoy loco, pero no lo suficiente. Si estuviera un poco más chalado quizás podría ser un genio. Pero no soy más que un pobre neurótico que se lamenta y pelea con una página en blanco. Un patético intento de escritor. Dramáticamente mediocre.
Esta mañana, a las once y cuarenta, bajé como cada día a tomar un café durante el descanso en el trabajo. Son diez minutos. Quince, en realidad. Nunca me dicen nada, si me retraso. Hacía un sol abrasador. Mi bar habitual está cerrado por vacaciones, así que tenía que buscar otro. No había coches por las calles. Parecía el principio de un futuro post-apocalíptico estilo Mad Max
Tuve que caminar dos manzanas hasta encontrar un bar abierto. Un bar de chinos. Los chinos nunca fallan. En la terraza, tomando una caña vi a la madre de una amiga, pero como tenía prisa y no quería molestar, no la saludé porque ni siquiera me había mirado y tampoco sabría qué decirle. Me pregunté qué estaba haciendo ahí.
Pedí un café con leche. Estaba tan caliente que parecía servido con lava volcánica. No debería tomar café con este calor, pero soy un absurdo hombre de costumbres y no me importa que me haga sudar y quemarme la garganta por las prisas. Es lo que hago cada mañana. También pedí un dónut.
En ese momento, entró la madre de mi amiga para pagar. Se puso a mi lado en la barra. La tenía demasiado cerca como para esquivarla, así que la toqué en el brazo y le dije: "Hola".
Hola, ¿qué tal? contestó.
Aquí, en el descanso del trabajo.
Muy bien.
¿Tú cómo estás?
Bien.
Vale. Que vaya bien.
La madre de mi amiga pagó y salió del bar. Saqué el teléfono. No había nada interesante en twitter. Entré en facebook, pero iba demasiado lento. Entré en whatsapp. Le di un sorbo al café, me quemé los labios. Escribí a mi amiga: "Acabo de ver a tu madre". A lo que ella contestó: "¿Mi madre? Pero si está aquí conmigo en Hospitalet".

Segunda Parte: INSPIRACIÓN-2