28 de febrero de 2008

WHERE IS MY MIND?

"With your feet in the air and your head on the ground" (Pixies)


Vivir fuera de tu país, lejos de tu familia y amigos genera una esquizofrenia inevitable. Tu cuerpo tiene claro donde está, pero tu corazón y tu mente vuelan sin rumbo buscando lo que quieren decir ahora el "aquí" y el "allí", y qué demonios significa la expresión "mi casa". Dos idiomas (por lo menos), dos lugares, personas a tu alrededor réplicas de las personas que normalmente te rodean con labios parecidos y miradas y manos. Los mismos miedos, los mismos enfados, las mismas risas, los mismos secretos y mentiras; las mismas verdades. Otra vez lo mismo, pero con diferentes actores, en otro idioma, en el mismo lenguaje: como en un remake. Y se te parte el alma en dos pedazos (por lo menos) y tu mundo es de pronto dos mundos y no sabes si finalmente eres dos o eres uno. De repente, yo que solía ser "nadie" me encuentro siendo "demasiados". Y lo peor es no saber cuál es el verdadero (o si lo son todos) cuando el "dónde" ya no es un lugar sino un estado de ánimo. Es fácil decir desde Glasgow que mi mente está en Barcelona cuando paso por un "bajón". Barcelona deja entonces de ser una ciudad para ser esa nube en la que puedes ver cualquier forma según te convenga. Cuando vivía allí, no tenía esa opción. Pero tenía otras excusas.

Lo de que tu mente vuele no tiene que ver con fumar porros, sino con no querer estar presente. Querer estar "allí" a veces no significa realmente querer estar "allí", sino no querer estar "aquí". Y, la verdad, es que este "aquí" no tiene nada de malo, excepto que estoy yo y quizás hoy no me apetezca estar conmigo. La soledad es considerar que uno mismo no es suficiente compañía. Y aunque las personas son necesarias, no sirven de nada si todos tus "yo" no tienen una conversación interesante.

Últimamente, no paro de estar "allí": siguiendo el debate entre Zapatero y Rajoy, por ejemplo. He prometido no volver a España si gana el PP. Es mentira. Es una de esas cosas que se dicen en voz alta en la barra de una taberna. Volvería con tristeza, pero volvería. Porque no pienso quedarme aquí una vez se hayan ido todos mis amigos, ni creo que sean mejores opciones Francia con Sarkozy montando un circo con la Bruni cogiéndole del brazo, ni Italia que lleva semanas sumida en la anarquía política lo que conlleva (me temo) el retorno de Berlusconi.

También he estado "allí" con Bardem y su Oscar y la emoción y los nervios. Y he saltado de alegría como un niño, un cómico, un fan idiota, un español, un hermano pequeño. Y cogí un trocito de ese Oscar que, como dijo, es de todos, y me lo guardé en el bolsillo como si lo hiciera desde mi habitación en Barcelona, con mis posters de cine y mis dvds.

Pero lo que definitivamente me ha transportado a "allí" estos días ha sido esa boda entrañable entre los maravillosos Carlos y Sara (también conocidos como Mistu y Bolita de Coco) a la que, finalmente, no he podido asistir. Se vistieron todos de rojo y negro y actuaron y rieron y bebieron, cantaron y bailaron. Y yo no fui, pero de alguna forma estuve con ellos. Porque mi mente no ha estado aquí estos días y no se me ocurre lugar mejor para pasar el fin de semana. Si yo fuera mi mente y me escapara, no hubiera dudado en irme con ellos a compartir esa fiesta inolvidable. Esa fiesta del amor que pocos celebran de manera tan sincera y original. Cada rato que pienso en vosotros (y eso os incluye a todos) es como un fuerte abrazo mandado por correo. Mi mente, que incluye mi alma, mi corazón y mis sueños (todo excepto mis pies) pasa mucho tiempo a vuestro lado. Espero que vuestras mentes estén también pasando buenos ratos conmigo de vez en cuando. Nos vemos pronto en Barcelona o tomando té en la verdosa Escocia o dónde nos dé la gana. Léase ese "dónde", ya sabéis, como un estado de ánimo.

21 de febrero de 2008

THE LOCH NESS

Lo bueno de ser socio de la International Society es que no tienes que planear nada: ellos lo organizan todo por ti y tú simplemente vas. Anteriormente, ya nos habían llevado a Edimburgh y Stirling, a la Pollock House, la Burrell Collection y otros lares. El lago Ness tenía que caer en un momento u otro. Así que tú pagas por un trocito de papel con un número y un sello, y ellos te montan en un autocar, te llevan al sitio y te lo explican. Cuando la "explicadora" es una vikinga (no diré gorda por no ofender) sosa y que habla bajo y deprisa, es mejor que nadie te explique nada. Imaginaos un viaje de varias horas en el que a cada rato esa oronda rubia de cara rosa te taladra el oído con fideos en la boca (como diría Felipe González) y nada que decir. No motivaba, no. Ya sé que le pagan por hablar pero... sé de más de uno de los que se daban cabezazos contra el asiento de delante que hubiera pagado por callarla.

MULA

Como el lago Ness está lejos de Glasgow, se aprovechó el trayecto para conocer las Highlands. Sin duda, los paisajes de esta tierra es lo que hace que valga la pena visitarla. Las montañas, los castillos, los ríos, las puestas de sol (cuando hay sol), los acantilados y todo lo demás. Nos detuvimos en muchos de los lugares donde acontecieron las grandes batallas contra los ingleses. Olían a historia. Monumentos a los muertos, banderas todavía ondeantes... Cuando te detienes en un lugar en el que habitan tantos fantasmas ancestrales sientes algo en el pecho: se pueden respirar los siglos. Explicado por la rolliza escocesa sonaba tan aburrido y tan a colegio que daban ganas de quitarle todos los oscars a Mel Gibson e irse a casa. Por la noche, más fantasmas. Dormimos en un castillo encantado reconvertido en albergue. Música tradicional escocesa y ambiente de museo. A los chicos nos tocó dormir en la habitación con más leyenda. Había sido la antigua enfermería del castillo, de manera que habían muerto muchas personas y niños en ella. Se decía que muchos huéspedes habían visto pasearse una mujer vestida de blanco (¿Por qué los fantasmas siempre visten de blanco?), que se escuchaban llantos de niños y frases estremecedoras. Durante gran parte de la noche, recibimos visitas de los demás huespedes preguntando si era esa la habitación de los fantasmas. Para algunos fue una manera fácil de ligar. Más tarde, la sugestión nos volvió locos y varios de nosotros escuchamos voces. (No estabamos solos, es normal, ¿no?). Yo mismo escuché unos susurros extraños en el lavabo que me cortaron el pis. Fue divertido.

A la mañana siguiente, por fin, el Lago Ness. Sin contar a la botija narradora, no vimos ningún monstruo. Decepcionó un poco. El lago es enorme y bonito, sí, pero bueno, lo que lo hace famoso es el monstruo. No es que esperara encontrarme a Nessy haciéndose fotos con la gente pero, igual que con un poquito de ambiente uno acaba oyendo voces del ultramundo, pensé que al menos veríamos una sombra en el agua. Pero nada. Ni una mancha en las fotos a lo lejos, ni un reflejo. Estaría durmiendo por las profundidades, ya que un domingo por la mañana no es momento para visitar a nadie. De ahí, disculpo a Nessy, que es hembra, por cierto, como la tanqueta celta que nos siguió narrando también el viaje de vuelta. ¡Y cantó! Y es que, a veces, los monstruos no se buscan en el fondo de un lago, sino un poquito más cerca. A veces, una guía turística puede ser más tortuosa que cualquier lamento fantasmal. A veces, la realidad supera la leyenda, aunque, eso sí, con mucha menos gracia.

13 de febrero de 2008

DESDE LA TRISTEZA

Álex me pregunta: "¿Cuándo vas a dejar de escribir desde la tristeza?". Me gustan las preguntas. Me gustan más que las respuestas. Las preguntas abren, las respuestas cierran, y yo quiero abrir, siempre abrir. No hay una respuesta contundente, firme, que resuelva; pero sí hay preguntas maravillosas que te llevan por caminos mágicos, que te abren los ojos y te dejan ver con claridad unos segundos. Álex me pregunta con la ingenuidad de un niño; con la sabiduría de un maestro budista. Álex es un regalo. Mi regalo.

¿Crees que lo que escribo es triste?
No, pero está escrito desde la tristeza.
¿Y por qué será?
Está en tu naturaleza.
¿Y por qué?
Deja de hacerte preguntas, filosofillo me sonríe.

MULA

Hoy vuelve a estar nublado, pero las últimas dos semanas ha estado haciendo sol cada día. Ha sido tan raro que los habitantes de Glasgow iban por las calles con cara de susto, como si se acercara el fin del mundo o algo peor. Los pelirrojos no salían de casa. Y yo y Sara, Elisa, Ifa y los demás íbamos por las calles gritando: "Sunny! Sunny!" como idiotas. Ya sabéis que no hay persona más feliz que el idiota. Pues la idiotez de ver salir el sol ha sido lo más bonito de los últimos meses. No sabéis lo bella que es Escocia cuando sale el sol. Esos parques tan verdes, un cielo tan azul. Es un paraíso. Sin embargo, para que así sea, de la forma más natural, necesita de su mal tiempo, de su lluvia constante y sus nubes grises. Esa lluvia alimenta este entorno: los árboles, los campos, los prados extensos y llenos de vida que sin el mal tiempo no existirían. Y de repente un día, sale el sol y los pajaritos cantan; las ardillas corren entre tus pies durante tu diario camino a la universidad; sale el arcoiris y todo es brillo y armonía. Es hermoso. Glasgow se abre como una flor; una mariposa renaciendo desde la tristeza.

Aprovechando el buen tiempo, el sábado salimos de excursión. Saint Andrews es la antigua capital de Escocia y la actual capital mundial del golf. Tiene varios de los campos más importantes del planeta, dicen. No les hace falta regarlos, así que sale barato y ecológico. También tiene un castillo y una catedral en ruinas junto a un cementerio como los de las películas. Lejos de dar miedo, es una maravilla de lugar para pasear. Dan ganas de morirse para quedarse allí enterradito toda la eternidad. Luego, visitamos la calle principal, muy turística, muy mona. Adoro las casitas pequeñas. Y vimos la playa donde se rodó la escena de los atletas corriendo de "Chariots of Fire". Y el parque botánico. A la vuelta, estaba agotado y dormí como un bebé. Feliz. Haciéndome preguntas en sueños. Contento de estar aquí, de todo lo que estoy viviendo. Orgulloso de mí mismo y de mi naturaleza. Dormí con una sonrisa; abierta como un rayo de sol. Como un interrogante. Como Escocia después de la tormenta. Como un homenaje a la vida... desde la tristeza.

7 de febrero de 2008

VEINTIPICO

Cumplir años y hacer una fiestita. Como cuando éramos pequeños: con amigos, música, regalos y pastelito. Yo nunca he tenido afición a celebrar mi cumpleaños. Desde los doce años, más o menos, no había hecho una fiesta en casa. Supongo que es normal. Aunque tampoco he disfrutado de celebrarlo en general; eso es más cosa mía. Vas a cenar y te obsequian un libro o una película durante los postres. Te besan. Te firman una postal. Vas a una discoteca y pagas las copas a tus amigos. No quieres que sea un día demasiado especial. No quieres que sea un día cualquiera. Hay años que te gustaría saltártelo como si no existiera ese día en el calendario. Pero no podemos escapar de nuestro cumpleaños. No mola cumplir años (trato de creer que sí, pero me cuesta sentirlo sinceramente); lo que sí mola es estar vivo y no es posible una cosa sin la otra.

Cuando cumplí veinte, tuve una crisis. No quería dejar de ser adolescente. Creo que por eso sigo siendo universitario. Por eso soy erasmus: es como seguir jugando a líos de faldas y braguetas en los pasillos del instituto. A mí me gustan las comedias de enredo; las de puertas, armarios y relojes. Ser adolescente es jugar al escondite con tus amantes, los de los demás... Es jugar al ratón y al gato con tus instintos. El amor va de la mano de la eyaculación precoz. Es fugaz y bonito. Tienes (casi) todas las ventajas de ser adulto y (casi) ninguna de sus responsabilidades. No queremos que eso se acabe porque no entendemos que dejar de ser teenager es ganar y no perder. Los adultos seguimos jugando, pero con amargura y nostalgia. Jugamos tratando de ser lo que una vez fuimos en lugar de jugar como lo que ahora somos; con lo bonito que sería eso.

Al cumplir veinticinco, tuve otra crisis. Caía en sábado, era una cifra significativa y celebrarlo parecía una obligación. No sabía dónde esconderme. Al final, dejé colgados a dos grupos y medio de amigos y me escapé a Figueres (si por mí fuera, me hubiera ido a la Luna). Desconecté el móvil; estuve gruñendo en silencio toda la noche. Finalmente, me sentí peor. No estaba de humor para un cambio. A veces me siento muy platónico y pienso que en el cambio reside todo el mal del mundo. Sé que los cambios son siempre buenos, pero mi corazón y mi cabeza tampoco se ponen de acuerdo en esto. Un año cualquiera, por ejemplo éste, no me afecta especialmente (aunque vea los treinta acercarse amenazantes). Sin embargo, pasar etapas me incomoda. Me cuesta horrores cerrar las puertas detrás de mí. Sigo queriendo ser adolescente y que toda mi estupidez sea justificable. Tener un buen motivo para tomar decisiones equivocadas. No comprometerme con nada. Tener tiempo por delante para ordenar todos los planes soñados.

Cumplir años y hacer una fiestita. Ya ni me acordaba de lo que era eso. Estar tan lejos de casa lo vuelve todo tan distinto... Vino, tiramisú, poesías escritas para mí, una libreta y un montón de amigos. Como cuando era pequeño, pero siendo mayor. Creo que, poco a poco, voy aprendiendo.