Cuando Iván F. se despertó aquella mañana después de dos sueños inquietos, se sorprendió con la sensación de estar parando el despertador por segunda vez. Se levantó de su cama de otoño y fue al baño pequeño a lavarse la cara de las mañanas. La tarde anterior había llegado la compra que su hermana había realizado por internet. Por un error al pulsar el botón de aceptar, se había duplicado. De manera que recibieron el doble de todo lo que habían comprado.
—¿No has notado algo extraño en la compra? —preguntó su hermana más tarde por teléfono.
—¿Demasiadas olivas?
—Demasiado de todo.
Desde entonces, Iván F. empezó a sentirse un poco distinto.
—¿No has notado algo extraño en la compra? —preguntó su hermana más tarde por teléfono.
—¿Demasiadas olivas?
—Demasiado de todo.
Desde entonces, Iván F. empezó a sentirse un poco distinto.
Iván F. cogió dos autobuses para ir a su trabajo de las mañanas; el trayecto le pareció el doble de largo. Subió a la oficina en el primero de los cuatro ascensores que se abrió. Saludó a sus dos jefas y trató de no pensar que el tiempo pasaba el doble de lento los días que no tenía demasiado trabajo. Se tomó dos cafés. Entró dos veces a cada una de sus páginas preferidas de internet, ya que una vez visitadas todas, ya no sabía con qué entretenerse. Repitió las conversaciones de siempre con sus compañeros. Preguntó más de una vez: "¿Qué día es hoy?". Más de dos clientes se quejaron de recibir sus pedidos por duplicado. A las dos del mediodía, apagó el ordenador y se marchó diciendo adiós dos veces.
Al llegar a casa, abrió su nevera con el doble de comida y se preparó una tortilla de dos huevos. Comió frente al televisor viendo las mismas noticias repetidas primero en el telediario de Cuatro y luego en los informativos de Antena 3. Las mismas noticias que ya había leído aquella mañana en El País y luego en La Vanguardia. Iván F. necesitó lavarse su cara de las mañanas por segunda vez, aunque ya eran las cuatro de la tarde.
El espejo del armario del baño, dividido en dos por la abertura central, deformaba su rostro. Dos ojos, dos bocas, dos narices. A su izquierda, Iván F. creía ver a un hombre cansado de sí mismo. A su derecha, un soñador que nunca perdía la esperanza. No se atrevió a orinar.
Después de su trabajo de las tardes, Iván F. decidió ir a ver a sus padres, pero al llegar allí le dijeron que ya les había visitado antes por lo que decidió marcharse a casa. Vio dos capítulos de su serie favorita. Avanzó ideas de sus dos proyectos teatrales. Escribió dos posts, uno para cada uno de sus dos blogs. Finalmente, tras ver dos veces los mismos chistes en los programas de humor de las nueve y de las doce, se derrumbó sobre el colchón de látex que su madre le regaló por ser el doble de cómodo que los convencionales.
Iván F. se sentía agotado. Los lunes siempre le habían parecido dos veces más duros que los demás días. Tardó dos minutos en dormirse. Pero no consiguió descansar. Iván F. pasó toda la noche soñando con divisiones.
Al llegar a casa, abrió su nevera con el doble de comida y se preparó una tortilla de dos huevos. Comió frente al televisor viendo las mismas noticias repetidas primero en el telediario de Cuatro y luego en los informativos de Antena 3. Las mismas noticias que ya había leído aquella mañana en El País y luego en La Vanguardia. Iván F. necesitó lavarse su cara de las mañanas por segunda vez, aunque ya eran las cuatro de la tarde.
El espejo del armario del baño, dividido en dos por la abertura central, deformaba su rostro. Dos ojos, dos bocas, dos narices. A su izquierda, Iván F. creía ver a un hombre cansado de sí mismo. A su derecha, un soñador que nunca perdía la esperanza. No se atrevió a orinar.
Después de su trabajo de las tardes, Iván F. decidió ir a ver a sus padres, pero al llegar allí le dijeron que ya les había visitado antes por lo que decidió marcharse a casa. Vio dos capítulos de su serie favorita. Avanzó ideas de sus dos proyectos teatrales. Escribió dos posts, uno para cada uno de sus dos blogs. Finalmente, tras ver dos veces los mismos chistes en los programas de humor de las nueve y de las doce, se derrumbó sobre el colchón de látex que su madre le regaló por ser el doble de cómodo que los convencionales.
Iván F. se sentía agotado. Los lunes siempre le habían parecido dos veces más duros que los demás días. Tardó dos minutos en dormirse. Pero no consiguió descansar. Iván F. pasó toda la noche soñando con divisiones.
4 comentarios:
Lo siento doblemente!!!
Así ya tenéis la compra hecha para el mes que viene, excepto lo que sea producto fresco.
Lo de soñar que estás dormido y te despiertas me paso hace poco. Y en el despertarme del "dream within a dream" el piso estaba caótico: muebles boca abajo, habitaciones cambiadas de sitio, la ropa dentro de bolsas colgadas por la ventana... Todo muy raro... Hasta que me desperté de verdad, y para estar segura de ello me fui a mirar si todo estaba "normal" XD
¿Crees que a Mr. Freud le hubiera gustado mi sueño?
No pasa nada... jaja aunque tenemos que comer más olivas que quedan mil, jaja.
Reich, no sé qué opinaría Freud de tu sueño, pero a mí todo eso de las cosas boca abajo me suena a "arquitectura onírica", jeje. Igual te hace falta un kick de esos... Un beso.
sacando el lado más depravado que tengo, yo de ti SI hubiera orinado jajajaja!!!!
Publicar un comentario