SOUTH PARK |
Imagina el infierno y ponle aire acondicionado. Amuéblalo, píntale las paredes de azul corporativo. Compra ordenadores de segunda mano. Enmoqueta cada rincón. Contrata una línea telefónica. Un fax, una impresora, una máquina de café estropeada. Imagina el infierno y ponle lámparas fluorescentes y tendrás tu propia empresa.
Normalmente, no me gusta ir a trabajar. Y me duelen todas las collejas de mi padre cada vez que lo digo. De hecho voy a tener que dejar de decirlo que ya cansa. La mayoría de gente tiene un trabajo de mierda y no se queja. Así es la vida. Bienvenido al puto infierno.
Bastante duro es volver de vacaciones para que encima llueva. Para que empiece el frío. Para resfriarme. Y en la oficina siguen poniendo el aire acondicionado. Llego una mañana y me encuentro a mi jefa con un café en la mano dándole una patada a la puerta del ascensor para que no se cierre. Y le pregunto qué le pasa y me dice que ahora lo veré. Y entro a la oficina y veo a todos los jefes por allí y los trabajadores de pie y mi compañera Montse me dice: "Bienvenido al puto infierno".
Bastante duro es volver de vacaciones como para que un virus informático se cargue todos los ordenadores del edificio. A mí me huele a boicot. Hay gente que se quema y escribe un blog y otra que opta por métodos más efectivos. Así que no podemos trabajar y nos ponen al teléfono a hacer de contestador automático y a tomar a mano los pedidos. Pero a la media hora, eso no es suficiente, así que viene la de recursos humanos y nos pide que vayamos a las sucursales de Sant Cugat y Viloví a hacer el trabajo desde allí y nos da el dinero para un taxi.
Se me ocurren muchas razones para no hacer un favor a la empresa en general y a la tipa de recursos humanos en particular, pero prefiero obedecer ya que entre que voy y vuelvo es rato que no estoy trabajando. Soy así de básico y mezquino.
Efectivamente, al final no trabajé más de una hora y media. Fue distraido. Me dieron el ordenador de uno de los peces gordos y me dejaron utilizar su mail. Sorprendentemente (o no tanto) los almacenes en vez de tardar un día entero, me contestaban al minuto y sin protestar. Tenía un auricular inalámbrico con el que podía moverme a cualquier lado y una opción para ignorar las llamadas sin dejar rastro.
Pero la aventura solamente duró un día. A la mañana siguiente, la de recursos humanos nos trajo una gran bandeja con pastas de crema y chocolate. Le habíamos pedido más pasta, pero quizás no lo entendió bien. Y todo volvió a la normalidad que, al contrario que la visión de mis jefes, para mí es mucho más infernal que cualquier caos informático. Y es que infierno hay para todos los gustos.
2 comentarios:
ja ja ja ja!!!! Realmente bueno, y lo de as pastas de té lo mejor juasjuas. Nos vemos mañana en el puto infierno
Jaja, que grande. Espero que no odies a todas las de recursos humanos…
Un besito.
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