"There's only one thing stranger than what's going on inside his head. What's going on outside" (Barton Fink de Joel & Ethan Coen)
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1
—Pues yo tengo una idea genial para una obra de teatro —me dice.
Tiene un flequillo negro y brillante que empieza en el cogote y desciende lánguido por la cabeza y la frente hasta esquivar el ojo derecho justo cuando llega a la altura de las cejas.
No recuerdo cómo se llama, pero él se ha dirigido a mí por mi nombre ya dos veces, lo que resulta muy incómodo.
—Es una idea buenísima y muy sencilla de hacer que tendría mucho éxito...
Cuanto mejor habla de su propia idea menos ganas tengo de oírla. Ha creado unas expectativas tan altas que va a parecerme una mierda. Y no voy a saber qué cara poner. Ni qué decir. Y ni siquiera sé cómo se llama.
—Pues yo tengo una idea genial para una obra de teatro —me dice.
Tiene un flequillo negro y brillante que empieza en el cogote y desciende lánguido por la cabeza y la frente hasta esquivar el ojo derecho justo cuando llega a la altura de las cejas.
No recuerdo cómo se llama, pero él se ha dirigido a mí por mi nombre ya dos veces, lo que resulta muy incómodo.
—Es una idea buenísima y muy sencilla de hacer que tendría mucho éxito...
Cuanto mejor habla de su propia idea menos ganas tengo de oírla. Ha creado unas expectativas tan altas que va a parecerme una mierda. Y no voy a saber qué cara poner. Ni qué decir. Y ni siquiera sé cómo se llama.
Sucede a veces. Esa es la razón por la que no me gusta hablar con desconocidos. Te preguntan qué haces y tú dices: «Escribo». Y te mandan un archivo con 100 relatos que nunca vas a leer. Les dices que eres actor y te dan su videobook y un CD con fotos.
—Disculpa, creo que no me he explicado bien. Yo no me gano la vida con esto. Quiero decir, lo intento. Ya me gustaría. Pero, en realidad, no soy nadie. Trabajo en una oficina, ¿comprendes?
Y, entonces, además de agregarte al facebook, quieren que lleves su currículum a los de recursos humanos.
2
Estoy en una fiesta de cumpleaños en la que no conozco a nadie. Jota cumple 28. Es un buen chico. Rubio. Toca la guitarra. Compuso un par de cosas para un proyecto mío que nunca se llevó a cabo. Me cae bien. Yo a él también. Eso creo, porque me ha invitado a su fiesta. Pero estoy cansado hasta para emborracharme y no me interesa ninguna de las conversaciones. Y el plasta del flequillo no para de darle vueltas a cuatro frases tópicas sobre su supuesta idea genial:
—No sé si debería decírtelo. Ya sabes. Tú eres escritor y podrías robármela.
—Tienes razón. Podría robártela.
—De todas formas, me voy a arriesgar. Te lo voy a contar porque pareces buen tío y de confianza.
Siempre pierdo en este tipo de juegos de ingenio.
—Vale, de acuerdo.
—Es una idea genial. Ahora lo verás.
—¿Y por qué no la escribes?
—¿Escribirla? ¿Yo? ¡Uy, sí! Me encantaría... si tuviera tiempo. Pero estoy superliado preparando... estudiando... el postgrado.
—¿Qué estudias?
—Contabilidad.
Me quiero ir. Busco a mi amigo con la mirada. La mayoría en esta fiesta son mujeres. Una chica alta con trenzas se ha derramado un vaso de vermú sobre las tetas. No sé si por accidente o con qué intención. En el sofá del fondo, dos jóvenes atractivos se besan sentados junto a un chico bajito que trata de seducir a una mujer que ni siquiera le mira. Un señor mayor con cara de no saber de dónde ha salido se pasea entre la gente. Es un comedor grande de un piso del Eixample. Mi amigo tiene a cuatro mujeres alrededor hablándole muy deprisa, moviendo las manos y explotando en risas escandalosas que, a veces, él comparte. Le saludo con la mano. Él hace lo mismo. Intento que entienda que quiero que venga a rescatarme pero no lo consigo. Bastante tiene con rescatarse a sí mismo.
3
Cada tres palabras, respira y da un golpe seco con el cuello para apartarse el flequillo de la cara. Su idea es algo así como una obra de misterio en monólogos. Cada personaje es sospechoso de un asesinato como en una novela de Agatha Christie y el público tiene que adivinar quién es el verdadero culpable. Pero, al final, resulta que es un manicomio y que todos están locos y ni siquiera ha habido ningún asesinato. O algo así. La verdad es que ni siquiera sé si es una buena idea o una idea de mierda porque ni siquiera la he entendido.
—¿Qué te parece? —dice.
—Es original.
—La gente va a flipar.
—Sí.
—Si quieres escribirla, lo hablamos. Podríamos trabajarla juntos.
—Lo hablamos. Agrégame al facebook.
Tal vez acabemos follando después de todo.
La chica del vermú sobre las tetas ahora se está desnudando. Alguien ha subido la música. La gente está borracha. No sé lo que está pasando. Un argentino se ha puesto a tocar un tambor con un porro en la boca. Mi amigo se acerca y me dice:
—¿Lo estás pasando bien?
—Sí —digo.
Dos mujeres obesas se han subido a bailar encima de la mesa. Se va a romper. O eso espero. El chico del flequillo sigue a mi lado, pero no hablamos. Solo miramos la locura. Es como observar la creación del universo. Un Big Bang de seres absurdos descontrolados.
—Alguien ha estado repartiendo una droga que no ha llegado hasta nosotros —bromeo.
La mayoría de estas personas son artistas. Músicos, escritores, actores, pintores. Creadores incombustibles muriéndose de hambre. Algunos de ellos con mucho talento. Otros no tanto. Pero todos con la misma ilusión y las mismas ganas de dar con la oportunidad que les hará triunfar.
Mi madre siempre me dice: «A ver si te ve alguien y te descubre. A ver si te lleva a la tele o te da un trabajo de lo tuyo». Mi madre me quiere mucho, pero eso nunca va a pasar. Las cosas no funcionan así. Nadie descubre a nadie. No hay cazatalentos. No existe el manager que te ayudará a llegar a lo más alto. No somos más que una ingente masa de perdedores pidiéndonos favores sin ofrecer nada a cambio.
Nadie de esta fiesta triunfará nunca. El mundo no está hecho para gente como nosotros. Estaríamos dispuestos a chupársela a quien hiciera falta, pero ni siquiera sabemos cuales son las pollas adecuadas.
—Disculpa, creo que no me he explicado bien. Yo no me gano la vida con esto. Quiero decir, lo intento. Ya me gustaría. Pero, en realidad, no soy nadie. Trabajo en una oficina, ¿comprendes?
Y, entonces, además de agregarte al facebook, quieren que lleves su currículum a los de recursos humanos.
2
Estoy en una fiesta de cumpleaños en la que no conozco a nadie. Jota cumple 28. Es un buen chico. Rubio. Toca la guitarra. Compuso un par de cosas para un proyecto mío que nunca se llevó a cabo. Me cae bien. Yo a él también. Eso creo, porque me ha invitado a su fiesta. Pero estoy cansado hasta para emborracharme y no me interesa ninguna de las conversaciones. Y el plasta del flequillo no para de darle vueltas a cuatro frases tópicas sobre su supuesta idea genial:
—No sé si debería decírtelo. Ya sabes. Tú eres escritor y podrías robármela.
—Tienes razón. Podría robártela.
—De todas formas, me voy a arriesgar. Te lo voy a contar porque pareces buen tío y de confianza.
Siempre pierdo en este tipo de juegos de ingenio.
—Vale, de acuerdo.
—Es una idea genial. Ahora lo verás.
—¿Y por qué no la escribes?
—¿Escribirla? ¿Yo? ¡Uy, sí! Me encantaría... si tuviera tiempo. Pero estoy superliado preparando... estudiando... el postgrado.
—¿Qué estudias?
—Contabilidad.
Me quiero ir. Busco a mi amigo con la mirada. La mayoría en esta fiesta son mujeres. Una chica alta con trenzas se ha derramado un vaso de vermú sobre las tetas. No sé si por accidente o con qué intención. En el sofá del fondo, dos jóvenes atractivos se besan sentados junto a un chico bajito que trata de seducir a una mujer que ni siquiera le mira. Un señor mayor con cara de no saber de dónde ha salido se pasea entre la gente. Es un comedor grande de un piso del Eixample. Mi amigo tiene a cuatro mujeres alrededor hablándole muy deprisa, moviendo las manos y explotando en risas escandalosas que, a veces, él comparte. Le saludo con la mano. Él hace lo mismo. Intento que entienda que quiero que venga a rescatarme pero no lo consigo. Bastante tiene con rescatarse a sí mismo.
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Cada tres palabras, respira y da un golpe seco con el cuello para apartarse el flequillo de la cara. Su idea es algo así como una obra de misterio en monólogos. Cada personaje es sospechoso de un asesinato como en una novela de Agatha Christie y el público tiene que adivinar quién es el verdadero culpable. Pero, al final, resulta que es un manicomio y que todos están locos y ni siquiera ha habido ningún asesinato. O algo así. La verdad es que ni siquiera sé si es una buena idea o una idea de mierda porque ni siquiera la he entendido.
—¿Qué te parece? —dice.
—Es original.
—La gente va a flipar.
—Sí.
—Si quieres escribirla, lo hablamos. Podríamos trabajarla juntos.
—Lo hablamos. Agrégame al facebook.
Tal vez acabemos follando después de todo.
La chica del vermú sobre las tetas ahora se está desnudando. Alguien ha subido la música. La gente está borracha. No sé lo que está pasando. Un argentino se ha puesto a tocar un tambor con un porro en la boca. Mi amigo se acerca y me dice:
—¿Lo estás pasando bien?
—Sí —digo.
Dos mujeres obesas se han subido a bailar encima de la mesa. Se va a romper. O eso espero. El chico del flequillo sigue a mi lado, pero no hablamos. Solo miramos la locura. Es como observar la creación del universo. Un Big Bang de seres absurdos descontrolados.
—Alguien ha estado repartiendo una droga que no ha llegado hasta nosotros —bromeo.
La mayoría de estas personas son artistas. Músicos, escritores, actores, pintores. Creadores incombustibles muriéndose de hambre. Algunos de ellos con mucho talento. Otros no tanto. Pero todos con la misma ilusión y las mismas ganas de dar con la oportunidad que les hará triunfar.
Mi madre siempre me dice: «A ver si te ve alguien y te descubre. A ver si te lleva a la tele o te da un trabajo de lo tuyo». Mi madre me quiere mucho, pero eso nunca va a pasar. Las cosas no funcionan así. Nadie descubre a nadie. No hay cazatalentos. No existe el manager que te ayudará a llegar a lo más alto. No somos más que una ingente masa de perdedores pidiéndonos favores sin ofrecer nada a cambio.
Nadie de esta fiesta triunfará nunca. El mundo no está hecho para gente como nosotros. Estaríamos dispuestos a chupársela a quien hiciera falta, pero ni siquiera sabemos cuales son las pollas adecuadas.
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