25 de mayo de 2009

SÍNDROMES

SALA EL MONTACARGAS
Hasta el 31 de mayo (MADRID)
Jueves, Viernes y Sábados (21h)
Domingos (20h)

SALA TRIÁNGULO- Agosto (MADRID)


Roberto Alonso, ex-carnicero de Milwaukee ascendido a director, presenta estos días en Madrid un retorcido texto del que ya empieza a ser el padre de la nueva tragedia cómica catalana: Carles Armengol. Con la recién estrenada compañía Síndrome Teatro, el Róber orquesta un juego de mentiras e insania ágil, fresco, absurdo y muy divertido. El protagonista de Síndromes, un psicólogo típico héroe armengoliano, se enfrenta a una trama de enredo de lo más desesperante para él y disfrutable para el espectador; pues cuanto más se complica la trama, mejor nos lo pasamos. Así, a medio camino entre novela de detectives y comedia de los errores, la historia aumenta el interés y la tensión a medida que avanza, hasta una excelente explosión final. Entre risas, Síndromes nos muestra un abanico de personalidades trastornadas que, si aceptamos la metáfora, no están tan lejos de conductas que podemos tener nosotros mismos. Siempre tan cercano (hasta casi molestar) tanto en la profundidad como en la diversión, Armengol vuelve a obligarnos a hacernos preguntas sobre nuestra propia identidad. Si estáis en Madrid, acercaos al teatro sin miedo. Vale la pena y no saldréis sin reíros.

18 de mayo de 2009

¿QUÉ QUIERES SER DE MAYOR?

"Sin estudiar enferma el alma" (Séneca)
"Una profesión es el espinazo de la vida" (F. Nietzsche)


"¿Qué quieres ser de mayor?", me preguntaban los adultos agachados frente a mí retorciéndome el carrillo. Como a todos, supongo. De pequeño, no lo recibes como un interrogatorio, ni te parece una exigencia incómoda de responder. Es sólo una de tantas preguntas habituales cuyas respuestas has automatizado para contentar a los mayores. ¿Cómo te llamas? ¿Cuántos añitos tienes? ¿Qué has hecho hoy en el cole? La obsesión viene después, cuando la pregunta sobre lo que quieres ser en la vida se convierte en un imperativo insalvable. Interiorizas la cuestión y buscas respuestas que no aparecen tan fácilmente como esperan tus padres al preguntar durante aquellos primeros años. Porque se trata de "ser" algo de mayor. No importa lo que hagas sino lo que seas. Tus padres te dicen de alguna manera: primero, que no eres nada (todavía). Y segundo, que hay que ser algo si no quieres defraudarlos. No es nada bueno quedarse para siempre nihilántropo.

Yo quise ser muchas cosas. Cocinero porque nos disfrazaron de cocineros en parvulitos y me gustaba la canción que nos enseñaron. Después, barrendero porque ayudaba a mi abuela a barrer y me parecía divertido. Más tarde, abogado porque veía una película llamada Mi Primo Vinny que me hacía mucha risa. Luego, cuando fui más mayor, profesor. Y luego, periodista. Y al final estudié teatro, supongo que porque ser actor me permitía poder ser muchas cosas a la vez.

Pronto, muy pronto, seré licenciado en filosofía. No estoy seguro de que eso para mis padres sea mejor que no ser nada. Es curioso pero, a medida que te vas haciendo mayor, tus progenitores parecen preocuparse cada vez más por lo que vas a hacer en la vida y menos por lo que vas a ser. Yo en eso no tengo problema. Siempre estoy haciendo algo. Lo necesito. Por eso, ahora que acabo la carrera siento nervios, incertidumbre, y empiezo a tomar decisiones: quiero seguir estudiando. Pero no quiero un compromiso tan grande como hasta ahora. No quiero tener que ir a clase y todo eso. Así que es probable que me apunte en un plazo de menos de un año a la universidad a distancia. Me apetece empezar otra carrera, pero hacerla despacio, muy despacio. Compaginarla con posibles trabajos. Seguir disfrutando de hacer lo que verdaderamente me gusta en cada momento. Sin la pretensión de ser nada en concreto. Lo siento, papá. ¿Adivináis qué carrera he elegido?

PD: Mi madre ha traído más croquetas. ¿Alguien quiere?

11 de mayo de 2009

ENCARNA Y LA FÁBRICA DE CROQUETAS


Una de las ventajas de vivir cerca de casa de tus padres (de tu madre, concretemos) es que te puedes llevar comida preparada en cómodos tupperware. Es uno de los placeres que añoré dolorosamente en Glasgow. Quienes sean hijos de buenas cocineras sabrán de qué estoy hablando. Quienes sean hijos de madres poco dotadas en artes culinarias me entenderán igual, ya que las comidas de mamá son siempre únicas. Te acostumbran el paladar, yo que sé.

Encarna, mi madre, es buena cocinando muchas cosas: paella, lentejas con chorizo, pollo al horno, macarrones, cocido, pato a la naranja... Pero la comida que más me gusta llevarme son las croquetas. Mi madre prepara las mejores croquetas del mundo. El que me lo discuta que me espere en la calle, si se atreve, que le meto.

Mi hermana y yo vivimos a unas cuatro manzanas de las croquetas de la Encarna. Eso implica que siempre solemos tener; bien porque nos da cuando la visitamos o porque entra ella a escondidas cuando no estamos y las pone en nuestra nevera. El amor materno tiene un reverso tenebroso. Hoy es la cuarta vez que ceno croquetas esta semana. No sé cómo lo hace mi madre, si realmente tiene una fábrica de croquetas en casa, pero algunas veces llegamos a tener verdaderas cantidades industriales. En ocasiones el placer se convierte en pesadilla. Temo un día despertarme rodeado por montañas de croquetas. Temo hundirme en un suelo de croquetas movedizas que acabaran cubriéndome la cabeza. No poder respirar y que la única manera de salir a la superficie sea comer croquetas sin parar.

Esta noche al fin nos hemos acabado la última tanda. Creo que voy pasar unos días comiendo sólo ensalada y le voy a quitar la copia de las llaves a mamá.

2 de mayo de 2009

DESNUDO BAJANDO LA ESCALERA

"Las palabras no tienen absolutamente ninguna posibilidad de expresar nada" (Marcel Duchamp)

En 1913, se celebró en Nueva York el Armory Show, una exposición de Arte Moderno. Este cuadro de Duchamp que veis a la izquierda fue uno de sus escándalos. Al parecer, la gente se indignó porque, a pesar de su título (Desnudo Bajando la Escalera), nadie conseguía encontrar ningún desnudo. Los espectadores no sabían si desconfiar del artista o de sus propios ojos. Estos días estoy haciendo un trabajo de Estética y Filosofía del Arte, por eso ando preocupándome por estos asuntos. He pasado un buen rato observando el cuadro en cuestión y no saco conclusiones. O no veo nada o veo un desnudo o incluso varios si lo miro con demasiada atención. Nada de esto es fiable viniendo de mí, ya que soy fácilmente sugestionable. Aristóteles se quejaba de lo mucho que mentían los poetas. Estoy totalmente de acuerdo y creo que lo podemos extrapolar a todos los artistas. Me gusta el Arte Moderno. Quizá eso signifique que me gustan las mentiras.

Pero seamos honestos. El verdadero problema del supuesto desnudo que baja la escalera en sí no es del cuadro que es igualmente sugerente (para mí) con desnudo o sin desnudo. Puestos a desconfiar, el problema es del título. Y eso es lo que de verdad me importa de todo esto. El título está formado por palabras.

¡Qué cantidad de palabras para acabar diciendo que la culpa es de las palabras mismas! ¡Qué contradicción! Lo es. Últimamente estoy saturado de palabras. Trabajo con palabras en mi curso de escritura, en mis proyectos teatrales, en mis trabajos de filosofía. Leo y escribo. Todo palabras, todo actividad racional. Me siento mentalmente saturado. Creo que tengo que empezar a estimular otros aspectos de mí mismo. Mi lado emocional, creativo y mi dimensión inconsciente. Debería dejar de exprimir de esta forma mi racionalidad y dejarme llevar por otros lenguajes. Utilizar la mirada interior que tengo olvidada. Desnudo Bajando la Escalera es un cuadro que me estimula. Es un buen comienzo. Me encanta y no sé explicarlo con palabras. Me inquieta. Me satisface. ¿A quién le importa cómo se titule y por qué?