3 de agosto de 2009

TOLEDO

MULA
Hacía mucho tiempo que no hacía turismo por España. La verdad es que siendo mi propio país es una asignatura pendiente. Yo soy de los que piensa que siempre quedará tiempo para visitar la península ibérica a fondo, ya que la tengo tan a mano. Es como vivir en Madrid y no haber visitado nunca el Museo del Prado. Yo como no soy de Madrid sí que lo he visto, pero nunca he estado en la Fundació Miró. Eso mismo, extrapolado, es la razón por la que nunca he estado en Andalucía o en Galicia, cosa de la que no me siento nada orgulloso. Al contrario, me encantaría ir pero, como digo, siento que tengo todavía mucho tiempo por delante.
Toledo está a media hora de Madrid en Ave y cuesta sólo quince euros un billete de ida y vuelta. Además, vale mucho la pena. Conserva todo el encanto y la magia de la España medieval y, sin embargo, sin caer en decadencia. Al contrario: es una localidad esplendorosa. Sus laberínticas callejuelas están llenas de luz y colores ocre y marrón. Toledo es la España clásica que todos soñamos. Si fuera un turista extranjero, sería un lugar en el que me gustaría hacer parada. Cenar en uno de sus mesones y pasar la noche.
Álex y yo pasamos el día en Toledo. Él ya había estado allí antes, yo no. Nos hicimos unos bocadillos de hueva de Alicante con tomate y aceite de oliva y pusimos una botella de agua congelada en la mochila. Éramos probablemente los únicos turistas españoles del tren. De alguna manera, salvando las distancias, nos recordó a Edimburgo. Tiene también ese aire de ciudad museo. Obviamente turística, pero al mismo tiempo disfrutable en su autenticidad. Dimos varias vueltas por los mismos lugares y después simplemente nos sentamos a respirar la tarde a la sombra de una iglesia. Hacía un calor abrasador. Lo único que nos faltó por ver fue la Casa-Museo de El Greco que precisamente fue el único lugar que mi padre me indicó que debía ver. Yo quería, pero no la encontramos. Cosas del azar. En las calles de Toledo es fácil perderse. Si alguna vez vais, vedla por mí. Y no olvidéis pensar que un día las ciudades eran tan bellas y tranquilas como hoy sigue siendo Toledo. Cuando vuelves a casa desde un lugar así da para preguntarse qué sentido tiene vivir todos tan apretados, tan desconocidos, tan llenos de ruido, tan enfadados y llenos de estrés. Ya no se ve igual a la gran ciudad habiendo conocido un lugar como Toledo.

3 comentarios:

CARLES ARMENGOL dijo...

Un verano que Ginés y yo veraneamos en Madrid en una casa prestada también decidimos acercarnos a Toledo. Algo muy parecido a lo que tú cuentas, pero sin AVE (no había) y por mucho menos dinero. Era como coger un cercanís y plantarte en Girona... (por cierto, gran ciudad, también).

Y sí, Toledo es maravilloso... Pero para Ginés y para mi, siempre ques se habla de esa ciudad nos sale la misma frase al unísono: "Toledo, ¡qué calor!". Y es que la subida desde la estación hasta la ciudad monumental la recordaremos toda la vida. Si es que hasta en la sombra nos achicharrábamos...

PEro bonito, muy bonito, sí.

Belén dijo...

No he estado en Toledo, pero si mis padres y la verdad es que viendo las fotos que trajeron, es precioso!

Besicos

Anónimo dijo...

En el 95 viví 3 meses y medio en Madrid por traslado provisional de mi padrastro y fue horripilante (vivimos en Carabanchel alto, no te digo más). No le supe encontrar el punto mágico que todo el mundo le ve a Madrid, le tenía una rabia increíble y no hacía más que decir "En Barcelona esto es mejor, de esto también hay en Barcelona, etc" Y cada fin de semana nos movíamos un poco cuando ya hubimos visto toda la capital, y el primer finde fuimos a Ávila, el segundo a Segovia, y el tercero a Toledo y ya me enamoré y ya se me quitó toda la depresión y añoranza de Barcelona (de eso no podía decir q había allí...) Y a partir de ese finde fuimos todos los demás al mismo sitio, al segundo conocí a un tipo de unos 60 años y aluciné. Pasé un día sola por una callejuela y había una puerta de parking de una casa abierta y me llamó la atención, estaba lleno de objetos antiguos, muebles, cuadros, etc. Como el dueño de todo ese síndrome de diógenes estaba solo y aburrido quiso hablarme de su vida y me enganché como si de una novela por capítulos de la Vale fuera Jajaja!! Resulta que se había construido un ataúd de cartón a tamaño natural y debajo había puesto una cesta y un cartel que decía "Vendo mi vida si me ayudan a pagar mi muerte" . Pues eso, estaba vendiendo sus cosas para pagarse un funeral decente, era un caso pero me regaló muchas cosas que tenía de El Greco que a mi me encanta y me enseñó rincones que no creo q salgan en las guías. A cambio, mi madre y mi padrastro le invitaron a comer. En fin, puede parecer una chorrada pero en mí dejó un recuerdo imborrable y la sensación de que puedes encontrar gente increíble y muy valiosa para tu vida hasta en un parking lleno de trastos en una callejuela intransitada. Cuando quieras te enseño las cosas que todavía conservo!!! Te quiero Pelos!! Mua. Davi.