17 de abril de 2011

EL HUECO DE SU CUERPO

BALIETTI
Sucede que alguien se acuesta contigo y ya no hay manera de volver a dormir en medio de la cama. Cambias las sábanas. Le das la vuelta al colchón. Echas colonia por la habitación. Cambias de pijama. Luego llega la noche y nada más tumbarte descubres insomne una escandalosa erección en tu calzoncillo que más quisieras para tus ligues de borrachera.
Dos noche. Tres noches. No importa. Hay personas que una vez se meten en tu cama, no se van nunca.
Y el caso es que a ti te gustaba dormir solo y dar vueltas por el lecho hasta casi caerte por el otro lado. Enredarte con las sábanas. Estirar los brazos y las piernas. Y ahora da igual en qué postura te duermas; vas a amanecer a un lado, respetando el supuesto lugar del otro: el hueco de su cuerpo.
Es una pesadilla.
Quizás las mujeres no sabéis (aunque dudo que haya algo que una mujer no sepa) que la masturbación es el somnífero natural del hombre. De manera que no me preocupa demasiado que cada noche me visite el fantasma de nuestros encuentros pasados, pero quisiera saber si acaso vas a volver a sustituirlo o, en su defecto, cuándo me va a dejar solo.
Porque la soledad no es el verdadero problema.
Tenía un profesor de Metafísica que mordía una pipa mientras hablaba. La llevaba apagada. Y apoyando la codera de su chaqueta de pana señalaba a uno de nosotros y preguntaba: "Tú, ¿qué es lo trascendente?". Y así escuchaba nuestras diferentes respuestas y se reía.
Duermo bien. Ya no tengo pesadillas. Pero cada mañana se me hace más ancho el colchón y cuando me ducho, vuelvo a excitarme. Porque todavía sigues ahí besándome bajo el agua y enjabonándome la espalda. Y no tengo más remedio que esperar a que termines para vestirme.
He cambiado de champú. He cambiado el color de las toallas.
Pero la soledad no es el verdadero problema.
Cuando era pequeño, como mis padres estaban demasiado ocupados discutiendo, yo pasaba mucho tiempo jugando solo; con muñecos a los que le ponía voz o inventando personajes. Así suplía el hueco que dejaban y aprendí a ser independiente.
Pero desde que no duermo en medio de la cama, me he dado cuenta de que el verdadero problema no es estar solo, sino convivir con tu ausencia.
Mi profesor de Metafísica decía que lo trascendente eran las manchas de chorizo, puesto que van más allá del límite que las separa del chorizo mismo hasta atravesar el papel de servilleta del bocadillo que las envuelve. En él impregnan su olor, su color y su esencia.
Ahora no estás aquí. Pero algo de ti ha trascendido y no sé si quiero perderlo.

2 comentarios:

Misántropa 2.0 dijo...

Me gusta mucho como escribes. Cuando he leído esta entrada no he podido evitar acordarme de la maravillosa canción de Pablo Milanés: El breve espacio en que no estás.
Todavia quedan restos de humedad,
sus olores llenan ya mi soledad,
en la cama su silueta se dibuja cual promesa
de llenar el breve espacio en que no esta.
Todavia yo no sé si volvera, nadie sabe,
al dia siguiente, lo que hara.
Rompe todos mis esquemas,
no confiesa ni una pena,
no me pide nada a cambio de lo que da.

Anónimo dijo...

Tu profesor de metafisica es un puto sabio :)

Nuria