6 de marzo de 2011

PRE-OPERATORIO


Lunes, primera hora de la mañana. Estornudo desayunando y mancho de moco y cereales la pantalla del ordenador. Me parece una forma muy gráfica de empezar la semana. Limpio con prisas la leche chocolateada del radiador y la alfombra y salgo corriendo porque llego tarde al médico.
Tengo hora con el especialista. Últimamente veo más al urólogo que a mi padre. De hecho, creo que ya no puedo diferenciarlos. Llego a la consulta con los resultados del contraste, el electrocardiograma, los análisis de sangre y orina y la prueba torácica y ni las coge ni me mira a la cara.
¿Ha expulsado algo?
No.
¿Dolor?
Sí.
¿Sangre en la orina?
A veces. ¿Y usted en las venas?
Es más difícil conseguir que el urólogo autorice la operación que conseguir que mi padre me deje el coche un fin de semana. Si fuera mi padre, al menos tendría a mi madre para hacer presión psicológica y luego está todo el chantaje emocional y todo eso. Pero en esta consulta aséptica el único arma que tengo es poner cara de pena y no me sirve de nada porque ni siquiera me mira. La enfermera no para de sonreír como si estuviera drogada. Me dice:
La piedra es muy grandecita, ¿eh? y se ríe estúpida.
Ya no me cabe duda: está drogada. Es comprensible. No es fácil ir a trabajar todos los días, pasar la mayor parte del tiempo de tu vida en un lugar que odias, haciendo cosas que detestas sin atenuar el asco con alguna sustancia ilícita. Desde que voy sobremedicado a diario, se me pasan mucho más rápido los días y ni siquiera me acuerdo de que quería cambiar de trabajo y que no era feliz.
Vamos a tener que intervenir dice finalmente el doctor.
Le duele más que a mi padre prestarme dinero. Se nota en la desgana de su firma que lo vive como una humillante derrota. Y le digo:
No le pido que me quiera. Sólo que me haga caso.
Ya le llamarán del hospital para decirle el día de la operación- concluye.
Eso me recuerda a los castings cuando te decían "ya te llamaremos" pero después no llamaban nunca. Siempre había alguien más guapo, más alto, más gordo o más flaco, o con más pelo o con menos, depende de lo que ellos buscaran. Yo no soy mal actor pero no se trata de eso.
Ahora me toca esperar. Y lo peor es que si yo estoy mal, seguro que hay mucha gente con piedras más grandes que las mías.
Al llegar a casa y me siento frente al ordenador. Todavía hay restos de cereales en la pantalla. Entro al facebook y me hago fan del Voltaren.

4 comentarios:

ReichMT dijo...

Ains Ivan, que me has dado mucha penita con lo del urólogo-autómata y la enfermera yonqui. ¡Haberle preguntada que se tomaba para ser tan artificialmente feliz!

carles dijo...

¿Las radiografías son auténticas?
Eso sí es mostrar el interior de uno mismo... y lo demás son tonterías.

Ni piu dijo...

vagi b

Anónimo dijo...

Suerte y que te llamen cuanto antes, aunque la SS no se caracteriza por su rapidez, jeje