23 de julio de 2010

EL HOMBRE DETRÁS DE LA MESA 2

"Es toda una experiencia vivir con miedo, eso es lo que significa ser esclavo"  (Blade Runner)

WARNER
En el interior de la sala de espera de EXILIOR, los cristales tintados hacían que el sol se viera de color verde. Me acordé de las tardes de Glasgow, cuando los crepúsculos duraban lo que duran las noches en Finlandia y volvía cada vez la oscuridad. En cierto modo, nada había cambiado. Los cinco candidatos charlaban impacientes mientras yo miraba por la ventana. Mis cinco compañeros de trabajo optando por el mismo puesto de la competencia que yo charlaban amistosamente y yo deseaba que se pusiera el sol para el camino de vuelta, cosa que sabía que no iba a pasar.
Nos han citado a horas diferentes y, sin embargo, con este retraso nos hemos encontrado todos.
A lo mejor nos están observando.
A lo mejor uno de nosotros es un topo.
Iván F. está muy callado hoy...
Yo sonreí y llamaron al primer candidato a subir la escalera.
A mí me llamaron el cuarto. Los tres candidatos que entraron antes que yo bajaron contándonos que no les habían dicho nada:
Sólo hacen preguntas.
Subí despacio la escalera, uno a uno sus escalones de mármol negro, acariciando con rubor la barandilla de metacrilato. La intención era no llegar nunca. Pero pronto alcancé la cima y me vi frente al pasillo lleno de puertas. Recordé las indicaciones de mis compañeros: "la primera a la derecha". Mi mano temblorosa se posó sobre el pomo y como de un empujón entré en la sala.
Era un despacho enorme y al mismo tiempo completamente vacío. Parecía que nadie solía usarlo o que ni siquiera formaba parte de ninguna empresa. Al fondo de todo, con un gran ventanal detrás con vistas a las chimeneas, se encontraba un hombre detrás de una mesa; un tipo mayor con el aspecto de llevar más de cien años con mi historial laboral entre sus dedos raquíticos. A su lado, una chica más o menos de mi edad sonreía siniestramente como ya ningún ser humano es capaz de sonreír. Programada para empatizar, compensaba el áspero carácter del viejo.
Veo que ha estudiado usted filosofía...
Sí, señor.
Pero, ¿qué filosofía?
Pues... filosofía.
¡Ah! Filosofía... pura.
Aquel tipo tenía polvo en las hombreras. La chica solamente dejaba de enseñar los dientes para humedecer sus labios. Yo sólo quería que me ofrecieran un puesto con mejores condiciones y aquella gente lo único que hacía era preguntarme estupideces.
El hombre detrás de la mesa me preguntó: "¿Qué haces cuando un cliente te pide un producto que no tenéis en stock?". Y: "Trabajaste en Sanitat Respon, ¿es eso una ONG?". Y: "¿Cuándo estarías dispuesto a empezar si te seleccionamos?".
El hombre detrás de la mesa tenía los dedos peludos y anillo de casado, y no pasó de la primera página de mi historial laboral. La fémina sonriente le daba la razón con suavidad.
Pues si nos interesas, te llamaremos entre el lunes o el martes.
De acuerdo, pero no aceptaré un puesto de jornada completa ni horarios rotativos- dije y por primera vez, ella dejó de sonreír.
La habitación parecía haberse quedado repentinamente sin aire. El hombre detrás de la mesa tosió sin cerrar los ojos y durante eternos segundos nos miramos en silencio. Tuve miedo de que sacara de un cajón una pistola de rayos láser. Pero en vez de eso me dio las gracias y me estrechó la mano con fuerza.
Salí de la central de EXILIOR y caminé despacio bajo el sol. Sentí que había perdido el tiempo. Los pies me ardían y no me crucé con ningún ser vivo hasta salir del distrito industrial. Sentí que todos esos momentos se perderían. Volví a casa.
No esperé su llamada. 
Nunca llamaron.

1 comentario:

x dijo...

ya habrá otra ocasión....

saludos Iván