5 de diciembre de 2008

EL CAZADOR DE DRAGONES

Había una vez un chico que soñaba con ser cazador de dragones. Desde pequeño, era lo que más deseaba en esta vida. Así, para cumplir su máxima ilusión, al terminar la escuela, empezó a prepararse: entrenó, hizo todo tipo de cursos, leyó montones de libros sobre el tema. Finalmente, consiguió acceder a la escuela de cazadores de dragones donde estudió duramente sacando excelentes notas y aprendiéndolo todo acerca de los dragones. De esta manera, se convirtió en licenciado en caza de dragones y luego hizo un master. Habiendo dedicado sus mejores años a prepararse, por fin estaba listo. Y así salió al mundo para dedicarse a aquello que tanto anhelaba. Pero una vez allí, se dio cuenta que los dragones no existen. Y se dedicó a ser profesor en la escuela de dragones.


No mentí a Raquel cuando le dije el sábado pasado que estaba empezando a aterrizar en Barcelona. "¿Después de seis meses?", dijo. Es evidente que algunas cosas requieren su tiempo y que otras pueden tardar toda la vida en suceder, o no suceder nunca. Yo soy lento, me lo dicen. Y tardón... pero al final llego. Aquí estoy. Lo que no sé es dónde he estado todo este tiempo. Parece que mi alma se perdió en algún lugar del camino de vuelta. Es una pena ya que te pierdes un montón de cosas.

Esta semana, después de seis meses, conseguí convalidar correctamente las asignaturas que cursé en Glasgow. Estaba indignado. No me podía creer que fuera tan difícil, que los de la secretaría de la facultad fueran tan incompetentes. Siempre te falta un papel, ¿os suena eso? El lunes decidí plantarme allí personalmente, después de varios retrasos y errores por su parte. El lunes conseguí cuadrar mi agenda con sus horarios de apertura ya que para los que trabajamos por la mañana los bancos y las secretarias son sólo algo de lo que hemos oído hablar alguna vez. Llegué antes que abrieran para ser el primero y esperé allí tieso cargado de educación, paciencia, firmeza, humor y cabezonería. Me atendió un chico engominado y con muchos músculos. No pegaba mucho con una secretaría de filosofía. Llevaba una camiseta tan ajustada que más que vestirse parecía que se había envasado al vacío. Para que os hagáis una idea de la cantidad de problemas que ha causado mi tan aparentemente sencillo expediente, al decirle mi nombre, respondió: "Ah, eres tú". Me pidió cosas, habló con su superior. Le dijo: "Es ese". Y aproveché para entrar a la oficina. Seguramente me salté algún protocolo o algo, pero me dió igual. Me negué a volver de nuevo con más documentos y les amenacé con aparecer allí todos los lunes como una pesadilla que se repite hasta que lo arreglaran. Al cabo de dos días, mi expediente estaba al día.

Aunque este tipo de problemas son muy habituales, uno puede ponerse metafísico y sacarle conclusiones si le apetece. Puede pensar que hasta que no he estado aquí en cuerpo y alma, tampoco lo ha estado mi expediente. Tener trámites pendientes con Glasgow es como tener un pie en Barcelona y el otro en una nube. Como un gordo que no puede adelgazar hasta que no admite que realmente está gordo. Yo no he vuelto hasta que no he sido consciente de que todavía no estaba aquí del todo. Y es fácil adivinar por qué esta manía mía de no querer aterrizar del todo. No quería ver. No quería darme cuenta. Es como si por primera vez supiera que los dragones no existen y es tremendamente doloroso. Y no quiero acabar dando lecciones de la negación del mundo, así que me siento perdido. Quiero dar un salto en positivo y no sé cómo. Esto es el estar aquí que no quería, pero aquí estoy: hola a todos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bienvenido:)




Yo me invento mis dragones, por que no?

Si tu ya estas aqui, traeme a mi tambien, de donde quiera que me haya ido..


Te quiero.

Ella Baila Sola

Anónimo dijo...

Dos meses después de llegar de Canarias tuve la osadia de pronunciar esa misma frase: "Siento que todavia estoy aterrizando". La mirada de mi interlocutora fue casi de repulsa. Hay cosas que no son comprensibles para cualquiera. Hay viajes que no son solo viajes si no el trámite de un contrato de propiedad que firmas contigo mismo y, a partir de entonces, tu vida te pertenece solo a ti.
Cuesta hacerse a esa idea, es mucha responsabilidad.
Ojalá que existan tus dragones.

xesca dijo...

No dejes que nadie te diga enlos dragones que debes creer. Si tu kieres que existan, pues que existan, que narices.
Para eso eres filósofo no? Inventate un silogismo que demuestre su existencia. Jaja.
Te quiero!! Gracias por volver!!

Anónimo dijo...

Ay tu dragoncito que cansado está!

Aquí me tienes en la red desde Marzo...

Con este que tira fuego por la boca pero es inofensivo, tienes bastante. Ajaz.

Un beso