22 de noviembre de 2011

EL EFECTO IMITACIÓN

"I am an emotional plagiarist, stealing other people's pain, subsuming it into my own until I can't remember whose it is anymore" (Sarah Kane)

Aquella noche tampoco pude dormir bien. Ganó el Partido Popular por mayoría absoluta y soñé que unas gaviotas me comían los ojos. Es cruel celebrar las elecciones un domingo. ¿Cómo quieren que al día siguiente vayamos a trabajar como si nada? En Inglaterra, se vota un viernes y así luego puedes ir a emborracharte y tratar de olvidar.
Pero yo vivía en España y aquel lunes funesto, la frecuencia habitual de la línea uno había sido interrumpida por una tercera persona. Yo que nunca entendí los eufemismos, miré el reloj mientras el resto de pasajeros clavaban sus ojos en las vías desde el andén. Yo me preguntaba:
¿Una tercera persona? ¿Y las otras dos?
"Veintiocho suicidas se tiran cada mes a las vías en Barcelona, sumando metro y ferrocarriles", decía una estadística de la época. Me lo explicó mi profesor de redacción informativa. Un acuerdo con los medios silenciaba este dato, al parecer, porque existía la creencia de que si se supiera, se produciría un efecto imitación y los intentos de suicidio se multiplicarían.
Como si veintiocho al mes fueran pocos.
El caso es que todos a mi alrededor miraban los raíles como cuando miramos el mar en primavera. Yo era joven todavía, no estaba casado. Mis amigos habían empezado a hacerlo: primero una pareja; al cabo de un tiempo, dos más; y en seguida empecé a tener tres bodas al año. Algunos ya tenían hijos. Primero una pareja; al cabo de un tiempo, los demás.
Eran unos años en que si te quedabas en paro, todos a tu alrededor estaban en paro. Si tu pareja te abandonaba, te salían amigos solteros por todos lados.
Y yo no conocía a nadie que hubiera votado al PP, pero ahí estaba Mariano botando en el balcón de la calle Génova.
Los altavoces del metro insistían en lo de la tercera persona y una mujer con un niño paseaba al borde del andén. Como cuando te dicen: "No pienses en un elefante rosa", y entonces no puedes pensar en otra cosa.
Yo nunca vi a nadie tirarse a la vía, pero ahí estaba la estadística. El metro tardó en venir.
Eran tiempos oscuros.

1 comentario:

PATIÑO dijo...

Yo había oído eso de que no se publicaban lo de los suicidios en el metro porqué se multiplicaban. Dicen, que ha pasado lo mismo pasa con los que matan a sus cónyuges, saben que no serán los únicos!
No haré comentarios respecto a las elecciones..