10 de octubre de 2011

GAMBIA: Capítulo final

El Sheraton es un hotel de cinco estrellas que teníamos justo delante de casa. Son un engorro este tipo de hoteles, acaparan toda la playa y no puedes pasar. Cada vez que bajábamos al mar teníamos que rodear su enorme recinto y dar toda la vuelta. Tardábamos mucho. Por el camino se nos iban acoplando niños o rastafaris que nos contaban su vida. Al llegar a la playa, paseábamos hasta la zona privada del Sheraton y todos nuestros acompañantes se despedían de nosotros. Había una frontera invisible que se negaban a traspasar. Un negro no puede entrar a según qué sitios a no ser que esté trabajando.

SHERATON
Un día nos cansamos de dar la vuelta y decidimos colarnos en el hotel. Nos pusimos nuestras mejores ropas de piscineros: gafas de sol baratas, sandalias y sombreros. Y con la cabeza bien alta cruzamos la caseta del vigilante y pasamos bordeando la barrera. El tipo se nos queda mirando.
Good morning.
Good morning.
Era evidente que nadie entraba a ese hotel caminando. No tenía puerta de entrada. Solo carretera. Quién se paga un hotel de cinco estrellas sale con chofer y más en un país como éste. Los sacan en coche y los llevan directamente a los lugares más turísticos y poco más, no sea que se vayan a asustar.
Pero tenemos la suerte de ser blancos. Un empleado negro por mucho que vea claramente que nos estamos colando no va a decirnos nada por el simple hecho de ser blancos. Y así es como pasamos el hall y hasta empezamos a hacernos fotos. Había tanto lujo que daban ganas de gritar:
Champagne for everyone! pero no lo hicimos.
En lugar de eso, Ainhoa gritó: "¡Por el ascensor! ¡Bajamos por el ascensor!". Los recepcionistas no dijeron nada y bajamos a la piscina.
Nos sentamos en el bar y el camarero nos preguntó por la pulsera. Le dije que queríamos pagar en efectivo.
Ok. No problem.
Gambia no problem. Así fue como nos tomamos las primeras cervezas frías de todo el viaje.
El último día, volvimos al Sheraton. Se había vuelto una especie de adicción. Un capricho irrenunciable. Nos acompañaban Omar, Israel y Kalipha que habían madrugado esa mañana para traernos mango. Al llegar a la puerta del resort empezaron a despedirse de nosotros.
"Un empleado negro nunca le va a decir nada a un turista blanco. Nos hemos colado varias veces. ¿Qué pasa si invitamos a unos niños negros a entrar con nosotros?", nos preguntamos.
Y sin pensarlo ni un segundo, les cogimos de la mano, uno cada uno y pasamos al recinto. Los niños alucinaban, nunca habían visto nada semejante. Los trabajadores del hotel les silbaban y bromeaban con ellos.
¡Qué suerte habéis tenido! les decían.
Y vieron el hotel, la piscina, nos bañamos en la playa. No podía vérseles más felices. Pasamos un par de horas jugando y charlando.
El remate fue al marcharnos cuando a alguien se le ocurrió preguntar:
¿Alguna vez habéis subido en un ascensor?
¿Recordáis la primera vez que subisteis en un ascensor? Yo no. Ningún europeo puede acordarse de algo así. Es una experiencia banal, cotidiana, sin ninguna emoción. Pero para esos niños fue el colofón de una gran aventura. Sus caras en el ascensor de cristal eran como de montarse en la montaña rusa. Y les divirtió tanto que subimos y bajamos todo el hotel dos o tres veces contemplando el mar desde la ventana. Siempre recodaré ese momento.
Pasadas las semanas, todo el viaje parece un largo sueño. A veces me pregunto si realmente estuve ahí y viví todo eso. Por suerte están las fotos y los vídeos. Y mis amigas diciendo que cuando leen lo que escribo sienten que están en Gambia otra vez y lo reviven.
Son viajes que cambian las cosas. Para mí ya nunca será lo mismo llegar a un aeropuerto, ni ir al mercado, coger un taxi, ni subirme a un ascensor. Y eso es lo mejor de todo. No puedo hacer otra cosa que sentirme agradecido.

Gambia is different and it made me different too.

2 comentarios:

Mon dijo...

sinceramente,todas tus aventuras por Gambia me han encantado, y reconozco que el hecho que se hayan acabado me da cierta tristeza, porque es como leer esas novelas que en la epoca del realismo se compraban por capítulos, como las que hizo Charles Dickens. Muchas gracias por haber compartido con todos tu hermoso e impactante viaje!!

PATIÑO dijo...

Se me han puesto los pelos de punta con este último relato! El viaje una pasada como experiencia personal. Parece una tonteria, pero estas cosas marcan mucho! Es un antes y un después!
Besos!