13 de junio de 2011

HOLDING HANDS

En El Curioso Incidente del Perro a Medianoche de Mark Haddon el protagonista autista auguraba lo que iba a suponer un buen día dependiendo de la cantidad de coches rojos seguidos que se encontrara camino del colegio.


Hoy he tenido que ir a trabajar en tranvía. Es la Segunda Pascua, una fiesta tan difícil de explicar como por qué la Semana Santa cae diferente cada año. Pero yo tengo que trabajar porque mi empresa prefiere pagarme extra y darme un día a elegir que perder cuatro llamadas y dejarme vivir una vida normal. 
Así que he salido a la calle y estaba completamente vacía como en una de esas películas apocalípticas en la que la raza humana se extingue y he sentido ganas de correr por la calle de Sants gritando: "¡Soy leyenda!". Pero llegaba tarde.
La línea azul no funciona estos días porque están trabajando para mejorar el servicio, dicen. De entrada, la mejoría me supone ir corriendo al tranvía para no demorarme más. Dentro del vagón hay otros seres humanos a parte de mí, lo cual resulta reconfortante. En frente, algunos asientos más adelante, dos chicos se cogen de la mano. Me quedo observando. Ellos no perciben mi presencia. El más moreno, sin soltarle los dedos, acaricia la rodilla de su acompañante que asoma depilada por el roto de su pantalón vaquero. Ya casi estoy llegando y me doy cuenta de que no he validado el billete.
El edificio de oficinas también está desierto. Nadie va a trabajar excepto nosotros. Y somos tan insignificantes que ni siquiera encienden el aire acondicionado. Mi jefe es compasivo (y también pasa calor) así que nos rodea de ventiladores ruidosos y casi se precipita al vacío tratando de abrir una ventana. 
Se me caliente la cabeza y no sé cómo termino sacando bíceps para que mi compañera de la derecha compruebe que ya se nota el gimnasio y puede que se le empañen las gafas o que ni siquiera haya sucedido nada de eso. Ni que me sude el calzoncillo. Ni que me mande por error correos a mí mismo.
Y salgo a la calle de vuelta a casa y al girar la esquina me cruzo con otros dos chicos cogidos de la mano. 
Son para mí como los coches rojos del niño autista del libro. Y a pesar del calor y la confusión y de haber trabajado de pronto estoy convencido de que hoy será un día super bueno.
Entonces, el más alto de los dos se acerca a mí y me dice:
¿Qué pasa con tu blog? Hace un mes que no escribes.
A lo que yo respondo:
Lo sé. Es que he estado soñando despierto otra vez.

1 comentario:

PATIÑO dijo...

Me ha gustado!! Echaba de menos leer algo tuyo...