6 de abril de 2010

DESTRUCTOR DE DOCUMENTOS

"Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo"  (Ludwig Wittgenstein)


Ayer fui a trabajar. Día de la mona. Fue un duro golpe para mi niño interior. Según mis superiores, nosotros solamente tenemos fiesta los días que sean festivo nacional, ya que atendemos a toda España. Por este motivo, tuve que venir a trabajar el pasado jueves aunque era fiesta en catorce comunidades autónomas. No es festivo nacional, hay que venir. Obviamente, no hubo apenas llamadas. Ayer, más de lo mismo. Eso sí: mi jefa está de vacaciones.
Cuando no hay faena, pueden suceder dos cosas: o que te dejen tranquilo curioseando por internet, o que te den tareas inverosímiles. Yo, que me siento muy cerca de la esquina que da al pasillo, soy como uno de esos productos de supermercado no necesarios y caros que colocan estratégicamente al principio de las isletas de los stands para incentivar al cliente para que los compre.
Iván, ¿puedes destruir estos documentos?
Sé lo apasionante que puede sonar eso, pero os recuerdo que no trabajo en un despacho de la CIA. Los documentos a destruir no son más que faxes de pedidos de clientes. Lo más interesante que podría encontrarme sería como máximo el fax de un cliente que harto de nosotros nos manda su culo fotocopiado. Pero no hubo suerte. Todo lentes.
Allí estaba yo sin día de fiesta, sin llamadas, sin mona, metiendo folios (máximo de tres en tres) en la destructora de documentos. Y lo peor de todo es que prefería eso a mi trabajo habitual. Tenía algo relajante. Lo malo es que, como todo en mi empresa, el aparatejo es de poca calidad. Se atranca. Se para. Se calienta. Hay que tener mucha paciencia. Airearlo, darle su tiempo. Conozco personas que se identificarían con él. Ayer, después de veinte minutos dándole caña, hizo un extraño ruido, sacó un hilito de humo y se paró para siempre. Descanse en paz. Entonces, pude volver a mi puesto de trabajo.
Algunas veces me da vergüenza decir que soy teleoperador. La gente asocia la palabra "teleoperador" con pesados que llaman para molestar o personas a las que llamar para meter broncas. No les falta razón. Cuando digo que soy teleoperador las miradas varían entre el odio y la compasión con su amplio abanico de matices. Por eso cambié el término y empecé a decir: trabajo en un call center. O bien: gestiono la atención al cliente de una empresa de lentes. Os aseguro que las reacciones cambian radicalmente. Hay algo en las palabras que nos limita, pero dentro de esos límites, si somos listos, podemos hacer que jueguen a nuestro favor.
Alejandro Jodorowsky dice que somos infelices porque nos sentimos incapaces de realizar los sueños extraordinarios e imposibles que planeamos cuando éramos niños. Queremos ser diferentes, cualquier cosa menos los adultos en los que nos hemos convertido. Por eso, Jodorowsky propone cambiar el nombre a nuestro oficio. Inventar nombres imaginarios que se correspondan con nuestros sueños infantiles.
Yo ya no soy teleoperador: soy destructor de documentos. O mejor: mago de los faxes. Inventor de tiras de papel. Catalizador de voces. Soy hipnotizador de insatisfacciones. Dador de gracias, buenos días. Fabricante de previsiones. Malabarista de albaranes. O si lo preferís: alquimista del mal humor; escultor de ideas preconcebidas; cuidador de secretos; consultor de inseguridades; aprendiz de cortinas de humo; buceador de malas coberturas; prestidigitador de retrasos; soñador de festivos nacionales. Cualquier cosa menos teleoperador. Nunca más.
Y funciona... Tenéis que probarlo.

4 comentarios:

Semana Ando dijo...

besooooooooosssssssssssss escritor!

;)

x dijo...

la casta de los metabarones del jodorowsky , bajatela si puedes es genial !

de los poquisimos comics que valen la pena...

Rafael Arenas García dijo...

Bueno Iván, lo que eres (y no debes olvidarlo) es un artista, un escritor, una persona inteligente y sensible. Eso es lo que eres. Otra cosa es lo que haces unas horas a la semana con el fin de obtener cierta cantidad de dinero. Es común en los artistas que tengan otras ocupaciones. William Carlos Williams era ginecólogo; Wallace Stevens, trabajaba en una compañía de seguros; Pablo Neruda fue diplomático (creo); y Antonio Gamoneda, empleado de banca... "Ivan F. Mula, después de Licenciarse en Filosofía, trabajó un tiempo como teleoperador; algunas de sus mejores creaciones de esa época están inspiradas en sus experiencias laborales. Años después las convirtió en una comedia ("Calling the center back") que aún sigue representándose en Nueva York con gran éxito." Saludos.

Anónimo dijo...

Gracias a todos por los comentarios! Es verdad que muchas de las ideas para teatro o para cosas que escribo salen de los trabajos que odio. Me conformo por el momento hasta que venga algo mejor... Mientras igual me sale un "El Club de Lucha", un "13,99" o un "Glengarry Glen Ross". Besos!