14 de septiembre de 2009

TORINO (ITALIA)

Viajar sin Álex fue muy raro. Tuvo que ir a visitar a su familia a Alicante y lo añoré todo el rato. Mi avión era de Iberia. Muy pequeño. El avión más pequeño en el que he viajado nunca (sin contar el de El Tibidabo). La azafata no nos dio la bienvenida de parte de la tripulación, sino que dijo: "el comandante y yo". Pero el vuelo fue tranquilo y no hubo retrasos. Sara me esperaba en el aeropuerto de Torino. Hacía un año que no nos veíamos. Desde que acabé el erasmus, no había visitado todavía a nadie de mis ex-compañeros. Y, en seguida, todos los recuerdos y hablar sin parar en inglés. Fuimos en coche hasta el centro y me enseñó por encima la ciudad. Torino no es una gran capital, pero es una típica ciudad italiana. En ese momento, agradecía un viaje en el que no había que visitar montones de cosas, sino que simplemente podía relajarme y pasear.

Más tarde llegó Alessia con su habitual caos lingüístico y su beautiful mundo rosa. Me rompió varias costillas en el primer abrazo pero me recuperé en seguida tomando un gelato di stracciatella. Si algo tiene de bueno Italia es la comida. La ciudad me pareció muy bonita, muy auténtica. Me sentí como supongo se siente Woody Allen visitando Barcelona. Además, siendo Torino no muy turística, me gustó más todavía. Sentí estar en la verdadera Italia. Aquella tarde visitamos varias de las iglesias (todas católicas, claro) de la ciudad. Una de ellas, la Gran Madre, me pareció la más bonita, aunque a una de las chicas no la dejaran entrar a causa de su descarado escote. "No deberías vestir así", le dijo el cura en italiano. Algunas antiguas ruinas romanas como la Porte Palatine cerraron la tarde. Y cené una deliciosa pizza 4 stagioni en mi primer verdadero restaurante italiano. Indescriptible el placer que mi paladar sintió.

Por la noche, subimos con el coche a la Superga: una catedral que reina Torino desde lo alto de una montaña y que es también un mirador y un perfecto lugar para contemplar las estrellas. Se llena de parejas cuando se pone el sol. Allí mismo, hace no sé cuántos años, se estrelló un avión en el que viajaba un equipo de fútbol italiano y murieron todos. Detrás de la catedral, más o menos en medio de la oscuridad del bosque, hay una lápida con velas y sus nombres. Mis caprichosas amigas italianas me obligaron a visitarlo a pesar de mi comprensible oposición a buscar una tumba en la oscuridad de una montaña. Pero me llevaron y vi la tumba a pesar del pánico y ningún asesino en serie ni fantasma estuvo allí para hacernos nada.

A la mañana siguiente, desayuné en la terraza de una cafetería de Troffarello, el pueblo de Sara cerca de Torino donde en realidad me alojaba: capuzzino y brioches de chocolate. Creía estar en el cielo. Ese día fuimos a comprar comida para cocinar en casa auténtica pasta italiana. Así Sara me deleitó con unos gnocchi con salsa de fontina, gorgonzola, mozzarella y brie. Luego fuimos a buscar a Elisa que vino desde Forli y fuimos a un cumpleaños de una amiga de Sara donde pude practicar mi italiano inventado. Fue difícil para mí saludar a todas las personas que me presentaron esa noche. Los italianos dan dos besos como nosotros, pero empiezan por el lado contrario. De manera que es fácil, por error, acabar dando un beso en la boca a alguien. Por suerte, no sucedió. Y en el caso de las personas mayores, opté por dar la mano, ya que un error en un caso así podría haber sido dramático.

Los siguientes días aprendí algo de italiano que ya he olvidado. Mi manera de practicar es tratar de hacer rimas obscenas. Es un método curioso pero funciona. Además, lo primero que aprendes son las palabrotas y las guarradas. Por lo tanto, mejor seguir desde ahí. También fuimos al Museo del Cine que es, con diferencia, lo mejor del Torino moderno. Y al palacio de la Venaria Reale y sus jardines que, aunque era demasiado caro, es un lugar muy hermoso. Y llegó el momento de irse y volver a despedirse de todo. Nunca me acostumbro a eso. Pero, eso sí, antes disfruté de una última comida italiana por gentileza de los padres de Sara (sobretodo de la madre), con su antipasta, pasta, carne, ensalada, quesos y todo lo demás. Una gente maravillosa...

El avión de vuelta era el mismo. Creo que incluso la misma azafata. Tampoco hubo retrasos. Pisé puntual y algo triste el suelo de Barcelona. Llevaba en mi mochila un montón de sensaciones y un cd de Renato Carosone que le había comprado a mi padre. Se habían terminado las vacaciones. Ahora sí. Llegaba septiembre y la rutina. Y ya tocaba buscarse un trabajo. Un trabajo que no tardé en encontrar...

Continuará...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta un monton aprender el espanol con las rimas obscenas y tu eres mi mejor profesor! :D Tienes que entrenarte para el proximo "meeting"! Los dias en Torino fueron una pasada, tenemos que repetir very very soon...i hope! :)

Ah, excuse me for my languages and for my tongue!

Baci e abbracci, elisa

carles dijo...

Italia es un gran país, sobretodo para ir de visita. Para vivir, pues no sé... debe ser algo caótico, y encima está Berlusconi.

Qué curioso que volvieras con un CD de Renato Carosone, pues yo viajé a Madrid en furgoneta con Sergio, David... y el tal Renato. Los otros no lo conocían, pero se divirtieron con las tarantellas, y otros ritmos divertidos.

Por cierto, ¿ya tienes trabajo? Tenemos que hablar, nen. Un besazo.