13 de julio de 2009

SOMBREROS

Era un hombre que a lo largo de su vida y por diferentes circunstancias perdió sus piernas; más tardé perdió sus brazos; y finalmente, tiempo después, perdió todo el tronco. De esta manera, sólo le quedaba su cabeza. Así que la cabeza de este señor se fue a vivir con su familia para que le cuidaran. Y así pasaron los años, siendo una sola cabeza. Un día, en su cumpleaños, su familia le prepara una fiesta. Impaciente e ilusionado se pregunta: "¿Qué me van a regalar?". La familia le entrega una caja con un lazo. La cabeza del señor da saltitos sobre la mesa emocionado. Despacio, abre el paquete con los dientes y al ver el contenido grita desilusionado: "¡Oh, no! ¡Otra vez un sombrero!".


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Pues claro. ¿Qué le van a regalar a una cabeza? Si eres una cabeza, te regalan sombreros, ¿qué sino? A mí, al contrario que al señor-cabeza del chiste, me encanta que me regalen sombreros. Un sombrero es uno de esos irresistibles caprichos que raramente me concedo. Así que si es otro quien me lo compra, yo encantado de la vida. Una vez me regalaron un sombrero y me lo puse bastante. Era invierno y el sombrero era horrible. Creo que era de mujer, pero a mí me daba igual porque me hacía ilusión llevarlo. Al fin y al cabo no lo había elegido yo. Fue en un amigo invisible y creo incluso que hubo una equivocación ya que no escribimos nuestro nombre en el papel sino otra cosa más difícil de acertar que no recuerdo. Había una mayoría de chicas así que a mí me tocó recibir al final el sombrero ese. Recuerdo que me tapaba las orejas y me las mantenía calentitas. También mi amiga Sara me regaló un gorro verde cuando llevaba el pelo afro. En él escondía mis rizos y cuando me los corté, el gorro me quedaba enorme y me cubría toda la cabeza.

Todo esto viene porque me he comprado un sombrero recientemente y porque cuando soy yo quien lo compra, no me lo pongo. Curioso fenómeno. No es la primera vez que me pasa. En Londres me compré uno que sólo me puse una vez. Incluso lo tuve en Glasgow y nunca lo usé. Al final lo abandoné en mi piso escocés cuando me mudé de nuevo a España. Quizás lo usa alguien hoy en día, no lo sé. Era bastante chulo, la verdad.

Yo para comprarme un sombrero soy como Cenicienta: tiene que ajustarse perfectamente a mi cabeza, como si lo hubieran hecho especialmente para mí. Y aun así, me cuesta mucho decidirme. Mi actual sombrero lo vi en Madrid, con Álex, creo que en Pull & Bear. Estaba el pobre ahí abandonado en medio de las rebajas. Lo cogí, me lo probé y ya no quería soltarlo. Tampoco sabía si comprarlo. Estuve un buen rato dando vueltas con el sombrero en la mano. Finalmente, me decidí a comprarlo, aunque no a ponermelo (todavía). Lo tengo en el armario, aún con la etiqueta puesta.

Confío en que no me pase con mi actual sombrero como con mi sombrero de Londres. Ahora mismo tengo la excusa del calor. Ya veremos en otoño qué ocurre. Yo quiero ponérmelo pero es que tengo miedo a no saber combinarlo o a llamar demasiado la atención. Si por mi fuera, lo llevaría todo el día. Me entra tan bien, me acaricia la coronilla. Pero luego está la sociedad y todo eso. ¿No debería tenerlo ya superado?

Para mí, encontrar un sombrero que me guste es como encontrarme a mí mismo. Típico delirio frívolo. Lo miro al pobre dentro del armario y me veo en él. Hay un libro de un psiquiatra llamado Oliver Sacks que cuenta, entre otras, la historia de un hombre paciente suyo con problemas de percepción que al marcharse de su consulta cogió su sombrero de la mano e intentó ponerse a su mujer en la cabeza. Si eso puede ocurrir, yo me pregunto: ¿puede uno confundirse a sí mismo con un sombrero? Cualquier día mi nuevo sombrero saldrá a pasear mientras yo me quedo en casa llenándome de polvo dentro del armario. Porque el mundo es lo que tú piensas que el mundo es. Mi sombrero es hoy lo que corresponde a la pobre visión de mí mismo. Si pensabais que el señor del chiste era triste, fijaos en mí. Ya no soy ni una cabeza: me he quedado en sólo el sombrero.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Ese libro es genial, creo que me lo he leído un par de veces.
Te das cuenta que muchas veces las personas perciben las cosas de manera distinta y aunque en ese libro las personas están enfermas, en lo cotidiano, muchas personas no lo están y aún así todo es distinto...
Los sombreros te quedan bien.
Marta

alex dijo...

Para cuando el post dedicado a chalecos y a gafas de sol de pasta?

Te veo el lunes, ay!!!!

Anónimo dijo...

Felicidades por tu blog, demuestras una gran sensibilidad mezclada, que no agitada, con toques de humor elegantes y sutiles. Eso, hoy en día es difícil de encontrar.
Por cierto, yo soy mas de “gorra” que la cosa esta mu mala ja, ja, ja…

Un abrazote de uno de Castelldefels.

"La LoCa De LoS GaToS" dijo...

tu también tienes un buen blog! este post de los sombreros me ha gustado! un saludo!

Unknown dijo...

HOla Iván.. Gracias por la visita. Me quedo un ratico a curiosear y de paso te añado a favoritos.
Un saludo ;)

Belén dijo...

HOla!

Yo soy de gorros también... al principio era mas porque se llevaba poco, ahora que la peña lleva son mas reticente jajajajaj guay que es una

Besicos

Olga Martínez dijo...

Yo como tú, me pasaría el día con un sombrero puesto. Estoy pensando comprarme uno pero aún no me he decidido por cuál, si de paja, si negro, a rayas...

Quizá el sombrero también sirva para escondernos un poco... para esconder nuestro pelo :P

Un besazo!!