Toda saga tiene un principio. Toda saga tiene un final... y una legión de freakys dispuestos a hacer horas de cola (algunos hasta dos días) para ser los primeros en conocer el desenlace. No resultaría tan absurdo si no fuera porque el libro puedes comprarlo tranquilamente al día siguiente a primera hora de la mañana sin hacer colas ni nada; porque está previsto y no se agota: hay harrypotters de sobras. Pero no, hay que estar allí toda la tarde para poder comprarlo a las 12 de la noche, cuando abren excepcionalmente las librerías para vender la última pieza de la franquicia.
—La gracia está en el ambiente; estar con los otros fans y ver a la gente disfrazada- dice Camila.
—La gracia es ser el primero —digo yo.
—La gracia está en el ambiente; estar con los otros fans y ver a la gente disfrazada- dice Camila.
—La gracia es ser el primero —digo yo.
Lo cierto es que resulta cuanto menos llamativo ver a adultos disfrazados de alumnos magos, del equipo de quidditch, de personajes de la saga, o incluso de escoba, de varita, de snitch o de castillo (lo juro). Pero al cabo de una hora la novedad pasa a ser rutina, y al cabo de dos, uno se cansa de dar paseos... y entonces empiezan las apuestas:
—¿Harry vivirá o morirá?—¿Dumbledores está vivo?
—¿Y Sirius Black?
—¿Snape es bueno o malo?
—¿Será Voldemort el verdadero padre de Harry?
—Lo siento, chaval, esto no es Star Wars.
—¿Tiene Fluffy tres culos?
—¿Saldrá a la luz la zoofilia de Hagrid? ¿El romance oculto de Harry y Draco?
—¡¿Habrá sexo en Harry Potter por una vez?!
Algunos ya sabemos las respuestas a todas estas preguntas... Podría decir que me obligaron, pero la verdad es que quise hacerlo. Porque estoy en Londres y sentí que era tan necesario como hacerse una foto con el Big Ben o la cabina de teléfonos roja. Porque la capa que me cosió Camila me quedaba muy bien. Porque a todas mis amigas de aquí les hacía mucha ilusión y el freakismo es altamente contagioso. (Se pega solo con respirar el mismo aire en una habitación). Porque sé que es algo de lo que me avergonzaré eternamente, aunque nunca me vaya a arrepentir. ¿Mi casa? Slytherin, claro. ¿Alguien lo había dudado?