11 de diciembre de 2007

NARANJAS POR MANDARINAS

"Un optimista piensa que éste es el mejor de todos los mundos posibles. El pesimista tiene miedo de que eso sea cierto" (R. W. Emerson)


No es una imagen de la nueva película de Tim Burton: es Glasgow. Concretamente, the Kelvingrove Park al lado de la Universidad. Os aseguro que la foto no está trucada, paso por ahí todos los días. Es un parque que me pareció precioso cuando lo visité en septiembre por primera vez y ahora me parece poco menos que aterrador. La realidad se nos presenta a veces de maneras completamente opuestas. Otras veces, nosotros interpretamos el mundo dependiendo de nuestro estado de ánimo. Es difícil diferenciar cuando es cosa tuya y cuando es cosa del exterior.

Los dos últimos días ha hecho sol. Lo de sol es un decir, no es el sol de España, pero apenas ha llovido. Para celebrarlo me había prometido tratar de escribir un post optimista. A veces me releo y, aunque me gusto, me planteo si estoy dando una visión demasiado negativa de mí mismo. Es decir, el pesimismo mola. Nietzsche mola y Schopenhauer. Mola El Guardián entre el centeno. Mola Bukowski y Chuck Palahniuk. Kafka, Camus, Woody Allen. Y también mola el doctor House. Y yo me molo tratando de emularlos a todos a la vez. Pero una cosa es escribir un cuento y cagarme en el mundo entero por boca de un personaje de ficción amargado, y otra es ser el amargado en primer persona. Porque a la gente le gusta y me dicen: "¡Qué bien escribes!", pero aquí se supone que la cosa va de ser uno mismo. Y yo soy mucho más que un tío que se queja de todo. Yo soy muchas cosas, pero cuando escribo soy sólo una: un escritor. Un escritor con un estilo. Uno solo. Al novelizar mi vida en cada anécdota que cuento, me soy infiel cien veces a mí mismo; traiciono a ese yo real al que muchos quieren pero al que nadie admira. Es difícil ver a la persona detrás del artista. Os lo digo yo, que me enamoro del primero que se presenta en mi vida con una guitarra colgando en la espalda.

Ayer quería comprar mandarinas. Me apetecía. Encontré en el Morrisons una bolsa enorme de mandarinas por una libra y la compré. Cuando llegué a casa, cogí un par y me senté a ver la tele. ¡Qué dura estaba la piel! No podía pelarlas con las manos. Lo intente con mucha fuerza, clavando las uñas. ¡Qué raro! Finalmente, fui a buscar un cuchillo y la pelé como una naranja. Una vez pelada, también me resultaba difícil despegar los gajitos, así que la partí por la mitad. Mordí un trozo y sabía como una naranja. "¿Pero esto qué es?". Miro la etiqueta y leo claramente: ORANGES.


Glasgow: el mismo parque. Otro día, en otro momento, con otra luz. Se podría decir objetivamente que es un bello lugar, lleno de armonía y que despierta paz y buen rollo. Todo lo contrario que el lugar de la primera fotografía que resulta frío, triste y hostil. Sin embargo, es exactamente el mismo sitio. La naturaleza se transforma día a día y tiene estados de ánimo como nosotros. Pero el ser humano es testarudo y la objetividad le importa un rábano. Por eso todo depende del color del cristal con el que mira. Así uno puede echarse a llorar bajo los cálidos rayos del sol o ponerse a bailar y cantar bajo la lluvia, taconeando en los charcos y subiéndose a las grises farolas de un salto de alegría.

Yo vivo en mi vida, yo mando en las cosas. Las cosas son como yo las siento. La realidad en este caso es irrelevante. Puedo ser un optimista que toma por mandarina una naranja enana, escuálida y ridícula. Porque es mejor pensar que es una mandarina que sabe a naranja que ceder ante la evidencia de que las frutas en este maldito país dejan tanto que desear como el resto de comida. A veces un optimista es un idiota que no acepta las cosas tal y como son. Un ciego que sólo ve lo que le interesa. Un daltónico que sólo ve los colores bonitos del mundo. Pero no es mejor ser pesimista. Puedo tirar las naranjas por la ventana, encerrarme en mi habitación a chatear y no salir en tres días. Un pesimista es un niño enfadado. Un negativo que patalea.

Mientras decido la mejor postura para la ocasión, sentado en el sofá, con la televisión encencida, como sentado entre dos aguas, mastico amargamente las mandarinas-anaranjadas/naranjas-amandarinadas sumido en un realismo mediocre y sin personalidad. No tener punto de vista es como no tener opinión. Es como si la vida no tuviera sabor a nada. ¿Y este iba a ser un post optimista? Os juro que lo he intentado...

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me das rabia. Sí; te odio por dibujar la realidad (tu realidad que, curiosamente, se parece mucho a la nuestra) de esa forma tan categórica. Aplastante.
Hay frases que me asaltan y me sorprenden. Eso es lo que quizá me provoque tanto rencor.
Sin duda, yéndote perdimos a Iván un tiempo pero, joder, hemos ganado un escritor tremendo.

Anónimo dijo...

Detras del artista hay una persona?
Siempre?
Desde aquel dia en que alguien me preguntó de cual de los dos me enamoré..aun no encuentro la diferencia tan clara...:)


...no se si soy pesimista, optimista, las dos cosas o ninguna...solo se que a veces adoro la vida y otras todo en el mundo se vuelve contra mi....eso es culpa del mundo!!!:P

Me gusta leerte...


Te mando un beso con rayos de sol!
Fdo: Ella Baila sola


PD:FOTOLOG YA!

Anónimo dijo...

El pesimismo no mola. Muchas veces se me acusa de ello, y no creo que Nietzsche, Shopenhauer o Bukowsky puedan consolarme en esos momentos. Ya sé que yo no pienso tanto, ni tan bien, como ellos... pero soy capaz de ver el horizonte tan oscuro como un soleado día de Glasgow. Y no mola, ¿sabes? No mola.

Por cierto, ¿el Doctor House es pesimista o sencillamente un poco cabrón? Es que no es lo mismo... Un poco de respeto, por favor.

Anónimo dijo...

Vamos, a ver, Armengolillo, el pesimismo mola cuando lo leo en los libros, cuando lo veo en tus obras de teatro que me encantan y son pesimistas A MATAR... solo tienes que hacer un repaso a sus finales. Pero no mola nada cuando uno lo sufre y tu entorno lo soporta. Pero eso no es peor que ser un optimista forzado.

Además, a parte de pesimista, se puede ser más cosas. House es un pesimista y un cabrón. Pero como es un personaje de ficción y no convivo con él, me hace gracia. Nietzsche, por ejemplo, es pesimista y también es vitalista. Tú eres pesimista y buena persona, y eso te diferencia de House.

Otra cosa más, creo que no lo he dicho: el pesimismo sin sentido del humor (aunque sea negro y retorcido) no vale un pimiento. Besitos, Carles y también a Álex y Núria.

Anónimo dijo...

Mmmmm... No acabo de estar muy de acuerdo con el término pesimismo, optimismo y similares.
Sinceramente, cada vez que miras una cosa la ves diferente, a pesar de ser los mismos ojos y la misma cosa.
Pero lo que la ve es tu cerebro, y casi nunca piensa exactamente lo mismo más de una vez. Es decir, que si dices que el vaso está medio vacío, medio lleno, tiene algo dentro o podría tener más depende única y exclusivamente de tu nivel de sed.

Saludos austerianos :)

Jess

Anónimo dijo...

Pues cuando leas la última obra vas a flipar. Jajajaja. Eso ya no es pesimismo... Deberíamos inventar otra palabra. Jajaja.
Bueno, dejaré que la corriente ivanística acuñe un término apropiado.

Besos pre-navideños, majo.

Anónimo dijo...

Holaaa! veo que nos echas de menos ee? jajaja ¿cuándo estabas peor cuando había 10 llamadas de programación en cola esperándote durante las 8 horas o cuando descubriste que las mandarinas eran naranjas? ya me gustaría a mi estar en tu lugar :_ aunque con un poco más de Sol....
Besuuuus!

Anónimo dijo...

Pésimas son las nubes a diario.
Tu nivel de escritura y los comentarios de tu blog realista son óptimos.
Yo, como Hitchkock (lo he escrito así para enfadarte o hacerte reír, dependiendo de las naranjas de hoy) cambio alegría por arte. Espero que tú también.
Un beso y un abrazo enormes.