22 de diciembre de 2007

BE COOL

"Algunas veces vivo y, otras veces, la vida se me va con lo que escribo" (Que se llama soledad, Joaquín Sabina)


Se trata de jugar. Nada más. Porque seguimos siendo niños. Nunca dejamos de ser las cosas que fuimos en el pasado. Simplemente vamos sumando, construyendo esa copiosa torre de Babel a la que llamamos "yo". Fui un bebé, un niño, un chico, un hombrecito... y ahora soy todo eso a la vez. Y un payaso y un triste; un tímido, un valiente; soy un cantante y un mudo; un amante, un novio y un soltero. Soy eso y además actor, que es como serlo todo. Como ser niño dos veces. Los anglosajones lo tienen claro y usan el mismo verbo para el niño que juega, el actor que interpreta y el músico que toca la trompeta.

Soy lo peor y lo mejor de mí mismo y no tengo porqué avergonzarme de eso. Soy feliz siendo "yo" cuando me dejo de tanto pensar y juego. Cuando estoy de verdad presente y disfrutando, y eso es más de lo que muchos pueden decir. Es lo que más me cuesta. Porque no sólo es ir y hacer las cosas. Porque juzgo, me censuro, me bloqueo y no puedo sentir nada, ni bueno ni malo, más que un enorme vacío interior. Como si fuera un cuerpo hueco, un cascarón. Como si por dentro sólo fuera eco y telarañas. Estoy en medio de algo y de pronto mi mente se aleja hacia atrás a cien kilómetros por hora. Puedo ver a todos los presentes cada vez más y más lejos de mí y, sin embargo, sigo estando allí. Sigo escuchando las conversaciones, participo, bebo, bailo desde la más profunda alienación. Todos creen que estoy, pero mi alma ha volado hace rato muy lejos, al otro lado del arco iris. Hay una pared enorme entre yo y el mundo. En ese momento, creo que me protege, aunque en realidad me mata. Muchas veces he pensado que esa muralla me proporciona una visión privilegiada de la sociedad, como si estuviera por encima de la gente. Como si pudiera ser escritor gracias a ella. Pero cuando uno rompe de un cabezazo esa barrera y puede rozar a los demás con la punta de la nariz, se da cuenta de que no tiene ningún valor vivir al otro lado. Permanecer encerrado no me convierte en mejor artista, ni me hace superior a nadie. Me convierte en un marginado. Simplemente.

Así que se trata de un juego, como todo. Hay que tirar los dados, mover ficha. Chutar a portería. Saltar del trampolín. Reírse de dentro hacia afuera. Mirar la vida a los ojos. Sentir lo que normalmente tratamos de resolver pensando y ser tan auténtico como te mereces. Jugar como el niño que sigues siendo. Un niño que se divierte y no se da cuenta que las horas pasan. Dar vueltas y más vueltas sólo por el placer de marearse y caerse al suelo. Como si las cosas más pequeñas fueran nuevas y fascinantes. ¿Sabéis una cosa? En realidad, lo son.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Pero no vale la pena,
tener un mundo dentro
y no sacarlo pa fuera
no vale la pena"


Compartete..

Tu que puedes ir al otro lado del arco iris, (no se si ese es el sitio al que voy cuando vuelo) vuelve y sigue contandonos asi lo que ves...;)


Fdo:Ella baila sola...doblemente niña, ahora y siempre.

Olga Martínez dijo...

Miles de veces me he sentido como explicas. Yo creía que era privilegiada por verlo todo tras ese muro, pero realmente era la única manera de sentirme un poco mejor.

Ahora creo q jugar y tirar los dados puede ser mucho más interesante y divertido, aunque a veces se pueda perder la partida.

Besazos

Desde el Km.0 dijo...

Cómo me alegro de que sepas alejarte hasta de ti mismo por un saco de monedas de felicidad.
Tal y como yo te veo, siempre has sido una persona maravillosamente divertida, fresca y espontánea. Ahora, además, eres uno de los mejores escritores a este lado del arco iris. Son dos cosas totalmente compatibles.