2 de diciembre de 2007

CUESTIÓN DE FE


Ahí están los únicos rayos de sol que he visto en las últimas dos semanas. No más de media hora, y luego volvía a llover. Vaya vidorra se pega en Glasgow el astro rey. Excepto esos tímidos rayitos que asomaban la nariz hace dos días, ni rastro de luz solar. Es deprimente. Me paso todo el día con la luz de casa encendida. Ayer comí a las tres y media y era de noche. Tenía la sensación de estar cenando. Luego cenas y no puedes evitar ese pestiño a deja vu tan raro. En el invierno de Glasgow no hay días: sólo hay amaneceres, atardeceres y noches de dieciséis horas. Y como siempre está nublado, casi que da igual la hora que sea. Nublado es poco, Glasgow es oscuro de cojones; lo que les viene muy bien para sacar partido a las luces de Navidad.
Aquí la Navidad tiene poco que ver con la Navidad de Barcelona. Aquí la Navidad se celebra. En Barcelona, la Navidad simplemente ocurre. En mi ciudad natal, la Navidad pasa como se pasa un resfriado. Y sufrimos todos los síntomas: los regalos, las luces, las canciones, las compras, los deseos para el año nuevo y la nostalgia de tiempos mejores que nunca existieron. En Glasgow también tienen todo eso pero se lo creen y les gusta. Aquí la Navidad se disfruta. Se vive como algo sagrado. Creo que es una cuestión de fe y no estoy hablando de religión. La semana pasada fuimos a Saint George Square a ver cómo encendían el enorme Christmas Tree y, con él, los adornos de toda la ciudad. Esto empieza a convertirse en: "Cómo vivir todo lo que has visto en las películas sin irte a Estados Unidos". En seguida nos dimos cuenta de que era un evento familiar. Allí estaban los padres y los niños y las sonrisas. Obviamente llovía. Mientras yo me preocupaba por la posibilidad de una muerte colectiva por electrocución, un coro de eunucos cantaba villancicos en inglés sobre un gran escenario. Tenían unas pantallas gigantes que ya quisieran los Rolling Stones y retransmitían en directo por televisión. Además, un showman enrollado amenizaba la velada. Había helicópteros.
El showman iba anunciando los minutos que restaban hasta el gran momento. Y no paraba de llover. Los niños sonreían. Aquello se estaba eternizando. Tenía pies congelados. Las manos, la nariz. La gente no parecía querer que aquel árbol se encendiera nunca. Nosotros habíamos venido solo por eso.
Just ten minutes more, ladys and gentleman!
Come on! Switch on the fucking tree! gritaba por dentro.
Pero nadie me seguía. Estaban completamente inmersos en su espíritu navideño. Hasta entonces no había tenido ninguna certeza de su existencia. Nunca está presente en la cabalgata de reyes de mi barrio, donde los niños devuelven los caramelos con violencia cual proyectil, tratando de acertar en la corona del rey Baltasar. La Navidad por momentos parecía tener sentido; aunque sólo para ellos. Desde luego no para mí, ya que lo único que me preocupaba era la imagen que rondaba por mi mente: los dedos de mis pies siendo amputados por congelación. Finalmente, todos exclamamos con pasión la cuenta atrás y se encendió el maldito árbol de una vez. Se encendieron todas las luces de Saint George Square y dio comienzo un espectáculo de fuegos artificiales. Los niños saltaban de júbilo. Pero por algún error de cálculo, un serie de cenizas incandescentes empezaron a caer sobre las primeras filas. Los bellos fuegos de colores se convirtieron en un peligro. Las madres cubrían las cabezas de sus hijos con los brazos, los niños dejaron de sonreír y todo el mundo empezó a retroceder. De pronto, el único que sonreía allí era yo, a pesar de mis pies mojados. En ese instante, me di cuenta de que nunca voy a poder disfrutar una Navidad, porque no hay manera de que me la crea. Ni por contagio. La sensación más cercana que puedo experimentar es la satisfacción de observar cómo algo bonito se estropea. No puedo hacer nada. Es una cuestión de fe: o se tiene o no se tiene. ¿Vosotros la tenéis?

6 comentarios:

xesca dijo...

Me quedo con tu frase de: "esto empieza a ser como vivir todo lo que has visto en las películas, sin viajar a Estados Unidos", jeje; al final y al cabo no son tan diferentes no?
Yo sí tengo fe, ya lo sabes, y sobretodo una especie de ganas de contagio por "simpatía" (de resonancia) con los que me rodean. Qué le vamos a hacer? Me contagio facilmente del buen rollo, lo malo es que también me pasa con el mal rollo... Porqué será, que cómo bien dices, en Navidad nos da por añorar un tiempo mejor que nunca existió? Pero que desde la existencia se contempla más bello de lo que era? Porqué no ser felices sin más? (me ha kedado muy cursi no?; bueno, yo soy un poco cursi)
Besoss Navideñosss

Anónimo dijo...

Lo que nunca llegué a imaginar es que Glasgow era un inmenso "cuarto oscuro". Ahora ya me va cuadrando todo. Jejeje.

En cuanto a la Navidad, pues a mi me gusta. Pero que no se alarme nadie: debo ser una de las cinco o seis personas en el mundo que no dice cada año "ODIO LA NAVIDAD". Bueno, supongo que Pilar y algún niño de Glasgow también están en este pequeñísimo grupo.

Y es que lo mío es llevar la contraria, pues ya hace años que a mi alrededor todo el mundo odia la Navidad. Y aún así, luego los ves... y parece que les gusta, y la celebran.

Bueno, en pocas palabras: odiar la Navidad ya no se lleva; no es original. Ahora ya la odian casi todos.

Anónimo dijo...

NO.
Nunca he odiado ni deseado la Navidad, simplemente seguia el carro familiar....este año la temo...le huyo...no quiero que me llegue nada de su espiritu...no quiero esa melancolia por los que ya no estan...paso!

Por eso me voy...al desierto...aunque el 25 si me tocará estar en casa....alguna opcion para huir?
Me engancho a los progrmas de la tele?
No se que puede ser peor...



Hoy te he alargado la vida...epoca de pesadillas...te tocó...

Un beso!
FDO:Ella BAila SOla

Anónimo dijo...

FOTOLOG YA!

Anónimo dijo...

Si te sirve de consuelo, para mí siempre es de noche en Barcelona también. Está oscuro cuando entro a la oficina y está oscuro cuando salgo.
Sospecho que durante esas 8 horas que paso bajo la luz del flexo hay vida ahí fuera...

... o no.

Anónimo dijo...

Es una cuestión de FE-licidad impuesta, y todo lo impuesto jode.
Cuando empieza un movimiento social como la Navidad, el No a la guerra o los chistes de chiquito todo parece que ha sido diseñado para que lo vivamos de una manera concreta, sin que nos hayan pedido opinión, además. Podemos hablar de ello pero no frenarlo. Podemos leer a Yung y entenderlo pero seguir con el psicoanálisis. Tú que ya sabes todo esto, te queda el consuelo de desear que todo se destruya de golpe, y lo entiendo perfectamente, o que por lo menos los presentadores sean enrrollados.
Un abrazo fuerte, Feliz Navidad en tu corazón y fuego en las calles.