25 de noviembre de 2012

ENGLAND: Gay Bingo

"¿Saben por qué este micrófono tiene un cordón tan largo? Para sacarlo fácilmente después de que os lo haya metido por el culo" (Las aventuras de Priscilla, reina del desierto)

MGM
Me doy cuenta de que he estado yendo a los bares a la hora equivocada. No sé qué me pasa. Parezco tonto. Esta no es mi primera vez en Inglaterra. Aquí la gente cena entre las siete y las ocho. Así que en mi última noche en Bournemouth decido acercarme al DYMK un poco más tarde. Es jueves y ha estado lloviendo todo el día (sobra decirlo). Son las nueve y media cuando abro la puerta de madera del local y se hace el milagro. Hay unas treinta personas más o menos. ¡Por fin! Me alegra verles, aunque no sean muchos. Hay varias parejas treintañeras, un gay de mediana edad celebrando su cumpleaños, dos o tres hombres vestidos con ropa de cuero, un cowboy y un grupo de adolescentes desdentados. En el escenario, un gordo vestido de mujer hace girar un bombo con mucha elegancia. Están jugando al Bingo.
Me dirijo a la barra. El camarero ya me conoce. Le pido media pinta. Pasar las horas jugando al Bingo no es lo que yo llamo una noche de diversión.
—Welcome back!
—Thank you.
Me ofrece con la cerveza un cartón pero lo rechazo amablemente. 
Busco sitio en una de las esquinas, entre los adolescentes que me acogen sin mostrar demasiado interés. Entre bolita y bolita, el travestido presentador hace juegos de palabras sobre el tamaño de las pollas de los hombres y por dónde pueden meterse. Otra excelente clase de inglés para mí. Los movimientos con el micrófono ayudan a comprender sus chistes, probablemente muy ingeniosos, pero a mí solo me llega lo básico. Es curioso pero al público parece interesarle más el Bingo que el show.
Al cabo de una hora, ya me he tomado tres medias pintas. He estado hablando con un tipo que llevaba unos pantalones negros muy ajustados y una camisa tejana. Hacía años que no veía una camisa tejana. Me ha dicho algo así como que nunca me había visto por allí y yo le he dicho que yo a él tampoco. Tenía un ojo más grande que otro y unos pelos aislados en una lado de la frente. Era como una tercera ceja. Después, ha dicho algo y se ha reído. Y yo también, aunque no lo entendí, y ha querido pagarme una copa y le he dicho:
—No, thank you.
Y se ha ido.
También ha ocurrido que el grupo adolescente ha ganado dos partidas de Bingo y, por la emoción, han tirado varios vasos al suelo. Ahora están cantando una especie de himno de borrachos con las copas en alto y derramando cerveza por todos lados.
Para que os hagáis una idea, esto es algo así como la versión marica de una novela de Irvine Welsh. Imaginaos Trainspotting más Una jaula de grillos. Es lo que estoy viviendo esta noche. Nathan Lane  vuelve al escenario para empezar una nueva partida. Lleva una peluca rubia al estilo Marilyn Monroe y anuncia que esta ronda será cantada. "¿Cantada? No lo habré entendido bien", pienso. En ese instante, empieza a sonar las música de Don't cry for me, Argentina al mismo tiempo que salen los primeros número del bombo. Nathan Lane tiene la sorprendente habilidad de anunciarlos sin dejar de cantar y sin perder el ritmo.
—Don't cry for me, Argentina... Sixty-nine! The truth is I never left you... Forty-seven!
Uno de los chicos del grupo adolescente aprovecha para ir a buscar más bebidas. Paga con el dinero recaudado de las otras partidas y viene con cuatro o cinco pintas para todos. A estos chicos les empieza a crecer el pelo más atrás de lo normal. No es calvicie ni entradas. Son cabezas con otras leyes de la proporción. Imaginaos un capítulo de Little Britain más Priscilla, reina del desierto. Eso es lo que estoy viviendo esta noche. Son chicos con dentaduras que no se corresponden con sus bocas. Son Austin Powers más Benjamin Button. Quizás han crecido sin vitaminas o están así por la falta de sol. O por la polución.
Termina la partida y gana el chico del cumpleaños. No descarto que haya sido amañado. Es un tipo desnutrido en plan un Malcolm in the Middle de la revolución industrial. Y con eso he tenido suficiente. Decido marcharme.
Jandro debe hacer rato que duerme. La verdad es que no se ha perdido nada. O se lo ha perdido todo, según se mire. Ahora llueve torrencialmente. No llevo paraguas (sobra decirlo), así que me toca correr hasta la parada del autobús. Son más o menos las doce de la noche. Esta mañana compré un ticket de autobús para poder cogerlo todas las veces que quisiera durante el día. Pero voy a tener que pagar un billete nuevo. El bono es ahora una masa de papel mojado en el bolsillo de mi chaqueta.

ENGLAND:
Oh, Ryanair, I hate you
Camden Town
Flirt
A house in Bournemouth
The Triangle
Exeter
Stratford
Capítulo final

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