13 de septiembre de 2011

GAMBIA: La Boda

Aunque no es demasiado temprano, nos acabamos de levantar cuando empiezan a llegar hombres y mujeres familiares y amigos de Bakary. Vienen a preparar la boda. Creo que finalmente vamos a celebrarla con dos días de retraso según lo que teníamos previsto inicialmente. Ni siquiera vamos a ir a los juzgados porque resulta costoso y caótico desplazarse y organizar el papeleo. Así que los novios han decidido centrarse en la fiesta, que es lo que más nos apetece a todos.


Los hombres entran a la casa y se sientan en los sofás bajo el aire acondicionado mientras las mujeres se acomodan en el patio, con unos grandes cubos, a cortar fruta y verdura y trocear pollo y ternera. Tenemos gas y fogones, pero no saben usarlo y encienden un fuego allí mismo al aire libre.
Nosotros no sabemos muy bien qué hacer y nos dedicamos a hacer fotos. Las mujeres no parecen muy contentas. Quizás influye que normalmente las encargadas de preparar el banquete pertenecen a la familia de la novia. A lo mejor, también, es por esa razón por la que nuestras chicas terminan troceando la carne junto a ellas. Lo que no me explico es cómo yo termino sentado pelando la fruta junto al hermano de Bakary. No sé si en su cultura eso se debe considerar un moderno o un calzonazos.
Lo peor de ponerte a ayudar no es tu torpeza, es que no sabes cuándo vas a poder dejarlo. ¿Habéis cocinado alguna vez para todos los invitados de una boda?
Colocar los adornos y las sillas resulta finalmente la excusa perfecta para escabullirnos. Si te has criado en una ciudad, no estás acostumbrado a la carne cruda amontonada en palanganas y menos con un centenar de moscas revoloteando y posándose y además el olor. Por eso, los globos, farolillos y serpentinas pueden de pronto ser un gran alivio y con una gran sonrisa dimimulamos nuestro asco cosmopolita.
Dejando todo más o menos listo, llega la hora de comer. Pero como todos están de ramadán, no nos atrevemos a comer delante de ellos. Así que cogemos medio a escondidas un poco de arroz con tomate y nos metemos todos en la habitación de Bakary y Vanesa con los platos en el suelo. Es una de esas imágenes pintorescas que recuerdas sin la necesidad de hacer una foto. Parece un camerino de una compañía de teatro.
La tarde avanza y va llegando todo el mundo. Hay mucha gente y es muy difícil saber quién es cada uno, porque Bakary ha invitado a todo el que le preguntaba por la boda: el jardinero, el hombre que barre la calle, los vecinos... Y nosotros llamamos la atención como una mosca blanca en un vaso de Coca-cola.
Nos vestimos, primero, a la manera europea: camisa, corbata... Pero vamos con retraso y justo empieza a irse el sol cuando estamos listos para empezar. Eso significa que empieza el banquete, queramos o no, ya que es lo razonable después de sus ocho horas de ayuno. Y mientras  Vanesa con el vestido de novia espera en la otra casa sentada en un sillón, nosotros nos paseamos tímidamente en el pre-convite. Nos ofrecen un zumo-puré con tanta amabilidad que me duele en el alma tener que fingir beberlo porque está hecho con agua del grifo. En cuanto se despistan, se lo doy a un niño y trato de desaparecer. Pero entonces alguien me trae otro. Disimuladamente lo dejo encima de una mesa y me voy a la otra punta del patio. Morrow me pregunta:
¿Dónde habéis comido hoy? y yo me siento descubierto.
En la habitación, en el suelo admito avergonzado.
Pero Morrow acaba de llegar y me mira con cara de que estoy loco o que debe ser una costumbre europea porque en realidad esperaba por respuesta el nombre de un restaurante. Y yo le sonrío como si fuera una especie de broma y me da otro vaso de zumo-puré y le doy un sorbo con resignación.
Cuando todo el mundo ha comido menos la novia, empezamos.
La ceremonia es muy emocionante. Entra Vanesa, la gente comenta y se encuentra con el novio en el improvisado altar. Álex hace el discurso como representante de la familia de Vanesa. Morrow hace el discurso como representante de la familia de Bakary. Ibra los traduce a ambos.
Es interesante observar, y Morrow nos lo hace notar, cómo siendo de países y culturas tan diferentes, en esencia somos lo mismo. Se nota en sus discursos. Lo que nos pasa por dentro incluso los vínculos son esencialmente idénticos. Esta boda es la fiesta de la tolerancia, el respeto, el amor y la unión de los pueblos.
Tras un fuerte aplauso, reanudamos el banquete y empieza la música combinando canciones africanas y occidentales. Aprovechamos ese momento para ponernos los trajes africanos y eso revoluciona definitivamente a los invitados. La gente enloquece con nosotros y bailamos juntos hasta que nos acaban doliendo los pies. Hace tanto calor que Montse, que no suele hablar mal nunca, no puede reprimirse y, aprovechando que nadie la entiende, exclama: "Me suda hasta el coño". Y mi carcajada se funde con el resto de risas de la fiesta.

No hay comentarios: