9 de julio de 2011

ESTRELLAS EXTINTAS

"Cuando uno está con la mierda hasta el cuello, ya sólo le queda cantar" (Samuel Beckett)


Me asomo a la ventana y no veo ninguna estrella. Son las doce de la noche. No se puede dormir por el calor. Cojo el portátil y me instalo en el balcón. Es el único sitio de la casa en que el bochorno se soporta. Vuelvo a mirar al cielo y sigo sin ver nada excepto destellos rojos y una inmensa oscuridad. ¿Se puede vivir en un lugar en el que no se ven las estrellas?
El ordenador se bloquea, no me deja escribir. Está quemando por la parte de atrás. Me sudan las manos. A este teclado le faltan la 'g' y el acento, así que cada vez que los marco me pincho las yemas de los dedos. Pero hoy nada me detiene.
Es una noche extraña. Ni siquiera hay luna. Se supone que sin luna se vislumbra mejor el firmamento, pero nada. Una solitaria luz parpadeante que se aleja en el horizonte, detrás de las antenas y los tejados de mi barrio es lo único que brilla en el cielo. Un avión que se marcha a otro lugar.
En Glasgow siempre llovía y la gente me preguntaba: "¿Se puede ser feliz en un lugar en el que siempre llueve?". Pero allí la respuesta era sencilla:
No voy a quedarme aquí para siempre.
Nada es para siempre. Todo termina. Todo caduca, muere. Cada lugar, nuestros momentos, nuestros trabajos, nuestros amigos, el amor. Nosotros. Es triste pensar que un día todo lo que hemos conocido dejará de existir y, sin embargo, aquí estamos buscando luces en el cielo.
He escuchado decir infinidad de veces que las estrellas que vemos en el firmamento están ya extintas; que su luz tarda miles de años en llegar hasta nosotros y que por eso vemos en el cielo estrellas que ya no existen. He escuchado en muchas ocasiones la historieta de las estrellas muertas pero nunca le he oído a nadie hablar acerca del nacimiento de nuevas estrellas celestes y, sin embargo, siguen naciendo incluso en galaxias viejas.
A lo mejor se puede ser feliz en una ciudad sin estrellas pero nadie nos habla de eso.
Parece tan difícil.
Nunca he conocido a un matrimonio mayor que encaje en la definición de felicidad que se me ha explicado. Pero en cambio todo el mundo me anima a encontrar el amor de mi vida.
No conozco a nadie que me explique lo feliz que es. Sólo me cuentan sus problemas. Y yo les respondo con los míos.
Muchos de mis compañeros de instituto han terminado convirtiéndose ante mis ojos en grotescos personajes de españolada dramática de extrarradio. Están los alcohólicos. Los que su mundo gira entorno a las drogas. Los que dedican la mayor parte del tiempo a trabajar en algo que odian y cuando están de vacaciones se aburren y no saben qué hacer. Los que tienen el sexo tan presente que parece que estás follando con ellos cuando te hablan. O los que no follan nunca por miedo a las enfermedades, a los demás, al fracaso o a su propio cuerpo. Los románticos que no entienden la vida sin un amor imposible por el que llorar. Y están las anoréxicas y bulímicas de las cuales ya incluso he perdido la cuenta.
Son personas que veo todos los días cuya luz hace tiempo que se ha extinguido y, sin embargo, siguen ahí. Me pregunto dónde estarán las otras personas -estrellas nacientes- que ni veo, ni nadie me habla de ellas.

1 comentario:

Sara dijo...

Jajaja. Me ha causado mucha risa la cita de Samuel Beckett. En contraste con la "tristeza" del magnífico relato. Me he sentido como allí se cuenta en varios hoteles en buenos aires y es una situación muy complicada. Saludos!