I.
Lo más triste de romper la primavera
es todo lo que no hemos aprendido,
el afán que se ha dado por vencido,
el cadáver de un conejo en mi chistera.
Es Sant Jordi con su espada de madera,
es el humo de los sueños de un silbido,
la autopsia en el jacuzzi de Cupido,
los pétalos de flores de cualquiera.
Lo infame del adiós: la poesía
con los versos que nadie nos ha escrito;
las secuelas del te quiero todavía,
despertarme buscándote en la cama
sin poderte decir te necesito,
con el corazón descalzo y en pijama.
II.
Lo más triste de romper son los pedazos
que no casan entre ellos ni contigo
congelados debajo del abrigo;
las maletas que se olvidan de los brazos.
Es cargarse el optimismo de un trompazo,
una lágrima en el baño de un amigo,
sin consuelo, sin espejos, sin testigos,
los silencios siguientes al portazo.
Da lo mismo dejar que que te dejen
y ahora no me vengas con excusas.
Lo más triste de romper es el bolero
que niega el purgatorio del hereje;
es quedarse sin labios y sin musa,
con un pantalón rojo y un sombrero.
30 de abril de 2010
26 de abril de 2010
CICLOS
Desde que se fue, no he ordenado la habitación. Eso no es extraño en mí. Pero ahí está la toalla que estuvo usando estos días. Y la botella de agua medio vacía. Y los dos billetes de metro sencillos sobre la mesa. Hay cosas de las que uno no puede escapar. Pero lo peor de todo son los objetos. Ya he cambiado el estado del facebook, pero la entrada del concierto de Mika sigue ahí colgada conteniendo dos años en un trozo de papel. La libreta de Kukuxumusu. El muñeco de El Principito. El dvd de Revolutionary Road. El mapa del metro de Madrid.
Me dicen que son ciclos. Que la vida tiene estas cosas. Y de repente empieza una nueva etapa. Anoche no podía dormir y me levanté a hacer abdominales. Camino perdido por la casa.
Recuerdo que Nico me dejó justo antes de Sant Jordi. Es curioso. Me dejó, pasó Sant Jordi, se enrolló con dos tíos y luego volvió conmigo. Afortunadamente, la historia con Álex no tiene absolutamente nada que ver con aquello. Hemos roto de mutuo acuerdo. Pero es triste igual. Incluso peor. Y otra vez me encuentro paseando por las calles de Barcelona con mi cara de soltero sin mirar los libros de las paradas y pisando pétalos de rosas.
—¿Tienes a quien regalarle?
—A mí madre y a mi hermana. Pero ellas ya tienen marido y novio.
Nico me dejó y tuve que ir solo a la boda de Davinia. Y como llegué tarde porque tenía una actuación, tuve incluso que cenar solo. De eso hace exactamente tres años. Son ciclos. Algo termina y empieza otra cosa. Y siempre hay algo que se repite. Afortunadamente, Álex no es Nico. A Álex todavía le quiero. Pero otra vez me toca ir solo a la ceremonia y al convite. Excepto que esta vez, en lugar de una boda serán tres.
Son ciclos. Vienen y se van. Algún día aprenderé la lección escondida de este patrón de acontecimientos y no volverá a repetirse más. Mientras tanto, lo que me toca es ir aprendiendo a llorar.
18 de abril de 2010
DEMASIADO REAL
"La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes" (John Lennon)
![]() |
ZARA |
6 de abril de 2010
DESTRUCTOR DE DOCUMENTOS
"Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo" (Ludwig Wittgenstein)
Ayer fui a trabajar. Día de la mona. Fue un duro golpe para mi niño interior. Según mis superiores, nosotros solamente tenemos fiesta los días que sean festivo nacional, ya que atendemos a toda España. Por este motivo, tuve que venir a trabajar el pasado jueves aunque era fiesta en catorce comunidades autónomas. No es festivo nacional, hay que venir. Obviamente, no hubo apenas llamadas. Ayer, más de lo mismo. Eso sí: mi jefa está de vacaciones.
Cuando no hay faena, pueden suceder dos cosas: o que te dejen tranquilo curioseando por internet, o que te den tareas inverosímiles. Yo, que me siento muy cerca de la esquina que da al pasillo, soy como uno de esos productos de supermercado no necesarios y caros que colocan estratégicamente al principio de las isletas de los stands para incentivar al cliente para que los compre.
—Iván, ¿puedes destruir estos documentos?
Sé lo apasionante que puede sonar eso, pero os recuerdo que no trabajo en un despacho de la CIA. Los documentos a destruir no son más que faxes de pedidos de clientes. Lo más interesante que podría encontrarme sería como máximo el fax de un cliente que harto de nosotros nos manda su culo fotocopiado. Pero no hubo suerte. Todo lentes.
Allí estaba yo sin día de fiesta, sin llamadas, sin mona, metiendo folios (máximo de tres en tres) en la destructora de documentos. Y lo peor de todo es que prefería eso a mi trabajo habitual. Tenía algo relajante. Lo malo es que, como todo en mi empresa, el aparatejo es de poca calidad. Se atranca. Se para. Se calienta. Hay que tener mucha paciencia. Airearlo, darle su tiempo. Conozco personas que se identificarían con él. Ayer, después de veinte minutos dándole caña, hizo un extraño ruido, sacó un hilito de humo y se paró para siempre. Descanse en paz. Entonces, pude volver a mi puesto de trabajo.
Algunas veces me da vergüenza decir que soy teleoperador. La gente asocia la palabra "teleoperador" con pesados que llaman para molestar o personas a las que llamar para meter broncas. No les falta razón. Cuando digo que soy teleoperador las miradas varían entre el odio y la compasión con su amplio abanico de matices. Por eso cambié el término y empecé a decir: trabajo en un call center. O bien: gestiono la atención al cliente de una empresa de lentes. Os aseguro que las reacciones cambian radicalmente. Hay algo en las palabras que nos limita, pero dentro de esos límites, si somos listos, podemos hacer que jueguen a nuestro favor.
Alejandro Jodorowsky dice que somos infelices porque nos sentimos incapaces de realizar los sueños extraordinarios e imposibles que planeamos cuando éramos niños. Queremos ser diferentes, cualquier cosa menos los adultos en los que nos hemos convertido. Por eso, Jodorowsky propone cambiar el nombre a nuestro oficio. Inventar nombres imaginarios que se correspondan con nuestros sueños infantiles.
Yo ya no soy teleoperador: soy destructor de documentos. O mejor: mago de los faxes. Inventor de tiras de papel. Catalizador de voces. Soy hipnotizador de insatisfacciones. Dador de gracias, buenos días. Fabricante de previsiones. Malabarista de albaranes. O si lo preferís: alquimista del mal humor; escultor de ideas preconcebidas; cuidador de secretos; consultor de inseguridades; aprendiz de cortinas de humo; buceador de malas coberturas; prestidigitador de retrasos; soñador de festivos nacionales. Cualquier cosa menos teleoperador. Nunca más.
Y funciona... Tenéis que probarlo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)