7 de diciembre de 2009

YO QUE CALLO

"Yo que callo, piedras apaño" (Dicho popular)

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Son las ocho de la mañana y en la sala de espera del ambulatorio sólo estamos una anciana con cara de susto, un gordo con su pantalón de chándal manchado de pintura y su madre y yo. Es lunes, puente para muchos. Yo tengo cita para una analítica de sangre y orina. Llevo una semana de baja por piedras en el riñón. Sí, ya tuve piedras en el riñón. Y sí, sigo teniendo. Y sí, bebo mucha agua, gracias por preocuparos.
Entro a la consulta. Como no hay mucha gente, tengo tres enfermeras para mí. Pero en vez de atenderme más, lo que hacen es dedicarse a hacerse bromas entre ellas y yo no existo. Una vez que me sacaron sangre, me desmayé. Lo recuerdo. Tenía ocho años. La enfermera me pincha y dice:
¡Qué raro es pinchar sentada!
Yo miro una mancha que hay en la consulta donde se junta la pared con el techo. La enfermera me pregunta si me mareo y le digo que no. Su enfermera amiga comenta:
Pues te has puesto completamente blanco.
Gracias, eso ayuda mucho. Noto la sangre salir. Es como si me vaciaran entero. Como ser una bañera llena de la que alguien quita el tapón. Empiezan a silbarme los oídos y unas manchas azules adornan mi visión.
La otra enfermera amiga dice:
Pero si tú eres un hombre grandote. Al final a los más grandotes es a quien les pasan estas cosas.
¿Hombre grandote? ¿Yo? Yo soy un niño. Tengo ocho años. Quiero a mi mamá.
La enfermera termina de sacarme sangre. Me dice que tendré los resultados dentro de diez días. Me pone un algodón con una tirita y se me queda mirando en silencio. Las tres enfermeras amigas me miran fijamente.
¿Me puedes dar un algodón con un poco de alcohol para olerlo? le pido.
En realidad quiero una piruleta.
Cuando eres un hombre, se te suponen por prejuicio toda una serie de cosas con las que tienes que cargar toda la vida. Que eres fuerte. Que eres valiente. Que no necesitas expresar tus sentimientos. Que no sabes escuchar. Que no lloras, ya que "los hombres no lloran". Y otras cosas menos importantes como que sólo piensas en el fútbol y en follar, que no sabes cocinar, que eres un guarro o que no puedes hacer dos cosas a la vez.
Mi bisabuelo Juan fue un gran hombre al que nunca vieron llorar y murió porque una piedra del tamaño de una pelota de golf le taponó la vejiga. Mi abuelo Simón, que no era hijo de Juan sino yerno, no tuvo nunca piedras en el riñón y murió joven pero por otra clase de excesos. Mi padre Juan, nieto directo de Juan, bautizado así en su honor tras la muerte del primero, ha generado muchas piedras en sus riñones a lo largo de los años. Sin embargo, tampoco se le ha visto llorar hasta la fecha.
Y aquí estoy yo: Iván/Juan, hijo de Juan, bisnieto de Juan; yo que no lloro aunque lo intento y con mis juanescas piedras de riñón. Los médicos dicen que es predisposición genética. Sin embargo, mi hermano Simón, nieto de Simón, nunca ha tenido piedras. Con todos mis respetos a los médicos, yo a esto lo llamo "fidelidad al árbol genealógico". En mi familia, como en muchas otras, durante mucho tiempo, a los hombres no se nos ha permitido llorar. Y ese llanto reprimido, al menos yo lo entiendo así, se ha enquistado en piedras de tristeza.
Recuerdo que mi padre también se mareaba cuando le sacaban sangre. Y que también se callaba el decirlo. Y que le dolían las piedras así como a mí me duelen. Bebo litros y litros de agua, pero mi piedra de tristeza no sale. Ahora me han derivado al urólogo para ver qué opina. Tarde o temprano saldrá, eso seguro, aunque me cueste el trabajo (pienso que quieren despedirme). Pero la verdad, me da igual el trabajo y hoy que me duele menos le estoy cogiendo incluso hasta cariño a mi pedrusco de lágrimas. Me está haciendo reflexionar sobre muchas cosas. Y empiezo a creer que es verdad esa frase que un sabio dijo alguna vez: "el dolor es mi maestro". En fin, que en cuanto la expulse de mi cuerpo os aviso. Manteneos atentos.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Cómo me gusta leerte! Un beso. Davi.

Anónimo dijo...

Y a mí me encanta escribir para que tú me leas y te guste.

Y también los demás, claro, je.

Un beso.

x dijo...

a un amiguete en el mismo lance que tu , al ser el dolor insoportable , le pincharon una droga super fuerte y paso del dolor al extasis en segundos...
tal vez tu tengas la misma suerte

salu2 !

Anónimo dijo...

xq no tiras la piedra y escondes la mano??

Anónimo dijo...

Gracias por el consejo. Se lo comentaré a mi urólogo.

¿Gat telepata? ¿Doraemon? ¿Eres tú?

jajaja, un saludo!

TATA dijo...

Dichosas piedras! En los hombres dicen que es el equivalente a un parto. Aunque, supongo, que dependerá del tamaño de la piedra o de la cabeza del bebé ;)

Un beso y a mejorarse!

TuriaMan dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
TuriaMan dijo...

Y son 47 minutos lo que he tardado en encontrar un blog de estos que me enganche, esto me lo guardo.
Suerte con tu piedra.

Anónimo dijo...

Gracias, TuriaMan. Y gracias por pasarte, bienvenido. 47 minutos no sé si es mucho o poco, no te creas, je.

Y un beso, TATA.

Anónimo dijo...

Q Animado está el blog otra vez!

como en los viejos tiempos...

:) gutta

Álex

Anónimo dijo...

Es verdad, Álex, ¡qué contento estoy! No recibía tantos comentarios desde que me alisé el pelo... jajaja.

Un beso.