17 de febrero de 2009

EL PARADO NÚMERO 2.990.001

GLOBOMEDIA

Ayer fui al Inem con un amigo que prefiere permanecer en el anonimato. Para facilitar la narración me referiré a él como Chándal. Con su coche de segunda mano lleno del polvo de las calles del barrio, patatas fritas bajos los frenos, una botella de güisqui en el maletero, me recoge quince minutos tarde. Chándal conduce como si hubiera nacido dentro de un coche. Como un taxista, tiene el aspecto de nunca haberse movido de ahí. Chándal era transportista hasta que su empresa quebró y se quedó en el paro. Chándal viene sin afeitar, igual que yo. Chándal y yo, los dos en chándal, ya que después iremos al gimnasio para pasar la mañana.

En el Inem nos dan un número. Chándal, que parece saber mucho de esto, me dice que por lo menos tardarán una hora en llamarme así que miramos algunas ofertas de trabajo, algunos cursillos ridículos y nos vamos a desayunar a un bar. Café con leche, bocadillo de salchichas. Nuestro aspecto es lamentable. Hablamos de cuando éramos niños. De cuando íbamos al instituto. Chándal cree que nunca se había imaginado acabar así de adulto. Entre risas, estoy de acuerdo. La camarera nos pregunta si vamos al Inem. Lleva delantal, los ojos mal pintados. Patas de gallo, ojeras. Nos desea suerte. Resulta patético despertar su compasión.

Entrego mis papeles con ese aire "soy demasiado bueno para esto" y me convierto en el parado 2.990.001 aproximadamente. Me hubiera hecho ilusión ser el parado tres millones. No ha podido ser. Volvemos al coche: música de Andy y Lucas, Kiko y Sara, Estopa y Melendi en el breve recorrido. Aparcamos lejos del gimnasio. Queda más lejos el coche del gimnasio que el gimnasio de mi casa. Chándal lleva un pantalón corto de deporte debajo del pantalón de chándal largo. Yo ni siquiera me cambio. El gimnasio está lleno de jubilados. Después de cincuenta minutos de pajareo nos vamos a casa. En el camino de regreso ya casi ni hablamos. Estamos cansados. Sólo una frase corta: "Mañana a la misma hora", me dice Chándal. Subo las escaleras de casa andando, el ascensor no funciona, mientras una pregunta me ronda la cabeza. Lo que una amiga me preguntó cuando le conté que estaba en paro: "¿Y eso es bueno o malo?".

3 comentarios:

Rafael Arenas García dijo...

Bueno, Iván, la pregunta de tu amiga es para enmarcarla (en realidad, lo que has hecho). Pero qué bueno que eres escribiendo. Leo esta entrada tuya y me parece imposible que no haya algo antes o algo después. Es como un trozo de realidad transplantado a la pantalla. Y de sobras sé lo difícil que es conseguir ese efecto, que algo salga tan natural, tan fluido.
Lo dicho, no sé cómo, pero triunfarás en esto de escribir. Y además me da que triunfarás no solamente en el sentido literario de la expresión (prestigio entre los que están en el secreto, veladas en cafés literarios, entrada en revistas de culto de distribución restringida...) sino también en el crematístico.
Te deseo lo mejor.

Anónimo dijo...

si, si pero no ha contestado a mi pregunta oiga!!

Anónimo dijo...

Bueno, bueno, Rafael, has conseguido ponerme colorado... jaja. Muchas gracias por todo lo que dices. Siento que exageras, pero lo aprecio mucho, de verdad. Ojala tengas razón. Un abrazo grande y otro para la pequeña Muypocoyo preguntona.