3 de octubre de 2008

ANHEDONIA

"Yo creo que la vida está dividida en lo horrible y lo miserable. En esas dos categorías. Y lo horrible son los enfermos incurables, los ciegos, los lisiados... No sé como pueden soportar la vida, me parece asombroso. Y los miserables somos todos los demás. Así que al pasar por la vida deberíamos dar gracias por ser miserables. Por tener la suerte de ser miserables". (Woody Allen, Annie Hall)

Bajaba las escaleras del metro con una prisa enrarecida. Miré la hora dos veces. La primera, ni siquiera leí el reloj, fue sólo un gesto automático. La segunda, vi que todavía era pronto para perder el tren. A las siete de la mañana se camina como si se llegara tarde a todas partes. Es demasiado temprano y demasiado de noche como para no moverse con precipitación. Es una lucha contra el sueño y el ritmo natural del cuerpo que suplica volver a la cama.

Tuve suerte y conseguí sentarme en un vagón repleto de gente. No había ninguna vieja desvalida por la que sentirme culpable. Volví a mirar la hora. No había cogido ningún diario gratuito y ya empezaba a arrepentirme. Uno pretende a veces ser algo más que un borrego social, estar por encima de lo que hace todo el mundo y al rato te encuentras aburrido, añorando ser un cualquiera integrado en el gris entramado cotidiano de la clase media. Siempre que he tratado de apartarme buscando la visión privilegiada del marginado, no he tardado en sentirme solo e infeliz. Estúpido. Si observáis de cerca alguna persona de las que voluntariamente se muestra excluida o diferente respecto al mundo vais a encontrar, lo más seguro, enfado, tristeza o anhelo.

Al cabo de dos paradas, me di cuenta de por qué había tantos diarios gratuitos: es preferible mirar unas hojas de papel que mirar al suelo. Si creéis que es triste que la gente no se mire a la cara por las mañanas es que nunca habéis mirado las caras de gente a esas horas. No creo que los cerdos camino del matadero hagan peor cara. Es como si con las prisas cada uno de nosotros se haya equivocado al vestirse y se haya puesto la ropa al revés, de manera que lo que vemos es su culo asomando por el cuello de la camisa. Lo peor fue cuando, buscando optimismo en los andenes desde la ventana del funesto vagón, se volvió el cristal un oscuro espejo al entrar en el tunel mostrándome con descaro indecente que era yo mismo tan caraculo como el que más. La cruda sinceridad de un espejo inesperado roza la mala educación.

Aquel día, una mañana más, sentía que mi rutina diaria poco tenía que ver con mis sueños. Ya no tenía un trabajo de mierda, así que había perdido mi tan valiosa excusa. Y me planteé si va a ser siempre así. Si nunca voy a encontrar un trabajo por el que me levante de un salto, con una sonrisa. Si las mañanas siempre van a ser tan fúnebres y desalentadoras. Si mis horas felices van a quedar siempre relegadas a las tardes libres que no puedo disfrutar plenamente por el cansancio. Pensé si pronto empezaré a vivir solo pensando en las vacaciones o, peor, en la jubilación.

Con ese recelo en la boca del estómago salí del metro. Preocuparse es peor que tener un problema. No hay nada a lo que culpar. Es sólo miedo. Un miedo que me acompañó constantemente a lo largo de los días, exceptuando el dulce paréntesis que suponían los ratos que pasaba con Álex. Gracias a él me sentía afortunado. Por lo demás, todo lo hacía como por obligación, sin poder disfrutar de nada. Parecían demasiadas obligaciones de golpe. Pero, por suerte, las cosas empezaron a cambiar cuando, después de varias semanas, fuimos al primer colegio a jugar con niños, que era para lo que realmente nos habían contratado...

Continuará.

ANHEDONIA: Incapacidad para experimentar placer. Pérdida de interés o satisfacción en casi todas las actividades. Incapacidad para disfrutar las cosas o la vida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bienvenido al mundo real, ya era hora de que llegaras....pero trankilo esto solo es el comienzo aun te kedan muchos años y te acostumbraras a ser uno mas de la masa borreguil.

Anónimo dijo...

Sigo pensando que tus cinco picos harán que te levantes cada mañana de un salto y con una sonrisa... y si no, ya sabes que levantarse en la casa de campo no es una mala opción, no?

Anónimo dijo...

Todos sufrimos de anhedonia intermitente. No te preocupes. Las obligaciones y la rutina dan ese malestar y esa sensación de infelicidad. Por eso dejé el cómodo trabajo que tenía y me dediqué a mendigar por teatros cutres, y a comer patatas en vez de jamón del bueno. Jajaja.

Exagero, pero hay algo de razón en lo que digo. Yo noté en un determinado momento que me dejaba los días y las horas en el metro, que mi trabajo para otros ni me reconfortaba ni me dejaba tiempo para mis verdaderas aficiones, ni nada de nada. Sólo me daba dinero, que luego no podía ni gastar ni disfrutar. Cuando vi que podía vivir con menos... me decidí. Aún así, sigo buscando trabajos que me puedan alimentar. Ahora mismo estoy en uno de esos momentos... y quizás por la tarde sufriré de la anhedonia del parado, o semi-parado, que también existe.