"With your feet in the air and your head on the ground" (Pixies)
Vivir fuera de tu país, lejos de tu familia y amigos genera una esquizofrenia inevitable. Tu cuerpo tiene claro donde está, pero tu corazón y tu mente vuelan sin rumbo buscando lo que quieren decir ahora el "aquí" y el "allí", y qué demonios significa la expresión "mi casa". Dos idiomas (por lo menos), dos lugares, personas a tu alrededor réplicas de las personas que normalmente te rodean con labios parecidos y miradas y manos. Los mismos miedos, los mismos enfados, las mismas risas, los mismos secretos y mentiras; las mismas verdades. Otra vez lo mismo, pero con diferentes actores, en otro idioma, en el mismo lenguaje: como en un remake. Y se te parte el alma en dos pedazos (por lo menos) y tu mundo es de pronto dos mundos y no sabes si finalmente eres dos o eres uno. De repente, yo que solía ser "nadie" me encuentro siendo "demasiados". Y lo peor es no saber cuál es el verdadero (o si lo son todos) cuando el "dónde" ya no es un lugar sino un estado de ánimo. Es fácil decir desde Glasgow que mi mente está en Barcelona cuando paso por un "bajón". Barcelona deja entonces de ser una ciudad para ser esa nube en la que puedes ver cualquier forma según te convenga. Cuando vivía allí, no tenía esa opción. Pero tenía otras excusas.
Lo de que tu mente vuele no tiene que ver con fumar porros, sino con no querer estar presente. Querer estar "allí" a veces no significa realmente querer estar "allí", sino no querer estar "aquí". Y, la verdad, es que este "aquí" no tiene nada de malo, excepto que estoy yo y quizás hoy no me apetezca estar conmigo. La soledad es considerar que uno mismo no es suficiente compañía. Y aunque las personas son necesarias, no sirven de nada si todos tus "yo" no tienen una conversación interesante.
Últimamente, no paro de estar "allí": siguiendo el debate entre Zapatero y Rajoy, por ejemplo. He prometido no volver a España si gana el PP. Es mentira. Es una de esas cosas que se dicen en voz alta en la barra de una taberna. Volvería con tristeza, pero volvería. Porque no pienso quedarme aquí una vez se hayan ido todos mis amigos, ni creo que sean mejores opciones Francia con Sarkozy montando un circo con la Bruni cogiéndole del brazo, ni Italia que lleva semanas sumida en la anarquía política lo que conlleva (me temo) el retorno de Berlusconi.
Últimamente, no paro de estar "allí": siguiendo el debate entre Zapatero y Rajoy, por ejemplo. He prometido no volver a España si gana el PP. Es mentira. Es una de esas cosas que se dicen en voz alta en la barra de una taberna. Volvería con tristeza, pero volvería. Porque no pienso quedarme aquí una vez se hayan ido todos mis amigos, ni creo que sean mejores opciones Francia con Sarkozy montando un circo con la Bruni cogiéndole del brazo, ni Italia que lleva semanas sumida en la anarquía política lo que conlleva (me temo) el retorno de Berlusconi.
También he estado "allí" con Bardem y su Oscar y la emoción y los nervios. Y he saltado de alegría como un niño, un cómico, un fan idiota, un español, un hermano pequeño. Y cogí un trocito de ese Oscar que, como dijo, es de todos, y me lo guardé en el bolsillo como si lo hiciera desde mi habitación en Barcelona, con mis posters de cine y mis dvds.
Pero lo que definitivamente me ha transportado a "allí" estos días ha sido esa boda entrañable entre los maravillosos Carlos y Sara (también conocidos como Mistu y Bolita de Coco) a la que, finalmente, no he podido asistir. Se vistieron todos de rojo y negro y actuaron y rieron y bebieron, cantaron y bailaron. Y yo no fui, pero de alguna forma estuve con ellos. Porque mi mente no ha estado aquí estos días y no se me ocurre lugar mejor para pasar el fin de semana. Si yo fuera mi mente y me escapara, no hubiera dudado en irme con ellos a compartir esa fiesta inolvidable. Esa fiesta del amor que pocos celebran de manera tan sincera y original. Cada rato que pienso en vosotros (y eso os incluye a todos) es como un fuerte abrazo mandado por correo. Mi mente, que incluye mi alma, mi corazón y mis sueños (todo excepto mis pies) pasa mucho tiempo a vuestro lado. Espero que vuestras mentes estén también pasando buenos ratos conmigo de vez en cuando. Nos vemos pronto en Barcelona o tomando té en la verdosa Escocia o dónde nos dé la gana. Léase ese "dónde", ya sabéis, como un estado de ánimo.