18 de junio de 2013

ESCENARIOS

"All right, Mr. DeMille. I am ready for my close-up!" (El crepúsculo de los dioses de Billy Wilder)

Fue aquella tarde en que me preguntó:
¿Cuándo vas a volver a actuar?
Y me pareció una pregunta llena de tristeza.
Pensé que quería pedirme un papel en una obra y trabajar conmigo o algo por el estilo. En aquella época, me pasaba mucho. ¿Por qué no me escribes algo? Algo para mí. Crea una obra a mi medida. Si tienes tiempo y nada mejor que hacer. Hazme ese regalo. 
Pero Araceli no parecía interesada en su vuelta a los escenarios sino en la mía.
No tengo intención de volver, de momento le dije.
¿Por qué?
No lo sé. ¿Acaso debería?
¿Por qué lo dejaste?
Estaba cansado.
Y era cierto. 
Araceli era una mujer hermosa. Podría haber sido una estrella de cine si ella hubiese querido. Pero prefirió entregar su belleza a un devoto marido y un par de hijos gordos y vender su sueño a una compañía de teatro amateur que la devoró en menos de tres montajes. 
Todavía era guapa, si te fijabas bien.
Ahora me dedico más a escribir le recordé.
¿Por qué escribir?
Me entretiene.
¿Te gusta más que actuar?
No. Pero así no dependo de nadie. Tengo el control total.
Suena muy solitario.
Bueno...
Tú antes no eras así.
Araceli mi miraba con amor y tristeza. Podía verlo a través de sus gafas de sol que no eran demasiado oscuras. 
Pensé que estaba proyectando en mí sus frustraciones.
Pero no me miraba con odio. No me miraba con asco. 
Había pedido un batido de fresa y yo un café americano.
Araceli solía tener los ojos verdes pero, por alguna extraña razón, ahora eran grises.
No me miraba con envidia.
No me miraba con devoción.
Tú eres un gran actor me dijo.
Bueno... no tanto respondí sincero. He hecho algunas cosas bien pero no soy como esos actores de raza que se dejan la piel en el escenario. Tengo muchas limitaciones.
Porque tú quieres. Eres tú el que se pone barreras.
No me miraba con clemencia.
No me miraba con decepción.
Tú también eres una gran actriz le dije.
Te equivocas, yo nunca fui una actriz.
Sí. Lo eras.
Pero muy mala.
Araceli no era capaz de ver el enorme potencial que tenía. Yo conocía y todavía conozco un centenar de personas que matarían por tener la mitad de talento que ella tenía. Su carisma. Su presencia. Su mirada. 
Ayer me preguntaron por ti unos viejos amigos me dijo.
Sacó un cigarrillo de su bolso de mano rosa. Llevaba un vestido negro.
Yo llevaba seis meses sin fumar. 
¿Quién?
Compañeros de clase.
Ah dije.
Araceli fumaba como una estrella retirada. Tenía clase. Era elegante y sexual. Parecía contar una historia con las manos. Otra con los ojos. Y otra con los labios. 
Araceli era un flagrante desperdicio de talento.
Les dije que habías estado escribiendo para La Vanguardia y que ahora escribías en un blog. Y que estabas preparando un libro de relatos. Pero solo les interesó lo de La Vanguardia
Bueno, no es que me importe mucho su opinión...
No seas tan rencoroso respondió, escupiendo el humo de una calada. Me preguntaron cuándo ibas a hacer una obra nueva porque querían verte actuar.
Pero, ¡si nunca han venido a verme en todos estos años! ¡A ninguna obra!
Aquello era totalmente absurdo. Un disparate.
Pues ahora quieren verte.
Pues ahora ya lo he dejado dije, terminando mi café.
Araceli miró la hora. Tenía que ir a buscar a sus hijos al colegio. Se levantó. Llevaba una carrera en las medias. 
Te tienen mucho cariño.
Pues que lo hubieran demostrado en su momento.
Bueno, nunca es tarde dijo, dándome un abrazo.
Me pareció que se iba a poner a llorar, pero no lloró. Me dio un abrazo algo más largo de lo normal.
Yo me quedé un rato más en aquella terraza. No tenía ganas de ir a ningún lado.
Araceli se marchó poniendo un pie delante de otro, balanceando sus caderas. Pisaba con fuerza la pasarela de la vida.
Me pregunté cómo podía ser tan tonta.
Cómo podía ser tan ciega y testaruda. 
No había otro lugar para ella que un escenario. ¿Qué coño estaba haciendo con su vida?
Me fui a casa. Subí al cuarto piso en que vivía sin coger el ascensor.
Abrí la puerta despacio. Entré. Me dirigí a la habitación y me tiré sobre la cama.
¿Cómo puede una persona dejar pasar el tren de lo que más ama sin inmutarse?
Se había condenado ella misma a la infelicidad. 
Al cabo de media hora, me levanté y me quedé un rato sentado sobre el colchón. Tenía una libreta encima de la mesita de noche. La cogí.
La apreté con fuerza. Después, la abrí y escribí:  «Escenarios».
Entonces, sonó el teléfono. Era mi novio:
Hola, cariño. ¿Qué haces?
Estoy escribiendo una nueva obra le dije. Voy a volver a actuar.

11 de junio de 2013

WHATSAPP

En las últimas semanas me han añadido a siete grupos de whatsapp nuevos. Yo nunca me voy de los grupos de whatsapp, espero a que mueran por sí mismos. Pero algunos se resisten y duran más de lo que me gustaría.



En las últimas cuatro semanas he sido añadido a siete grupos de whatsapp. Uno creado por un amigo para invitarnos a su boda e informarnos de los detalles. Otros dos grupos más se crearon inmediatamente: uno para hacer a los novios un regalo conjunto y otro para organizar la despedida de soltero. También me han agregado a un grupo de whatsapp para una cena de reencuentro de la universidad a la que no pienso asistir. Otro para la inauguración de un piso. Otro para un cumpleaños sorpresa. Y, finalmente, otro llamado «Tonterías» cuya utilidad todavía desconozco.
Son las 12 de la mañana. Salgo de la oficina. Por fin hace sol. Me acerco al bar de la esquina. Apetece quedarse en la terraza pero voy dentro y pido un café con leche muy caliente. Estoy resfriado. Me siento en la barra. Saco el móvil. 232 mensajes de whatsapp.
¿Me hacéis un resumen?
Algunos responden con emoticonos de sonrisas y animales. Alguien pone: «jajaja». Después, dos personas más me dan los precios del regalo de bodas. Dos precios que no coinciden. Yo escribo: «Ok». Y vuelvo a guardar el móvil.

2
Le doy un sorbo al café. Está demasiado caliente. Me quemo los labios y la lengua y casi me ahogo porque no puedo respirar por la nariz. Anoche me resfrié por pasar veinte minutos desnudo encerrado en el lavabo. No podía dormir. Tenía calor. Así que me quité toda la ropa. Aun así, seguía sin poder dormir. Estuve tres horas dando vueltas. Me entraron ganas de mear. Como era tarde, me metí en el baño sin ponerme nada encima ni preocuparme por mis compañeros de piso. Desgraciadamente, llegó uno de ellos con su novia y se quedaron de pie en el pasillo discutiendo. Creo que habían bebido. Se estaban peleando por un mensaje que él había leído en el móvil de ella. Era una pelea de susurros, pero podía entender algunas frases a medias. «¿Por qué no se van a la habitación?», me preguntaba en pelotas sentado en la taza del váter. Traté de no estornudar. Finalmente, ella se fue enfadada y mi compañero de piso se acostó. Yo volví a mi habitación y pude dormir un poco.

3
Al terminar el café, tengo 34 mensajes de whatsapp. Es difícil que todo el mundo esté disponible el mismo día para quedar para cenar. Luego están los que no quieren ir pero fingen que no pueden causando un montón de problemas. Yo no digo nada. No quiero gastar una buena excusa antes de que den la fecha definitiva. 
Todavía tengo un rato antes de volver al trabajo. Aprovecho para sonarme los mocos. Sentadas detrás de mí, dos mujeres entradas en carnes hablan de sus respectivos matrimonios. Una cree que su marido la quiere mucho más ahora que antes. La otra que su marido le hace más regalos ahora que nunca. Una dice que ahora le escribe mensajes de amor todos los días. La otra dice que eso es porque ahora los mensajes son gratis. Una que todavía celebran su aniversario de novios incluso después de casados. La otra:
Eso no es nada. Nosotros celebramos cada mes de novios.
No puede ser. ¿Cuántos meses lleváis?
Tras pensarlo un momento, responde orgullosa:
Dentro de dos semanas cumplimos 205 meses juntos.
La amiga baja la cabeza y pide la cuenta derrotada.
Creo que voy a pedirle a mi jefe que me deje irme antes a casa. Tengo un dolor de cabeza horrible. Saco el móvil y escribo en uno de los grupos de whatsapp: «¿Alguno de vosotros todavía celebra los meses de novios después de casado?». Pero, justamente ahora, nadie responde. 

4
Estoy saliendo del bar, cuando un hombre se cruza conmigo y me señala. Yo digo: «Hola». Pero quiero decir: «¿Qué pasa? ¿Qué señalas? ¿Quién eres?». El tipo se ríe. Es como diez años mayor que yo. Tiene más pelo en las cejas que en la cabeza. Lleva una camiseta de un grupo heavy pasado de moda.
Tú eres... Tú eres... -dice-. Tú haces teatro.
Eh... Bueno, sí. Hacía.
Ah, sí. Sí. Tú hacías teatro en Hospitalet.
Sí, alguna vez. 
Sí.
El tipo sigue señalándome.
Perdona, tengo un poco de prisa le digo.
Pero no me deja marchar.
Tú hacías teatro con mi prima. 
¿Quién es tu prima?
Me dice el nombre de su prima.
Sí. La recuerdo.
Anda, sí. ¿Ves?
Sí.
Menuda mierda de obras hacíais dice. Y se ríe a carcajadas.
El tipo continúa señalándome. 
Tiene la salida bloqueada. De pronto, grita:
¡Cariño!
La gorda que dentro de dos semanas cumple 205 meses con su marido se gira y se acerca a nosotros.
Este chico hacía teatro con mi prima.
¿Ah, sí? dice ella.
Sí.
Pues, ¡qué bien!
Mira, te presento a mi mujer me dice.
Encantado digo. No te beso porque estoy resfriado.
No iba a besarte dice la gorda.
Y los dos se ríen a la vez.
Bueno... dale recuerdos a tu prima cuando la veas concluyo.
Pues, la verdad es que no nos hablamos.
De pronto, su prima me cae un poco mejor.
Pero, bueno... continúa le mandaré un whatsapp para decírselo.