28 de septiembre de 2010

EL HOMBRE QUE LO TENÍA TODO DOBLE

Cuando Iván F. se despertó aquella mañana después de dos sueños inquietos, se sorprendió con la sensación de estar parando el despertador por segunda vez. Se levantó de su cama de otoño y fue al baño pequeño a lavarse la cara de las mañanas. La tarde anterior había llegado la compra que su hermana había realizado por internet. Por un error al pulsar el botón de aceptar, se había duplicado. De manera que recibieron el doble de todo lo que habían comprado.
¿No has notado algo extraño en la compra? preguntó su hermana más tarde por teléfono.
¿Demasiadas olivas?
Demasiado de todo.
Desde entonces, Iván F. empezó a sentirse un poco distinto.
Iván F. cogió dos autobuses para ir a su trabajo de las mañanas; el trayecto le pareció el doble de largo. Subió a la oficina en el primero de los cuatro ascensores que se abrió. Saludó a sus dos jefas y trató de no pensar que el tiempo pasaba el doble de lento los días que no tenía demasiado trabajo. Se tomó dos cafés. Entró dos veces a cada una de sus páginas preferidas de internet, ya que una vez visitadas todas, ya no sabía con qué entretenerse. Repitió las conversaciones de siempre con sus compañeros. Preguntó más de una vez: "¿Qué día es hoy?". Más de dos clientes se quejaron de recibir sus pedidos por duplicado. A las dos del mediodía, apagó el ordenador y se marchó diciendo adiós dos veces.
Al llegar a casa, abrió su nevera con el doble de comida y se preparó una tortilla de dos huevos. Comió frente al televisor viendo las mismas noticias repetidas primero en el telediario de Cuatro y luego en los informativos de Antena 3. Las mismas noticias que ya había leído aquella mañana en El País y luego en La Vanguardia. Iván F. necesitó lavarse su cara de las mañanas por segunda vez, aunque ya eran las cuatro de la tarde.
El espejo del armario del baño, dividido en dos por la abertura central, deformaba su rostro. Dos ojos, dos bocas, dos narices. A su izquierda, Iván F. creía ver a un hombre cansado de sí mismo. A su derecha, un soñador que nunca perdía la esperanza. No se atrevió a orinar.
Después de su trabajo de las tardes, Iván F. decidió ir a ver a sus padres, pero al llegar allí le dijeron que ya les había visitado antes por lo que decidió marcharse a casa. Vio dos capítulos de su serie favorita. Avanzó ideas de sus dos proyectos teatrales. Escribió dos posts, uno para cada uno de sus dos blogs. Finalmente, tras ver dos veces los mismos chistes en los programas de humor de las nueve y de las doce, se derrumbó sobre el colchón de látex que su madre le regaló por ser el doble de cómodo que los convencionales.
Iván F. se sentía agotado. Los lunes siempre le habían parecido dos veces más duros que los demás días. Tardó dos minutos en dormirse. Pero no consiguió descansar. Iván F. pasó toda la noche soñando con divisiones.

19 de septiembre de 2010

BIENVENIDO AL PUTO INFIERNO

SOUTH PARK

Imagina el infierno y ponle aire acondicionado. Amuéblalo, píntale las paredes de azul corporativo. Compra ordenadores de segunda mano. Enmoqueta cada rincón. Contrata una línea telefónica. Un fax, una impresora, una máquina de café estropeada. Imagina el infierno y ponle lámparas fluorescentes y tendrás tu propia empresa.

Normalmente, no me gusta ir a trabajar. Y me duelen todas las collejas de mi padre cada vez que lo digo. De hecho voy a tener que dejar de decirlo que ya cansa. La mayoría de gente tiene un trabajo de mierda y no se queja. Así es la vida. Bienvenido al puto infierno.

Bastante duro es volver de vacaciones para que encima llueva. Para que empiece el frío. Para resfriarme. Y en la oficina siguen poniendo el aire acondicionado. Llego una mañana y me encuentro a mi jefa con un café en la mano dándole una patada a la puerta del ascensor para que no se cierre. Y le pregunto qué le pasa y me dice que ahora lo veré. Y entro a la oficina y veo a todos los jefes por allí y los trabajadores de pie y mi compañera Montse me dice: "Bienvenido al puto infierno".

Bastante duro es volver de vacaciones como para que un virus informático se cargue todos los ordenadores del edificio. A mí me huele a boicot. Hay gente que se quema y escribe un blog y otra que opta por métodos más efectivos. Así que no podemos trabajar y nos ponen al teléfono a hacer de contestador automático y a tomar a mano los pedidos. Pero a la media hora, eso no es suficiente, así que viene la de recursos humanos y nos pide que vayamos a las sucursales de Sant Cugat y Viloví a hacer el trabajo desde allí y nos da el dinero para un taxi.

Se me ocurren muchas razones para no hacer un favor a la empresa en general y a la tipa de recursos humanos en particular, pero prefiero obedecer ya que entre que voy y vuelvo es rato que no estoy trabajando. Soy así de básico y mezquino.

Efectivamente, al final no trabajé más de una hora y media. Fue distraido. Me dieron el ordenador de uno de los peces gordos y me dejaron utilizar su mail. Sorprendentemente (o no tanto) los almacenes en vez de tardar un día entero, me contestaban al minuto y sin protestar. Tenía un auricular inalámbrico con el que podía moverme a cualquier lado y una opción para ignorar las llamadas sin dejar rastro.

Pero la aventura solamente duró un día. A la mañana siguiente, la de recursos humanos nos trajo una gran bandeja con pastas de crema y chocolate. Le habíamos pedido más pasta, pero quizás no lo entendió bien. Y todo volvió a la normalidad que, al contrario que la visión de mis jefes, para mí es mucho más infernal que cualquier caos informático. Y es que infierno hay para todos los gustos.

13 de septiembre de 2010

EL INCREÍBLE BLOG DE MR. MULA

El inconmensurable vacío existencial que atraviesa mi vida desde que no saca disco Georgie Dann, me ha llevado a ahogar mis penas en un nuevo blog:


Un rincón plagado de criaturas grotescas, delirantes, terroríficamente cotidianas, abominablemente cercanas. Un lugar, os advierto, que es como Jaume Roures haciendo muecas: da miedo y risa a la vez. Así que si buscáis una nueva forma de evadiros de vuestras horribles vidas y relajaros olvidando toda la mierda que nos envuelve... mejor que os apuntéis a clases de taichí. El Increible Blog de Mr. Mula afronta cara a cara el rostro posmoderno de un apocalipsis que hace tiempo que se nos viene anunciando como un interminable pedo. Pasean y vean. Y háganse seguidores, fanáticos, retractores, opinadores y todo eso tan siglo XXI. Ya saben. Y bienvenidos. Para mí es un placer.

5 de septiembre de 2010

COMO UN TURISTA

I.

Si no mintieran
tanto mis poetas
y salieran
del armario las canciones
volando como cometas
en un cielo de gorriones.
Si fuese el rencor
acaso
un chiste del destino
contado por un triste
sin temblor, ni despedida.
Si el sentido de la vida
tuviera menos sentido
y más risa,
y no fuera una falacia
la burocracia
de la verdad que es mentira,
y sobretodo la prisa
que conlleva la distancia.
Si todo hubiese cambiado
quizás no lo pensaría
y volvería
a tus brazos
como si fuese pecado.
Si me hubieras olvidado
y hasta perderme de vista
no diera mal resultado,
quizás no me detendría.
Si no fuéramos artistas
que conocen el rechazo
volvería a enamorarme
de tu piel
y tus aristas.


II.

Si no diera tanto miedo
el dolor, y los complejos
fueran menos importantes.
Si no hubiese en tu te quiero
la violencia que me expresas
como en un pulso de viejos
de los de antes.
Si al menos fuera feliz
con todo lo que me falta
y fuese menos actriz
la sirena que nos canta.
Si supieras que te encanta
corregirme los recuerdos
y ya no hubiera secretos
y jugar fuera un regalo.
Si lo bueno con lo malo
no fueran un pack completo.
Si aprendieras a entender
los celos que sientes
y, sin apretar los dientes,
empezaras a crecer.
Si tú me dieras de lado
quizás no lo dudaría
y volvería encegado
a comprar tu lotería.
Si el flechazo de Cupido
fuese menos egoísta
volvería a enamorarme
de lo que hemos escupido
como un turista
que se enamora
de ciudades extranjeras.


III.

Si no estuviera tan solo
en todos los aeropuertos
y se me ocurriese el modo
de sentirme menos muerto,
volvería a enamorarme
sin darte ninguna pista
del siguiente avión
que cojo
como un turista
de tus labios, de tus ojos,
de aquella vieja canción
que suena ya tan lejana.