27 de junio de 2008

MANDERLAY

"Anoche soñé que volvía a Manderlay" (Rebeca, Daphne Du Maurier)

UNITED ARTISTS

Al escribir esto, España todavía no ha perdido la Eurocopa. Tampoco la ha ganado. La gente se olvida de que llegar a la final no es ganarla. Pero, ¿qué importa, verdad? Total, como no llegamos nunca. Supongo que es inevitable este ambiente de euforia y patriotismo continuo. A mí me gusta. Por eso no dudo en subirme a la enorme burbuja de optimismo inflada partido a partido hasta sobrevolar una base real. Es inevitable, creo, subirse ahora que -¿quién dijo crisis?- cualquiera (por ejemplo, yo mismo) tiene fe en la selección y se permite opinar sin tener ni idea de fútbol. La selección está para eso.
Desde que he vuelto a casa no sé sobre qué escribir. Y no es por falta de temas. Lo que pasa es que todo me resulta todavía tan extraño que soy incapaz de describirlo. Parece que se me haya olvidado vivir. Y no quiero escribir cada semana: "Hoy he estado a punto de morir atropellado por mirar hacia el lado contrario. Otra vez". Me aburre. Y no quiero escribir desde la tristeza porque ahora mismo tengo muchos motivos para ser feliz.
Por eso me subo a la primera burbuja optimista que pase flotando. Te subes. La exprimes al máximo y luego vuelves a la tierra. A la nada. El problema de haber vuelto es que no he vuelto a mi vida. Ahora es verano. No estudio ni trabajo. Es vacaciones: mi no-vida. Volver a mi no-vida es muy confuso. Además, después de haberlo compartido todo con alguien, ahora en la distancia, todo me sabe a su ausencia, en todo me falta. Sin tristeza. Sólo con ganas de verle.
Así, también me falta en cada gol, en cada penalti, en cada saque de banda. Eso no suena muy romántico, pero lo es. Afortunadamente, ahí está mi padre para amenizarlo; sin camiseta, sudoroso, oliendo a padre; con su barriga de padre rebosando el calzón de estar por casa. Gritando conmigo cada pase, sea malo o bueno. Esos momentos en que, curiosamente, se le pierde el respeto pero se le quiere más. Momentos. ¿Y luego qué?
La protagonista de Rebeca, la mujer sin nombre, soñaba que volvía a Manderlay. Un lugar lleno de fantasmas que había supuesto para ella una cárcel, una pesadilla. Ese lugar que, sin embargo, fue la realización de todas sus aspiraciones, sus más profundos anhelos. Un hogar opresivo, sobreprotector, pero un hogar al fin y al cabo. Un lugar con el que soñar con volver. Todos tenemos nuestro Manderlay personal. Mientras escribía este post mi mente estaba allí. Entonces he entendido que Manderlay no es un lugar. Es un estado de ánimo. Esa sombra que perdura más allá de los incendios y de su propia destrucción. Ese pasado tan presente. Lo que te persigue en sueños. Ese miedo: Manderlay.

19 de junio de 2008

THERE'S NO PLACE LIKE HOME

"Una tal lliçó / hem hagut d'entendre / el meu poble i jo" (El meu poble i jo, Salvador Espriu)



¿Y allí no hay morcilla? pregunta la yaya.
Todo me parece más pequeño. Álex ya me advirtió sobre esto. Es como llegar a un plató de cine que has visto siempre a través de una pantalla. Lo ves en persona y todo es igual y al mismo tiempo diferente y pequeño. Sentimientos enfrentados y mirada al suelo. Me da vergüenza encontrarme con alguien. Cualquiera. Acabo de llegar y lo conocido me agrede. Me siento muy vulnerable. Al llegar a casa, parece que no me haya ido nunca.
¿Y allí hay gazpacho? pregunta la yaya.
Comemos en familia. Mi madre está feliz de volver a reunir a todos sus hijos. En un año, mi casa se ha convertido en una casa de padres. Mis hermanos tienen ahora sus propios pisos y sus cosas han sido sustituidas por fotos. Fotos de Simón por las estanterías. Fotos de Patri por las paredes. Fotos mías por todas partes y sobre el tocadiscos. Me siento feliz y también tengo miedo. Por el paso del tiempo. Por el cambio. Por la vuelta al mundo real, que exige una responsabilidad para la que ahora se me supone preparado.
¿Y allí hay callos?
Es como ser abducido por un ovni y que te dejen en el mismo lugar un año después. Estoy blanco como un británico. Visto como un británico. Voy con cara de guiri por las calles. No sé cruzar y en cada semáforo busco el botoncito. Y me agobia el calor. Camino mirando los edificios como si nunca antes hubiera vivido en esta ciudad. Llego tarde a los sitios. Me olvido de con quién he quedado, cuándo.
¿Y allí hay lentejas con chorizo?
No.
¡Jorobá! Pues a mí no me gustaría vivir allí - dice la yaya.
Todavía me estoy adaptando. Voy a necesitar algún tiempo. Supongo que cuando acabe de reencontrarme con todo el mundo empezará la normalidad. Eso me dicen. Y dicen que no hay lugar como en casa. Y dicen que hay que irse fuera para valorar lo que uno tiene. Es cierto. Espero que también Barcelona haya aprendido algo de mi ausencia. No tengo ninguna duda.

13 de junio de 2008

MADRID (SPAIN)


En el aeropuerto, los carteles venían escritos en castellano y en inglés. Mi mirada iba directa a leerlos en inglés sin cuestionarse siquiera la razón. Al cruzar la puerta de salida, tras recoger las enormes maletas, llegamos al hall donde una decena de amigos de Álex gritaban su nombre sosteniendo una pancarta que decía "GÜELCOM". Una sábana vieja en realidad, pintada con un aerosol. Todo el mundo nos miraba, como si llegara un famoso y yo era alguien entre Juan el Golosina o la manager de la Pantoja intentando no ponerme colorado. Ellos mismos se presentaron y todo era muy emotivo y bonito mientras me daba cuenta de que por primera vez en mucho tiempo más de dos personas a la vez me hablaban en español.
Cogimos el metro y ya todo era español. Los anuncios. Los tickets. La voz de la señorita que anuncia las paradas. La gente a mi alrededor. Viajeros con bolsas de "El Corte Inglés". No había rubios y (esto es fantasía) olía a jamón serrano. Una sobredosis de españolidad (léase en tono descriptivo) y yo sintiéndome pequeñito, pequeñito, y diciendo a todo el mundo "sorry" y "thank you".
Una fiesta con fuet y queso y chorizo. Te levantas al día siguiente y ya estás oficialmente en España. Y ves a Ana Rosa Quintana analizando la actualidad mientras te tomas un colacao. Y llueve y no hace calor. ¿Estamos en España? Salimos de Glasgow preparados con los pantalones cortos. Ese día hacía sol y se estaba bien. Pero llegamos a una España lluviosa, pareciendo dos guiris que vienen a ponerse ciegos a sangría. Una España en crisis (¿he dicho crisis?) o desaceleración, como gusten, que parece que afecta hasta al tiempo. Muy poca comida en los supermercados o en los pequeños comercios, aunque por suerte ahí tenemos al flamante "El Corte Inglés" que no entiende de huelgas ni de nada parecido. Gracias a tal imperio de la venta hemos podido disfrutar de nuestros tan añorados embutidos y nos ha salvado el regreso. Y también de productos que ya ni recordaba como las latas de mejillones, calamares o berberechos.
De momento todo es como raro. Espero ir adaptándome que aún me queda volver a Barcelona. Supongo que pronto dejaré de hablar a los desconocidos en inglés, hacer comentarios sobre la gente que tienes delante pensando que no entienden tu idioma o comentar a Álex cuando escucho a alguien hablando castellano cerca:
Mira, esos son españoles.
Todo se andará.

6 de junio de 2008

¿Y SI?

¿Y si un sabio sin saberlo me camela?
¿Y el camino de baldosas amarillas?
¿Y un tornado de suspiros a capela?
¿Y el país de las palpables maravillas?
¿Y si sale del armario el Principito?
¿Y si cambio un par de coplas por tus piernas?
¿Y si ese choto engatusa a este monito?
¿Y si un sinfín de sardanas subalternas?
¿Y si olvido quien no soy mientras te escribo?
¿Y si fuera más verdad que de mentira?
¿Y si ríe mi talante inexpresivo?
¿Y creer en el mirar de quien me mira?
¿Y si al final enamorarse no era malo?
¿Y si acepto tal cual llega este regalo?

1 de junio de 2008

LONDON and THE LAST DAYS IN GLASGOW

MULA

Y fuimos a Londres como viaje final antes de la vuelta definitiva. Nos encanta. Y lo vimos todo. Y lo andamos todo. Y fuimos los más turistas odiando a los demás turistas que no nos dejaban visitar tranquilos la ciudad. Y fuimos a ver "Wicked". Y el estreno de Indiana Jones. Y nos perdimos Eurovision por ver "The Sound of Music". Estuvimos en un hostal en South Kensington y nos sentimos muy ricos, sin serlo. Casi nos arruinamos. Todavía nos queda algo para comer y volver.

Volver... Tan deseado como temido momento. Ya hemos hecho las maletas... Seré breve: voy a donar 20 kilos de ropa a la Cruz Roja Inglesa. Creo que con eso lo digo todo. Ha sido una locura. Pero volveremos enteros. Eso parece. De momento, Alex se ha torcido un tobillo. No sé si será por los nervios. Tengo muchas ganas de poder sentarme con calma y escribir un "post" como Dios manda. Afortunadamente, eso será muy pronto.