27 de abril de 2008

EL EGO Y LA MENTIRA

"De vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes" (Jules Renard)


De un actor se espera que mienta. Que mienta deliberadamente y lo haga para nosotros. Pagamos una entrada para eso. Pero no quedaremos satisfechos si miente de cualquier forma. Queremos que se nos mienta desde la verdad. ¿Acaso es eso posible? Muchos directores y profesores de teatro saben lo que eso significa. No vale cualquier mentira. Tampoco vale una verdad. Se trata de aparentar. Que parezca verdadero, sin llegar a serlo. Nadie se lo va a creer, es una convención. Pero si resulta demasiado falso, saldrán del teatro decepcionados.

Hay mentiras que hacen felices a la gente. Los actores somos felices mintiendo. De una mentira nace una verdad y así mimamos nuestro ego caprichoso. El ego de un actor es muy delicado y necesita de esos cuidados. De ahí que algunos se acostumbren a la apariencia y sigan mintiendo(se) toda la vida. En la mentira se habita con comodidad. Sin embargo, la mentira está cruelmente denostada en la sociedad. La razón es bien sencilla: todos somos mentirosos. Eso me hace pensar en el ego de la gente. La gente normal. La gente real. La gente que no se pone un traje de mentira y con una voz de mentira se sube a un escenario irreal para pronunciar palabras que nadie jamás ha pronunciado más que en un entorno ficticio. La gente que no es mentirosa profesional es gente auténtica. Mienten como cualquiera, pero también se dedican a otras cosas. Así, su infelicidad (infelices somos todos) es más real que la felicidad de cartón del saludo de un actor ante un aplauso. Cuando Bardem dice que los que no son artistas son más mediocres habla desde la envidia. Se defiende desde el complejo de quien se siente diferente, apartado, señalado, raro, falso. Con toda la admiración, los premios y el buen trabajo, nos habla desde un ego dañado.

Yo miento porque me he acostumbrado a mentir. Miento con naturalidad, no es la primera vez que lo reconozco. Y miento en este blog. Eso sí: siempre sobre trivialidades y sólo de vez en cuando. Porque no es nada fácil escribir sobre la verdad y además que resulte interesante. Me equivoco quizás, aunque hasta el Gran Hermano (la vida en directo) está lleno de mentiras y manipulaciones. Y los diarios de la prensa seria de tirada nacional. Será que la vida no les parece que dé la talla. A mí me ocurre a veces. Y no tengo nada en contra de la vida, pues es donde vivo yo (y ustedes) y es la mejor fuente de ideas del mundo pero, debo decirlo, a veces no se presenta acorde a como a uno le gustaría contar las cosas. No se puede hablar de la tristeza en un día de sol, ni de la alegría en una tarde de lluvia. Así modifico ciertos detalles para dar ambiente y luego me siento culpable. Léase este post como una fustigación y como una queja: no puedo controlar la vida a mi gusto y esa impotencia se expresa modificando sus menudencias en lo que escribo. Quizás sea un hipócrita, pero me estoy quitando. Además sobre lo irrelevante, prefiero una mentira molona a una verdad sosa. No sé si la gente real tiene este tipo de problemas. Yo a veces siento que de real tengo muy poco. Pero es que no es fácil ser auténtico y tener al ego contento. A no ser que elijas ser un auténtico fraude... lo cual no contenta a nadie, más que a los egos.

19 de abril de 2008

EXAMS TIME 3


A falta de dos exámenes, ya casi agonizante mi estancia en Glasgow, resumo compendios previamente ya esquematizados sobre las pajas mentales de Hume y Platón de siglos lejanos. Cuando no tengo ganas de estudiar, escribo una y otra vez las mismas ideas hasta que sin darme cuenta las recuerdo y sin saber por qué ni para qué. Para aprobar un examen de filosofía no es necesario saberse todo el temario, basta con la idea general. Ese suele ser el camino fácil. Si el autor es incomprensible, es mejor memorizar esquemas con los que después soltar rollo a lo largo de varias hojas. ¡Pobre selva amazónica! Condenada a la extinción por meras palabras, palabras, palabras... Yo tengo la teoría de que si escribes más de tres páginas en un examen de filosofía, estás aprobado. Yo creo que los profesores leen en diagonal y les interesa bien poco lo que tengas que decirles. ¿Quién se lee con atención cuarenta exposiciones escritas sobre Aristóteles o Kant? A veces me siento tentado a escribir en diagonal, adaptándome a su lectura. Esto es: "Nada. Nada. Nada. Nada. Aristóteles. Nada. Nada. Nada. Nada. Materia. Nada. Nada. Nada. Nada. Forma. Nada. Nada. Nada. Nada. Ser. Nada. Nada. Contingente. Nada. Nada. Hilemorfismo". Estoy saturado...

Algo que no me gusta de la forma que tienen aquí de hacer exámenes es que no te puedes ir hasta que se termine el tiempo establecido: dos horas. Yo normalmente termino en una hora y media porque me canso de escribir tanto rato y me quiero salir. Pero aquí no me dejan. Tengo que esperar allí sentado de brazos cruzados mirando las cristaleras. Por suerte, hacemos los exámenes en el edificio central, en las salas grandes que son tipo capilla de iglesia reconvertida. Así que, mientras espero, contemplo los motivos religiosos de cada ventanal como si de la catedral de Sant Paul se tratara. Me siento más Harry Potter que nunca. Curiosamente, no es raro que aquí se usen las iglesias para fines más allá de los religiosos. Hay un pub aquí cerca que es justamente una antigua iglesia protestante ahora con una decoración cool, luces de colores y asientos acolchados. Pero peor es otra que pasó de ser la casa del Señor a ser The Bathrooms Superstore. Álex dice que es peor el pub porque, al fin y al cabo, es un antro pecaminoso, mientras que la tienda es un negocio honesto. Pero a mí me parece mucho más indigno cambiar a Dios por la venta de retretes que por las pintas de cerveza. Ustedes dirán.

El caso es que, apruebe o no (no sé si examinarme en lugar sagrado ayuda), el miércoles termino y seré libre. Ya sólo me quedará el papeleo, las despedidas y los viajes pendientes por el Reino Unido. Va a ser un lujo. Y después regresar. ¡Qué palabra tan extraña! ¿Regresar es 'gresar' dos veces? ¿Qué demonios significará 'gresar'? Álex siempre me riñe porque no paro de hablar de volver a España, aunque todavía queda más de un mes y medio para eso. Dice que tengo que disfrutar esto que falta. Creo que tiene razón. Y creo que voy a disfrutarlo. Pero es que hay muchas emociones en el aire. Además, teniendo en cuenta que la mayoría de vosotros, según votáis, dice no saber quién soy, no sé qué clase de recibimiento voy a tener. Quizás debería llegar con una etiqueta pegada en el pecho que diga: "My name is Iván", como las que se llevan en los grupos de terapia. Quizás no debería volver. O quizás sí. O quizás... quizás: simplemente. ¿Demasiados interrogantes? Creo que he olvidado todo Hume en este rato. Me voy a repasarlo y ya pensaré luego en lo demás. ¡Ay, si me pagaran por pensar!

12 de abril de 2008

EXAMS TIME 2

La verdad es que, quede entre nosotros, la época de exámenes es más un estado de desidia que de estrés y responsabilidad. Yo no sé como se lo montan los estudiantes que pasan horas y horas en la biblioteca; no sé si realmente están allí todas esas horas estudiando o se pierden por las musarañas como me ocurre a mí. La verdad es que, en mi caso, paso más tiempo aburrido que preocupado. Allí estoy yo, con los apuntes delante, los brazos cruzados pensando en playas, escenarios o personas. Las letras cobran vida y batallan como hormigas entre ellas, usando los acentos como lanzas mortíferas y los puntos como balas de cañón que las "o" disparan. Una "t" es una espada, una "j" es una pistola disparando un perdigón, una "z", unos luchacos... y ya han pasado dos horas.

Un día aprendí que sentirse culpable no aporta gran cosa a la propia existencia, así que me propuse dejar de hacerlo. No es fácil y corres el riesgo de convertirte en un psicópata frío al que nada le importa, lo cual es desalentador y poco humano; pero para trivialidades como salir por la noche en época de exámenes o pasar la tarde en el sofá sin levantar un libro, es útil y te ahorras lloriqueos. Y eso hago. Invierto no más que el tiempo necesario en preparar cada examen y el resto de horas procuro dedicarme a actividades más estimulantes como ver una película o rascarme una nalga.

En época de exámenes, además, pienso mucho, más de la cuenta. Y aunque parezca una contradicción (no lo es), pensar me hace sentir muchas cosas. Así que me pongo más melancólico, más chistoso, más sensible, más tierno o, en definitiva, más emocional. Todo me afecta más (o diferente) y, por ejemplo ahora, tengo mucho más presente mi vuelta a España y la falta de mis compañeros ya regresados a sus países. Y la ausencia de Elisa, la última en marcharse, a la que añoro infinito por su gracia, su ternura y su compañía. Me hacía reír con humildad, soñar con fuerza y disfrutar con soltura. Espero volver a verla pronto.

Ahora tengo que ponerme a estudiar un poco (sólo un poco, de verdad). Os dejo una encuesta a la derecha de la pantalla para que os posicionéis sobre mi regreso. Sin duda, no es más que el fruto de esta etapa de mi erasmus en la que cualquier actividad tonta es preferible que ponerse a estudiar; incluso inventar encuestas tan chistosamente melancólicas (¡Viva yo!) como ésta.

6 de abril de 2008

EXAMS TIME


Ahora tendría que estar estudiando. Estoy de exámenes. En época de éxamenes todo se vuelve indisfrutable bajo la terrible premisa de que lo que debes hacer es estudiar y el resto son actividades secundarias, irrelevantes pérdidas de tiempo. Ahí está la mala conciencia de ir al baño, de tomarse un café, de dormir, comer... Salir a la calle sólo es moralmente válido para ir a la biblioteca. Cualquier quehacer cotidiano pierde su entidad y esencia habitual para convertirse en un descanso del estudio.
Dentro de diez minutos me tomo un descanso. ¿Quieres que hagamos el amor?
Prohibido salir de fiesta. Prohibido ir al cine. Nada de diversión bajo pena de sufrir incómodas pesadillas propias del remordimiento.
El miércoles tengo mi primer examen: Hegel. Dicen que es el último gran filósofo. Dicen que es el pensador más importante de nuestra época. Dicen que no se entiende el mundo actual sin Hegel. Dicen y dicen. En la facultad (en Glasgow y en Barcelona) no paran de elogiarle y, entre tanto elogio, no explican nada de lo que dijo. Y yo miro a los profesores como las vacas miran pasar el tren esperando las claves que necesito y que nunca llegan. Entro a internet y más elogios. Y luego todo es confusión. Igual que en los manuales. Entre una montaña de apuntes sobre lo absoluto rematadamente incomprensibles, empiezo a pensar que en realidad nadie ha entendido nada de lo que Hegel dijo y, como el cuento del traje nuevo del rey, nadie se atreve a reconocer su desnudez por miedo a quedar como necios. Pues yo, oigan, no lo entiendo, aunque fingiré que sí en mi examen adornando con muchos, muchos elogios. Así se aprueba una carrera de filosofía. Me pasó lo mismo con Heidegger y saqué un excelente. Un día probaré suerte y me pondré a inventar teorías oscuras indescifrables a ver si me consideran un genio revolucionario e imprescindible y me elogian en las universidades. Aunque para eso necesitaría una buena campaña publicitaria como ser un nazi, por ejemplo. Mientras tanto, a estudiar; que es lo que toca.